Cada vez es más evidente que no va en broma ni es una moda. Hace poco hablábamos aquí de los criterios ESG (Environmental, Social and Governance), que son los que miden el compromiso de las empresas con el medioambiente, la sociedad y un gobierno corporativo responsable. Lo principal que nos debe quedar claro es que el éxito de las empresas ya no radica sólo en sus ventas, su imagen de marca o sus resultados financieros; todo esto ya no tendrá sentido si no va acompañado de una actuación impecable con el entorno que le rodea: planeta, comunidades y personas. En Inbonis creemos en la doble materialidad:
Expresión que hace alusión a las dos dimensiones de la sostenibilidad: por un lado, la materialidad financiera cómo los factores ambientales, sociales y de buen gobierno afectan al comportamiento financiero y de valor de una compañía y materialidad de impacto cómo la actividad de esta compañía ésta afecta a su entorno, a sus grupos de interés.
Así las PYMES tendrán un conocimiento detallado de los requisitos de información y de prácticas de gestión a los que sus financiadores y clientes se verán obligados a informar, y establezcan el adecuado gobierno y procesos. Además, en Inbonis sabemos que en este entorno las pymes están en un proceso creciente de estandarización de la información no financiera por requerimiento de sus grandes clientes, acreedores tradicionales, no tradicionales y órganos de dirección de la empresa.
Por lo tanto, es hora de ponerse serios. Ya no se trata de poner en marcha la maquinaria de marketing y comunicación, de promover iniciativas solidarias, dotarse de discursos amables, crear fundaciones… No es imagen lo que se nos pide. Es actuación. Y la exigen todos: los clientes, los inversores, los proveedores, los empleados… y la legislación. El pasado mes de noviembre, el Parlamento Europeo aprobaba la Directiva sobre información corporativa en materia de sostenibilidad (CSRD por sus siglas en inglés), que a partir de 2025 obligará a las empresas a rendir cuentas en materia de ESG con datos fiables, comparables y verificados por entidades cualificadas. Es decir, ya había que hacerlo, pero ahora habrá que ser mucho más exhaustivos.
Porque es muy posible que, a pesar de noticias alentadoras que últimamente vemos, no sea oro todo lo que reluce. Un reciente estudio de Deloitte constata que el 77% de los directivos de empresas españolas asegura que sus empresas incrementaron sus inversiones en sostenibilidad en 2022, al mismo tiempo que declaran que sus principales retos en 2023 tienen que ver con la coyuntura económica, la competencia por el talento y la innovación. Y según el Pacto Mundial de Naciones Unidas, el 89% de las empresas españolas ya está llevando a cabo acciones y proyectos relacionados con los ODS, siendo las acciones más comunes las relacionadas con la conciliación laboral, el teletrabajo, los planes de igualdad y la digitalización.
Menos optimista es el Resilience Barometer, publicado por FTI Consulting hace un año. Reseñaba que, aunque es verdad que las empresas han incrementado su inversión ensostenibilidad, en realidad se ven desbordadas y temen no estar al nivel de lo que exigen reguladores, accionistas y clientes. Así, siete de cada diez empresas españolas admitían no estar suficiente preparadas para superar el escrutinio de supervisores y grupos de interés; cuatro de cada diez reconocen sentir “presión extrema” para mejorar su perfil de sostenibilidad; y el 24% prevé que sus prácticas ESG sean investigadas por los reguladores. Además, una de las conclusiones del estudio es que no está claro que las inversiones realizadas hasta ahora hayan sido efectivas. Pero no hay vuelta atrás: la rendición de cuentas ya no es una opción saludable, sino una obligación. Y para dar los pasos correctos, convendrá desmontar tres creencias o mitos que nos podrían desorientar:
– Esto no va sólo de grandes empresas, a pesar de que sean éstas las que más aparecen hablando de ello y a las que se refieren la mayoría de los estudios, índices y rankings. También concierne a pymes y medianas. De hecho, la Directiva europea ya marca un calendario por el que las pymes tendrán que empezar a publicar información no financiera sobre sus procesos de gobernanza, políticas, planes de acción y recursos, métrica y objetivos. Es más, los requerimientos que dentro de la directiva se formulen a entidades financieras y grandes empresas afectarán también a las pymes con las que tienen relación (proveedores, distribuidores, empresas participadas, etc.)
– No se trata de crear un departamento que lo gestione y lo haga todo. La sostenibilidad tiene que impregnar de forma vertical y horizontal en la organización. Esto es, venir impulsada desde la dirección para que cale a todos los empleados, y transversal a todos los departamentos, del financiero al comercial, de marketing a recursos humanos.
– No hay una meta concreta, un punto en el que podamos decir que ya hemos cumplido con los objetivos de sostenibilidad. Se trata de actuaciones permanentes dirigidas a cumplir objetivos que siempre estarán ahí, pero evolucionarán y nos obligarán continuamente a reinventarnos y replantearnos. Nunca mejor dicho que este camino se hace al andar.
Pero no todo van a ser obligaciones y responsabilidades, y tampoco se trata de entrar en pánico. Todo tiene un buen propósito, y pocos mejores que hacer un mundo más justo, equitativo y en el que podamos vivir por mucho tiempo. También es evidente que las empresas, principalmente las pequeñas y medianas, necesitarán ayuda y acompañamiento a la hora de introducir los criterios ESG, tanto en su estrategia corporativa como en su operativa diaria. Será fundamental para que la transición sea asumible, satisfactoria y con resultados visibles. El mensaje ahora es que debemos tomárnoslo en serio.
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