Desde tiempos inmemoriales el ser humano ha estado usando este planeta como una inagotable fuente de recursos naturales, incluso en las últimas décadas, en las que ha quedado patente que la gran mayoría son finitos. Casi todos hemos buscado nuestro propio bienestar individual sin mirar las consecuencias. Hasta este año.
La pandemia de la COVID-19 ha sido, y sigue siendo, un duro golpe para los habitantes de todo el planeta. No sólo por la gran cantidad de personas que el virus se ha llevado por delante, ya más de un millón, sino por la inmensa crisis socioeconómica que está desencadenando y que no para de crecer.
Para muchos ha sido una terrible cura de humildad que les ha servido para tomar conciencia de la necesidad de vivir en un mundo sostenible. Las medidas de aislamiento han traído un periodo de sosiego y reflexión, para lo personal pero también para lo corporativo y social. Y somos unos cuantos los que coincidimos en la necesidad de reorganizar nuestro sistema económico para reconstruir el futuro.
En poco tiempo hemos sido capaces de transformar hábitos y valores. Tenemos un mayor interés en mejorar el medio ambiente y en vivir en un mundo sostenible porque estamos viendo cómo la naturaleza nos está pidiendo un cambio de rumbo.
A todo ello hay que añadir el hecho de que nuestro modelo económico está tremendamente desequilibrado y que ha ahondado en la brecha social. Es decir, creemos que es el momento más adecuado para plantear un reajuste que aspire a provocar cambios profundos que desemboquen en un futuro sostenible.
Es este un camino lleno de oportunidades. Así lo vemos, por ejemplo, en el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia presentado por el Gobierno hace unos meses e inspirado en la Agenda del Cambio, en la Agenda 2030 y en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas. Éste va a movilizar en los próximos tres años el 50% del total de los recursos con los que cuenta España, cerca de 140.000 millones de euros. Para facilitar la transición digital y la transición ecológica, condiciones imprescindibles de la UE, la inversión ‘verde’ representará más del 37% del total del Plan y la digitalización cerca del 33%.
Parece claro que seguir estos caminos de sostenibilidad, innovación y excelencia pueden ayudarnos no sólo a sobrevivir a los duros momentos que se nos han presentado, sino también a perdurar en el tiempo y a progresar. Y es por eso que todas las organizaciones, públicas y privadas, deben buscar fórmulas eficaces para reinventarse preparándose para el futuro.
¿Cuáles son esas fórmulas? Principalmente aquellas que introducen modelos de gestión transformadores, que abarquen desde la definición de un propósito que beneficie a la sociedad, pasando por la captación y gestión del talento, el respeto y consideración de todas las partes interesadas. También la innovación en productos, servicios, procesos, la transformación de la cadena de valor, la adaptación de la cultura, el adecuado uso de los datos con la debida tecnología, la gestión de los riesgos (incluyendo los digitales) o la medición de las percepciones de los resultados, reputación e intangibles de una organización.
Modelos como el de la EFQM, impulsado en España por el Club Excelencia en Gestión, que se ha reinventado para afrontar el entorno VICA (volátil, incierto, complejo y ambiguo) en el que nos movemos, y nos ayuda a prepararnos para el futuro. Es un sistema útil para gestionar de una manera adecuada a todos los grupos de interés de una organización, para introducir y desarrollar el ámbito tecnológico y para transformar de forma asumible la cultura empresarial y el modelo de negocio.
Esto incluye fórmulas de buen gobierno en las que están muy presentes la diversidad y la inclusión para reflejar todas las tendencias sociales. Un sistema de liderazgo que mira hacia los ODS, que promueve la sostenibilidad en todos los niveles de la organización, que estimula el bienestar social, el talento de las personas y el crecimiento ordenado como soporte a la economía circular.
Es una opción que construye organizaciones más resistentes y preparadas, abiertas a posibles alianzas que fortalezcan el ecosistema y el entorno social en el que se mueven. En definitiva, una vía muy necesaria para reconstruir nuestro futuro en estos tiempos convulsos