Javier Fernández Aguado acaba de publicar en la colección que la editorial creó con su nombre, el libro Liderar en un mundo imperfecto, en el que explica cómo liderar una organización superando sus imperfecciones y qué aptitudes debe adquirir un directivo para afrontarlas. Un método aplicable al mundo empresarial, a la vida diaria de cualquier persona y a la Responsabilidad Social.
Fernandez Aguado es experto en gobierno de organizaciones y personas; Socio Director de MindValue, firma especializada en servicios profesionales para la Alta Dirección, titular de la Cátedra de management de Fundación Bancaria la Caixa en IE Business School, y Director de Investigación de ECUCIM. Además, es miembro del club de pensadores españoles, Top Ten Management Spain. Fue elegido por Sergio Casquet como uno de los diez intelectuales españoles más reputados en su libro Pensadores españoles universales.
¿Cómo ha visto la evolución de las grandes empresas durante estos años de crisis respecto a su estilo de management y liderazgo?
Detecto en muchos directivos españoles gran capacidad de flexibilidad y adaptación. El directivo español, en una época de crisis, es más experto en encontrar soluciones que uno germano. Por el contrario, muchos desarrollan tendencia al pesimismo y a la autoflagelación. ¡España sigue siendo uno de los referentes a nivel mundial y sigue creciendo! Somos un país sólido con grandes profesionales. Que haya ovejas negras, gente aprovechada, holgazana o reticente a la reflexión y a la brega, no debería nublar la visión de los muchos que luchan por mejorar.
¿Cómo ha vivido la evolución de la Responsabilidad Social Empresarial?
Es un concepto antiguo, reinventado. A comienzos del siglo V, San Agustín se preguntaba en La ciudad de Dios: “Si eliminamos la justicia, ¿en qué se convierte un reino sino en una cueva de ladrones?”. Traducido más libremente: ¿Qué es una organización sin ética? ¡Una cueva de ladrones! La RSC no es algo que puedo o no puedo tener. Una organización sin ética conduce al fracaso, quizás no desde el punto de vista económico, pero sí desde el personal. Uno puede ganar mucho dinero sin ética, pero fracasará como persona y su existencia, juzgada globalmente, será un fiasco.
¿Cómo se puede ser lo más coherente posible en este mundo tan imperfecto?
La responsabilidad social es el espejo en el que personal y colectivamente debemos mirarnos cada día para preguntarnos si somos decentes. Erasmo de Róterdam escribió que llevamos los defectos en dos alforjas: los ajenos en la de delante y los propios en la de atrás. Todos tenemos una perversa claridad para señalar a los demás, pero somos torpes para definir y establecer cuáles son las áreas personales de mejora.
¿Qué podemos encontrar en su nuevo libro?
El libro está dividido conceptualmente en tres partes complementarias. Una primera es la explicación de un modelo de diagnóstico que creé en el año 2001 y que he aplicado con éxito a docenas de organizaciones públicas y privadas en muchos países. En la segunda desgrano cuatro habilidades que, en mi opinión, debe adquirir un directivo: prudencia, justicia, fortaleza y moderación. Y la tercera recoge experiencias de multinacionales norteamericanas y mexicanas que han utilizado mi metodología.
En el libro habla de la actitud de buscar oportunidades a lo imperfecto, ¿podría poner un ejemplo?
Hace algún tiempo, viajé con mi familia a Quintanilla del Agua, en Burgos. Llegamos a un enclave donde habían reconstruido un pueblo español de finales del XIX. Los responsables de aquello eran unas familias que se dedicaban a la cerámica. Cuando comenzó la crisis se acabaron las ferias de cerámicas y decidieron construir una aldea, con un colegio, una herrería o una zapatería de finales del siglo XIX. Esas familias se reinventaron y hoy en día tienen un buen negocio, pues son cientos las personas que acuden a visitarlo. Hay gente que llora por la leche derramada y hay otros que se esfuerzan proactivamente para que no se les aplique el principio de Tagore: “Las lágrimas por haber perdido el sol te impedirán ver las estrellas”.
Comenta también en el libro de hábitos fundamentales como la confianza, un concepto ligado a la comunicación y a la credibilidad en un momento en el que todo es cuestionable.
Hay personas que con dos simplezas piensa que sabe de Responsabilidad Social Corporativa y son temas muy profundos, en los que nos va la vida. Hay que profundizar, formarse. También es preciso considerar seriamente que la confianza que reclamamos a los demás, la recibiremos cuando nosotros la entregamos. Lo más importante de cara al futuro es generar y recibir confianza. Somos exigentes para reclamarla, pero no se genera si nosotros no cumplimos con la palabra dada.
Las corporaciones viven mucho en el corto plazo. Muchos directivos dicen tener claro lo que tienen que hacer, pero luego afirman que no es posible porque les puede perjudicar al trimestre.
Resulta indispensable desarrollar prudencia: ver lejos. La ética y la responsabilidad social son una apuesta de futuro. El atajo de no respetar la ética es más rápido en el corto plazo. Pero en el medio, las corporaciones sólidas son aquellas que se han empeñado en respetar la ética.
Según varios indicadores, cada vez la desigualdad es mayor entre lo que ganan los altos cargos de las empresas y lo que ganan los empleados.
Nunca el mundo ha estado tan bien como ahora. Hay diferencias salariales, pero son inferiores a las que ha habido históricamente. También hay que considerar que si un emprendedor genera docenas de miles de puestos de trabajos y crea marcas ejemplares a nivel mundial, como Amancio Ortega, es absolutamente razonable que se enriquezca. Que, además, sea generosa y lo revierta socialmente, me parece ejemplar. Es bueno que haya una razonable igualdad, pero no debe implicar eliminar la libertad porque entonces no podremos distribuir riquezas, sino miseria, como siempre hacen los comunistas cuando alcanzan el poder. La libertad implica riesgos, pero es siempre mucho mejor que el control. A quien tenga dudas, le sugiero la lectura de ¡Camaradas! De Lenin a hoy, de LID Editorial. Un dato: los comunistas de Lenin en los que se inspiran algunos populismos contemporáneos ayunos de inteligencia o de buena voluntad (o de las dos cosas) asesinaron a más gente en seis meses que los zares en ochenta años.
Las empresas del cuarto sector procuran ser las mejores empresas para el mundo, pero también necesitan ser rentables. Esto conlleva dificultades para incrementar su tamaño o su sostenibilidad económica frente a los métodos tradicionales. ¿Cómo manejar esto?
Las personas no somos perfectas. Incluso en el modelo supuestamente más emblemático van a surgir contradicciones. Si queremos un mundo corresponsable, tenemos que crear organizaciones que permitan comportarse bien y que ellas mismas se inclinen hacia el bien. Paralelamente tenemos que proporcionar una formación para que cada uno extraiga el ángel, y no el diablo que todos llevamos dentro. Esto sucede en corporaciones pequeñas, grandes y medianas. Todo depende de las personas que las piloten.