La actual crisis se diferencia de las anteriores por una disponibilidad de financiación sin límites para los países y las empresas, esta circunstancia ha hecho que la deuda a nivel global aumentara hasta el 365% desde el 320% anterior a la pandemia. Los gobiernos han visto como las restricciones de movilidad y el cese de actividad han hecho caer sus ingresos fiscales al mismo tiempo que aumentaban sus partidas destinadas a ayudas al desempleo y aumento de los gastos sanitarios. Así las administraciones públicas han asumido el grueso de las dificultades del sector privado a expensas de un aumento del déficit público. Igualmente, relevante ha sido el papel de los Bancos Centrales, que han inundado los mercados de liquidez permitiendo que tanto empresas como Estados se financien a tipos muy bajos.
Ante esta situación algunos analistas sostienen que las medidas monetarias y fiscales adoptadas por los encargados de la formulación de políticas para contrarrestar los efectos de la pandemia podrían llevar a que Occidente siga el camino de Japón. Para hacer que la deuda sea sostenible es necesario que los países mantengan un crecimiento constante de sus horas trabajadas, principalmente por la incorporación de mano de obra al mercado laboral y con aumentos de productividad. El crecimiento de esta última ha venido cayendo las últimas décadas alcanzando su pico a mediados de la década de los 60. Ante este escenario no hay que descartar que en la próxima década podríamos asistir a un acuerdo entre los Bancos Centrales mundiales para ver cómo se cancela con criterios objetivos parte de la deuda que duerme en sus balances.
Si bien a mediados de la semana pasada parecía cobrar fuerza la posibilidad de que el BCE levantase la prohibición de pago de dividendos que la institución estableció en el mes de marzo a la banca, como consecuencia de la crisis desatada por el Covid-19, el viernes comenzaba a enfriarse esta posibilidad al informar fuentes del BCE de que se valoraría cada caso, individualmente, por los supervisores bancarios. Este nuevo jarro de agua fría al sector, que ya comenzaba a ver la llegada del final del veto, ha tenido continuidad este lunes con declaraciones del Fondo Monetario Internacional en las que pedía que se mantuviese esta limitación de pago de dividendos a la banca, mientras no empecemos a vislumbrar que la recuperación económica está encaminada. Habrá que estar atentos a las noticias de los próximos días, si bien no se espera un pronunciamiento oficial del BCE antes del 11 de diciembre.