En los últimos años, los sectores culturales y creativos se han consolidado como un relevante agente dinamizador desde el punto de vista social, económico y ambiental. A través de la cultura, conseguimos avanzar hacia territorios y sociedades más cohesionadas, se contribuye a la convivencia cívica y se incrementan los sentimientos de experiencias colectivas. Además, fomenta de forma directa el derecho a la participación en la vida cultural de las personas, generando cohesión social y territorial, y favoreciendo sociedades más sensibles y reflexivas
Sin embargo, este valor tan importante para la creación de sociedades más justas, equilibradas e inclusivas, al tener un carácter más intangible, es difícil de medir, lo que ha podido resultar en una percepción sesgada o incompleta de la incidencia real de la cultura.
La falta de identificación del impacto transversal que genera la cultura ha generado una visión sesgada y parcial de su importancia para desarrollarnos como sociedad. Esto ha dificultado las relaciones con la administración pública o el acceso a capital público o privado inicial, entre otros, repercutiendo directamente en su capacidad de resiliencia y convirtiéndole en un sector vulnerable ante las diferentes crisis.
Tanto en la pasada recesión financiera de 2008, como con la crisis derivada de la COVID-19, los sectores culturales y creativos se vieron enormemente damnificados, e incluso paralizados, fruto, en parte, de la falta de reconocimiento de su importancia en la sociedad, repercutiendo directamente en una respuesta insuficiente por parte de las administraciones públicas y diferentes sectores socioeconómicos.
Por todo esto, es fundamental avanzar hacia modelos de medición de impacto que identifique el impacto real y la transversalidad de la cultura y los sectores que lo integran.
Los procesos de medición de impacto brindan información muy valiosa para conocer el estado de la situación, identificar espacios de mejora o facilitar la puesta en valor de externalidades positivas de actividades o entidades que integran un sector.
La escasez de datos, evaluaciones e información que justifique los impactos positivos de las actividades que integran los sectores culturales y creativos, han dificultado el reconocimiento de la cultura como bien en sí mismo, y como actividad que genera una gran dinamización social, ambiental y económica.
Reflexiones sobre los impactos de los Sectores Culturales y Creativos
En este sentido, desde la Fundación Gabeiras, en colaboración con el departamento de Sostenibilidad y Empresas con Propósito de Gabeiras & Asociados han publicado las Reflexiones sobre los impactos de los Sectores Culturales y Creativos, un documento con el que se pretende avanzar en el establecimiento de parámetros contrastados que permitan medir de forma certera el impacto transversal de la cultura en España, un proceso fundamental para poner en valor la capacidad transformadora que puede tener un sector en el medio en el que se desarrolla.
El documento propone un método de medición basado en la transversalidad y clasifica los impactos en dos tipos.
Por un lado, la cultura genera unos outputs o resultados sociales, económicos y ambientales con su actividad. Se trata de unos resultados de la actividad tangibles y medibles en el corto plazo, como, por ejemplo, el número de empleo generado, el número de mujeres que integran el equipo, el gasto en el territorio, el empleo generado la cantidad de emisiones de carbono derivadas de la actividad, los residuos generados…
Pero, además, la cultura ha demostrado a lo largo de la historia su capacidad para producir transformaciones o outcomes sociales en el entorno. Estas transformaciones tienen un carácter intangible, identificable en el medio/largo plazo, y es fundamental atender a ellas y medirlas. De esta manera, el documento clasifica diferentes categorías de impacto de la cultura para: mejorar la salud y el bienestar; contribuir a la calidad de la educación; favorecer sociedades más igualitarias e inclusivas; transformar favorablemente los territorios y generar ecosistemas cohesionados y justos; salvaguardar los legados y la memoria colectiva.
De esta manera, se puede apreciar como la cultura se convierte en un agente esencial para contribuir e impulsar el desarrollo sostenible y a la Agenda 2030, tanto desde la perspectiva de resultados como de transformaciones.
Atendiendo a una metodología de medición output-outcome conseguimos hacer una aproximación realista de los impactos de la cultura y su transversalidad, así como su capacidad para contribuir al desarrollo sostenible.
No obstante, queda mucho camino por recorrer si queremos establecer y unificar un sistema de medición que nos permita medir los impactos reales y transversales que genera la cultura.
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