Cuando en una charla comento que transparencia es una de las palabras de moda, la audiencia generalmente sonríe. Cuando digo que la transparencia en sí misma, por mucha connotación positiva que tenga, no es suficiente, las sonrisas dan paso a una cierta decepción.
Desde Fundación Lealtad llevamos ya casi 20 años trabajando en promover la transparencia Y las buenas prácticas en las ONG. Y digo “Y” porque generalmente nos relacionan solo con la transparencia, pero nuestro trabajo va mucho más allá. Entendemos transparencia y buenas prácticas como dos caras de una única moneda, dos piezas de una maquinaria que son inseparables, que están intrínsecamente relacionadas y que no funcionan la una sin la otra.
Digamos que la transparencia es la parte fácil de la ecuación. Al fin y al cabo ser transparente podría resumirse en poner información a disposición de nuestros públicos. Por supuesto requiere un esfuerzo primero para recoger información completa y relevante, después para elaborarla de forma comprensible y coherente y por último para crear sistemas y soportes que la pongan a disposición de todos. Las nuevas tecnologías y los sistemas de gestión de la información facilitan todos estos pasos.
Pero ¿y lo que está detrás de esa información? La forma en la que la que cada entidad se gestiona y toma sus decisiones, sus prácticas de buen gobierno, sus políticas y procedimientos en todos los ámbitos de la organización son la otra cara de la moneda, y lo que realmente define si una organización es sólida y confiable.
Los estándares con los que venimos trabajando desde Fundación Lealtad –los 9 Principios de Transparencia y Buenas Prácticas– se concretan en 43 indicadores. Pues bien, 10 indicadores son de transparencia y todo el resto, 33, corresponden a buenas prácticas. La proporción lo dice todo, pero veamos ejemplos.
Se considera transparente que una entidad publique quién forma su órgano de gobierno; si además añade una breve presentación de cada miembro aún mejor. Pero tan importante, o quizá más, es que ese órgano de gobierno cumpla de forma adecuada sus funciones, siendo activo y participativo, renovándose periódicamente y tomando sus decisiones con independencia.
Otro ejemplo: una ONG crea una sección de transparencia en su página web en la que cuelga sus cuentas anuales, pero ¿hay una política de control de gastos o de selección de proveedores? ¿Elabora un presupuesto anual y después analiza las desviaciones? ¿Sus inversiones cumplen unos criterios de prudencia? ¿Su financiación está diversificada? Y otras muchas preguntas que nos planteamos. La palabra transparencia pierde su significado si no está soportada por unas prácticas de gestión sólidas en cualquier tipo de organización.
Mientras que consultar una página web no lleva más de 1 hora, nuestro análisis para conceder el Sello ONG Acreditada requiere el trabajo de un analista durante varias semanas porque vamos más allá de la transparencia y nuestro análisis se centra, y mucho, en esas buenas prácticas que se concretan en 33 indicadores… Nosotros hacemos el trabajo y lo ponemos a disposición pública. Si estás leyendo esta tribuna, te animo a buscar el Sello, te garantizará que la ONG que lo ostenta es mucho más que transparente.
Y por cierto… ahora que todos hablamos en términos de ODS y ponemos en nuestras páginas web y memorias los logotipos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible en los que trabajamos, no caigamos en la misma trampa y expliquemos y rindamos cuentas sobre cómo estamos trabajando en cada ODS. También aquí, hasta la transparencia… ¡y más allá!