Empecemos por hablar del concepto de impacto social.
Si atendemos a definiciones procedentes de organismos multilaterales como la ONU, la UNESCO o el Banco Mundial, la idea de impacto social siempre gira en torno a la idea del efecto de una organización en la sociedad, sea positivo o negativo. Aquí, ese efecto viene descrito como los cambios en el bienestar de las personas, comunidades o medioambiente. Cambios que pueden ser favorables o perjudiciales, lógicamente.
Esto, que parece una obviedad y plantea un enfoque profundo, equilibrado, realista y permite mejorar lo que somos o lo que hacemos, sin embargo, está siendo paulatinamente sustituido por otro concepto bastante más complaciente (perdonad la asertividad) pero con menos capacidad para ponernos delante de un espejo y apostar por el cambio, la evolución y la mejora.
En efecto, pareciera que nos inclinamos, a poco que uno lea y profundice más allá de la superficie, por enfoques centrados en reconocer en exclusiva el valor positivo que generamos y poder contarlo de forma ordenada y legitimada por terceros hacia los actores con interés en la organización y la sociedad en su conjunto.
Esto, que es completamente defendible y muy beneficioso porque es una apuesta por la transparencia y por una mirada más allá de lo que fabricamos o vendemos, visibilizando los efectos que generamos en nuestra cadena de valor. Sin embargo, se queda claramente corto si además pretendemos realizar de forma responsable un ejercicio de rendición de cuentas hacia los poderes públicos, aliados, accionistas, trabajadores o hacia la ciudadanía.
Bajo mi punto de vista, existe un espacio amplio donde la responsabilidad social (ESG o cualquier otra terminología que adoptemos) puede y debe comprometerse de forma seria con la transformación y la mejora al margen de reconocer y certificar incluso el valor aportado en términos de impacto social. En ese sentido, no es el motor de la organización, pero sí puede ejercer de mapa y volante del vehículo ayudando a establecer la hoja de ruta de las organizaciones.
Sin embargo… ¿Qué es el impacto social para las organizaciones cuya misión es el impacto social?
Disculpad la redundancia, pero creo que es importante no perder el foco cuando nos referimos al impacto social bien en administraciones públicas, organizaciones del tercer sector o en el ámbito de la responsabilidad empresarial cuando se desarrollan programas de intervención social. ¿Nos puede valer el mismo enfoque y métodos?
En ese sentido, creo que es necesaria una reflexión sensata sobre la tiranía de la certificación, esto es, la necesidad de acudir a la cuantificación de nuestros efectos de forma que, al final, el volumen de cambios acaba siendo más relevante que el tipo de cambios y por qué se producen. Como parte de mi vocación profesional y el trabajo que realizamos en Possible Lab, medir es una meta irrenunciable, pero mi mayor preocupación es que acabemos sin saber exactamente qué medimos, cómo lo medimos, o si lo que medimos es, o no, un resultado atribuible de nuestra intervención.
Porque esta es la clave que nos debe ayudar a diferenciar cómo abordar el impacto social de este tipo de organizaciones. Conocer de forma rigurosa y comprensiva los resultados de nuestros programas es, de hecho, la mejor forma de aproximarnos a una medición seria de nuestro impacto social.
Si optamos por la píldora roja, emprenderemos un camino que nos permitirá diagnosticar una realidad antes de pretender intervenir en ella; realizar un monitoreo serio de nuestras actividades para conocer lo que hacemos y producimos en nuestros programas; definir nuestra propia Teoría del Cambio como guía de nuestra estrategia y proyectos; y, por último, podremos hacer evaluaciones de impacto que nos permitan asegurar, esta vez sí, qué nos podemos atribuir de esos efectos que, aparentemente, se producen en torno a nuestra intervención.
Porque para nosotros recoger numéricamente hechos o realidades no es suficiente. Podemos y debemos, en mi opinión, entender por qué y cómo se producen esos supuestos cambios, hallar el efecto neto que generamos en las personas y comunidades en las que intervenimos y sentar las bases para mejorar nuestras intervenciones y multiplicar el impacto social que generamos.
A modo de síntesis, son dos los cuestionamientos que, para todas las organizaciones y especialmente aquellas que apuestan por la transformación social a través de sus intervenciones, deberían recibir una respuesta:
- ¿Puedo ignorar los efectos globales de mi organización?
- ¿Puedo conformarme con una mera aproximación a mis resultados sin saber si proceden de nuestro trabajo y sin entender cómo se producen?
Afrontar estas preguntas es nuestra elección. Y es una elección muy relevante, puesto que por el mero hecho de tratar de hallar una respuesta ya habremos comenzado el camino.
Este artículo forma parte del Dosier Corresponsables: Medición y Comunicación del Impacto Social, en colaboración con Possible Lab.