Empezamos el siglo teniendo que defender que las empresas tenían una responsabilidad ante la sociedad, en contra de los postulados de Milton Friedman, que en treinta años se habían desgastado mucho pero que eran el tótem de los defensores de un liberalismo que se había demostrado que tenía más de salvaje que de moderado. Sus teorías, como las de la Escuela de Chicago, no han podido resistir la prueba del algodón, si atendemos a la evidente miseria provocada por la puesta en práctica de sus políticas.
Con la crisis que hemos sufrido a partir del 2008, hemos constatado que cuando las empresas solo tienen como grupo de interés al accionariado y se deben meramente a la generación de beneficios, los otros grupos de interés sufren, empezando a menudo por la propia clientela y afectando a la sociedad y, como lamentablemente vemos ahora mismo, provocando impactos muy graves al equilibrio del Planeta.
Si algo puede ser extraído positivamente de las crisis económicas, sociales y ambientales, es que se manifiesta de manera cada vez más nítida que debemos cambiar. El mantra que nos ha guiado todos estos años, el que han divulgado las escuelas de negocios, ahora está en entredicho. Pero detrás de las buenas intenciones de reformar el capitalismo a menudo solo hay palabras vacías. Afortunadamente, más allá de las teorías y de las políticas, hay empresas reales que abordan el reto e intentan desarrollar modelos de éxito a partir de la creación de valor compartido ejerciendo su responsabilidad social.
La RSE todavía no se ha generalizado. Cierto. Pero cada vez hay más organizaciones que integran un compromiso ético y abordan la sostenibilidad. El éxito de una idea empieza cuando muchas empresas, quizás de manera aislada, van integrándola con convicción y normalidad.
Parece que se está imponiendo el relato de que ya no se trata solo de beneficios y accionistas, sino que ahora las empresas tienen que servir a otros grupos de interés, que tienen intereses legítimos, y sin los cuales el futuro de la economía tambalea. Aunque sea desde el relato, asistiremos a cambios espectaculares: hace medio año, el Financial Times abría con la portada “Capitalism. Time for a Reset” y proponía que los negocios tienen que generar beneficios, pero a la vez tienen que servir a un propósito. Aceptar que las cosas no se han hecho bien es un primer paso, especialmente para las grandes empresas y creadores de opinión del mundo económico.
Ahora sería deseable que los que sostienen una respetable visión más liberal no esperen que sea el marco legal el que tenga que marcar la evolución de las empresas, sino que estas pasen de un relato rompedor a unas prácticas disruptivas, repensando el sentido de la empresa hoy e incorporando en la toma de decisiones las inquietudes de una pluralidad de grupos de interés, que pueden mejorar tanto los impactos como el rendimiento corporativo y, en consecuencia, la sostenibilidad empresarial. Estamos hablando de gestión del cambio, no de cosmética, ni de cambios llevados a cabo de manera reactiva, con tacticismo. La carencia de autenticidad se percibe.
Hacen falta muchos más ejemplos de empresas que aborden el reto. Sin casos reales que muestren, además, éxitos en los mercados, todo quedará en la teoría y las buenas intenciones.
Es más, hace falta que las empresas más comprometidas reciban el premio de la clientela y dela sociedad. Pero también hay que generar los espacios de institucionalización. Si debemos hacer un gran salto adelante, tenemos que repensar como conformar un nuevo contrato social que induzca el cambio empresarial y a la vez la manera de abordar los grandes retos de la sociedad, puesto que sin generar sinergias no será posible ofrecer impactos significativos y sostenibles.
Un grupo de empresas de todas dimensiones, creamos ahora hace cinco años una asociación empresarial, Respon.cat, iniciativa para el desarrollo de la responsabilidad social en Cataluña.
Inicialmente bajo los auspicios del Consejo de Cámaras de Comercio de Cataluña y después como asociación independiente. La composición plural nos permite un intercambio interesante de buenas prácticas y de estilos de compromiso. Valoramos como muy relevante que a nivel territorial las empresas se puedan encontrar para fortalecer el sentido empresarial de su compromiso. Cada empresa puede tener grados diversos de intensidad en el compromiso, pero lo que nos une es la voluntad de profundizar mediante el aprendizaje y la innovación. Empresas grandes, medianas y pequeñas, incluso microempresas, sociedades mercantiles y también empresas públicas o no lucrativas, como las que conforman Respon.cat, podemos aprender las unas de las otras y hacer más real la evolución hacia un cambio de paradigma que ponga al día el papel de la empresa en el mercado y en la sociedad.