Intento de ser una empresa comprometida, aunque siempre se queda uno corto y nos gustaría poder hacer más.
Intento de ser una organización igualitaria, aunque es imposible ser igualitarios cuando en la sociedad y en los hogares aún queda tanto por hacer. Sentimos que por mucho que hablemos (y que hagamos) por la conciliación vida familiar-trabajo, es aún una gota en el océano.
Intento de ser solidarios, aunque la falta de recursos, de dinero y de tiempo, nos hace sentirnos frustrados por no poder avanzar más.
Intento de ser democráticos en la toma de decisiones, aunque sabemos que es imposible contentar a todos.
Intento de ser equitativos, aunque es una quimera la imparcialidad absoluta y la igualdad y la equidad a veces son conceptos en las antípodas. ¿Se premia a todos por igual –igualdad- o se premia en función de los méritos –equidad-?
Intento por ser una empresa fiel a los principios y la vocación al cliente, aunque muchas veces el cliente no tiene la razón, o su único juicio es “lo más barato”.
Las organizaciones del S.XXI nos pasaremos muchos años en el experimento, en la tentativa, en la tendencia… pero aunque no lo lleguemos a ver en nuestras vidas profesionales, las generaciones que estamos tomando las decisiones ahora, estamos asentando un nuevo modelo de relación empresarial. La Economía del Bien Común, ha sido para nosotros el estándar de gestión empresarial en el que “el intento de ser mejores” se hace ciencia.
RSC y bien común
Llevamos ya algunos años hablando de Responsabilidad Social Corporativa, y algunos más ejerciéndola (aún antes de tener el nombre) pero aún parece que estamos empezando. El modelo de sociedad que se avecina, da mucho en qué pesar sobre el mundo que estamos construyendo para las generaciones venideras.
Nosotros somos los hijos del baby boom de los sesenta y setenta, no hemos podido ir más rápido. Crecimos el mito de los yupies y el pelotazo de los ochenta y maduramos en el 2008 como quien se despierta de un espejismo y que vivimos ya cargados de hipotecas, hijos y responsabilidades. Nos sentimos responsables de mejorar lo heredado y dejar mejor herencia, no en cantidad, que hace tiempo que asumimos que tendremos menos que nuestros padres y que el crecimiento infinito es imposible, sino, en calidad, porque es lo único en lo que tenemos poder de influencia.
Nuestras empresas viven un momento de profunda transformación. Tratamos (de nuevo ese verbo que es una intencionalidad cierta, aún con dudoso éxito) de preservar unos valores universales de libertad, respeto, igualdad, sostenibilidad medioambiental y desarrollo económico. Parece de sentido común, pero ni el comunismo ni el capitalismo imperante en el pasado siglo han demostrado responder a la necesidad real de bienestar y felicidad.
Movimientos como la Economía del Bien Común tratan de acercar estos pilares y ponen sistemas de medición para que sirva de modelo y para que los mercados (es decir, nosotros los consumidores) conozcamos lo que hay en la “trastienda” de las empresas. Para ofrecer información y poder tomar decisiones responsables en cada uno de nuestros procesos de compra. Una transparencia esmerilada en el caso del mundo virtual, en los que por no saber, no sabemos ni dónde están, ni a quién pagan impuestos o qué se hace con sus beneficios.
Como empresa auditada en el Balance del Bien Común, creemos que el desarrollo económico puede ser compatible con el respeto al medio ambiente. Y que no es malo tener beneficios, si éstos se utilizan con responsabilidad y conciencia social. Creo que pedir a los trabajadores responsabilidad y productividad, no tiene como finalidad solo sacar más dinero, sino que debe ser integrada en la filosofía de empresa para superarse cada día como individuos, no solo porque me paguen sino porque cada uno, en su puesto, con su función, trata de ser excelente para sí mismo. Y ese mismo poder lo tenemos como consumidores eligiendo los productos y servicios que contribuyan a construir el mundo que queremos para el futuro.