En el año 2019, ya nadie pone en duda que la Responsabilidad Social Corporativa ha venido para quedarse. Estamos hablando de un valor intangible de sumo interés para todo tipo de organizaciones, ya sean públicas o privadas. Nos referimos a una manera de hacer las cosas, de llevar a cabo la actividad económica diaria de la organización respetando y asumiendo como propios los intereses de los diferentes stakeholders. Lo cual no es una tarea fácil.
Prueba de ello es que todavía, hoy en día, nos encontramos ante empresas o instituciones que llevan a cabo iniciativas aisladas de acción social, filantropía o marketing con causa, bajo el paraguas de la RSC. Asumiendo que dichas acciones esporádicas como la donación de parte de los beneficios o la dedicatoria de horas a actividades de voluntariado por parte de los empleados suponen la práctica de RSC en la organización. Y eso no es así, la RSC va mucho más allá, suponiendo un planteamiento estratégico que afecta al conjunto de la empresa o institución y a sus stakeholders.
Y aunque es cierto que parte de las empresas ya han asumido que la gestión de la RSC debe integrar de manera transversal a toda la organización en su significado más amplio, requiriendo de la implicación de todos los departamentos de la compañía (Comunicación, Marketing, Recursos Humanos, Compras, Producción, Logística, etc.), es todavía, a día de hoy, un reto y un desafío para las organizaciones, especialmente para las pequeñas empresas que creen erróneamente que debido a sus infraestructuras no la pueden llevar a cabo , cuando la gestión de la RSC puede y debe ser adaptada a la idiosincrasia de cada organización.