A través de la fotosíntesis, las plantas obtienen de la atmósfera el carbono que se presenta asociado al oxígeno formando CO2, el principal gas de efecto invernadero. La reforestación es, por tanto, una estrategia adecuada para retirar CO2 de la atmósfera. Pero no es la más efectiva y, además, es importante conocer algunas cuestiones para respetar el principio de veracidad y transparencia en la comunicación.
A este respecto, lo primero que debe saber una empresa que quiera embarcarse en la creación de un sumidero forestal de carbono es que es imposible estimar con exactitud las absorciones que tendrán lugar. Como el propio Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico (MITERD) reconoce, la capacidad de absorción se ha estimado a partir de una revisión bibliográfica de trabajos realizados con metodologías diferentes. Éste el primer punto débil, pero no el principal. Lo fundamental es que, si hay una elevada mortalidad, el carbono capturado hasta entonces por los árboles volverá a la atmósfera. Por tanto, es obvio que la cantidad de gas absorbido dependerá de cuál sea al cabo de los años la supervivencia de los árboles. Pero la normativa del MITERD no plantea una primera revisión de supervivencia hasta pasados cinco años de la plantación; además, los requisitos establecidos para dicha revisión son muy poco exigentes. Si al realizarla se comprueba una alta mortalidad, muy probablemente no habrá impacto ninguno sobre los efectos de la comunicación que cinco años atrás la empresa hubiera realizado a sus públicos de interés, ya que no es realista pensar que vaya a contar a esos mismos públicos que lo que presentó como una acción ejemplar haya sido, en realidad, un fracaso.
En los primeros años tras la siembra de las semillas o la plantación de los plantones, existen serias amenazas que comprometen el éxito de la reforestación. Las principales son la falta de agua y los animales herbívoros que depredan sobre las semillas y plantas (herbivoría). Además, en cuanto a las semillas, suele haber un gran porcentaje que ni siquiera llega a germinar. Hay dos estrategias para afrontar esta realidad que no son incompatibles entre sí. Una de ellas es plantar o sembrar más árboles y arbustos de los necesarios para obtener la cifra objetivo de absorción. La otra es efectuar trabajos de mantenimiento que disminuirán la mortalidad. Los más destacados son el riego y la protección frente a la herbivoría. El riego será especialmente necesario en verano, al menos en la España seca, que abarca tres cuartas partes del país. Sin riego suficiente, la mortalidad puede sobrepasar holgadamente el 50 por ciento. La protección contra la herbivoría puede hacer necesaria la instalación en torno a cada árbol de una segunda protección más alta cuando los plantones hayan crecido por encima del primer protector, o bien la creación de una zona de exclusión del ganado y grandes herbívoros mediante la instalación de un cercado perimetral en torno al área plantada.
Ambas estrategias encarecen la reforestación. Si la empresa que financia la plantación para compensar CO2 quiere asegurarse de que los árboles sobreviven, debe pedir un plan de trabajos de mantenimiento y cerciorarse de que se llevan a cabo.
Reforesta sabe lo que cuesta sacar adelante una reforestación, ya que invertimos tantos recursos en el mantenimiento como en la propia plantación. Es preciso tomar las precauciones necesarias para evitar que las malas prácticas puedan desincentivar la plantación de árboles y arbustos autóctonos, la cual, además de mitigar el calentamiento global, proporciona otros muchos beneficios ambientales.
Este artículo forma parte del Dosier Corresponsables: Día Mundial del Medioambiente, promovido por Ayuda en Acción dentro de su proyecto #1Planet4All, financiado por la Unión Europea.