Las ferias profesionales son una parte integral del mundo empresarial. Su valor como instrumento para generar conexiones y relaciones comerciales exitosas es indiscutible. Sin embargo, su carácter efímero y la gran cantidad de recursos y personal que mueven ha hecho que parte de ese valor se vea ensombrecido por su fama de ser un sector muy contaminante y “poco sostenible”.
Esta espada de Damocles se ha cernido sobre el sector de eventos y lo cierto es que, comparado con otros como el del petróleo, el textil o el alimentario, este solo genera el 10% de las emisiones de CO2 mundiales.
Dentro de los tipos de eventos posibles, las ferias profesionales son uno de los que más avances en términos de sostenibilidad ha realizado en los últimos años.
En este salto hacia el camino sostenible ha sido fundamental, primero, una concienciación clara por parte del sector y, luego, una alineación de todos los players que intervienen en la creación de una feria.
El primer gran paso del sector respecto a la sostenibilidad fue la creación de la iniciativa de Net Zero Carbon Events de la mano de JMIC (Joint Meetings Industry Council). Esta se lanzó en el 2021 y ha permitido poner sobre la mesa los principales problemas a los que se enfrenta el sector para lograr ese ansiado Net Zero en el 2050. Y lo ha hecho de una manera muy práctica, creando comisiones especializadas en cada una de las áreas y estableciendo una hoja de ruta con consejos y guías para la industria.
Pero la importancia de esta iniciativa reside, más allá de esta hoja de ruta, en conseguir crear un ecosistema colaborativo entre todos los players, en el que se han consensuado las principales conclusiones y cada parte se ha comprometido a actuar.
Esto ha permitido que, a día de hoy, la sostenibilidad en las ferias tenga un discurso unificado y que los conceptos clave al respecto de la misma estén claros, evitando dobleces y dando credibilidad al sector.
Hoy en día, cuando hablamos de sostenibilidad en el sector ferial, no debemos olvidar que nos referimos a tres dimensiones: la social, la económica y la medioambiental. Todas ellas tienen la misma importancia y el mismo peso, pero es cierto que, por el carácter efímero que comentábamos al inicio, en el mundo ferial se ha priorizado históricamente la dimensión medioambiental.
En esta dimensión encontramos cinco grandes áreas de intervención. Aquellas que tienen que ver con la energía, las que se relacionan con la producción y la generación de residuos, las que están vinculadas al catering y aquellas que afectan a la logística de materiales, el alojamiento y los viajes. Para todas ellas, y gracias a iniciativas como Net Carbon Events, se han desarrollado manuales y guías de mejores prácticas en estos ámbitos.
Sin embargo, más allá de las iniciativas vinculadas al medioambiente, las ferias tienen la oportunidad de intervenir también en aspectos sociales y económicos. Aquí cobran especial importancia aquellas acciones enfocadas a fomentar la economía local, por ejemplo, incentivando la contratación de proveedores de la zona o promoviendo acciones de legado para las ciudades donde se realizan las ferias.
En cuanto a la intervención social, las alternativas son muy amplias y abarcan desde acuerdos con ong´s para la donación de materiales sobrantes de la propia feria o de parte del importe de las entradas hasta la contratación de empresas que den oportunidades a personas en riesgo de exclusión.
En otro orden de cosas, el sector es consciente de que la sostenibilidad es un valor transversal que abarca todo el proceso de una feria, desde su creación hasta su desmontaje final. En cada una de estas fases tenemos la oportunidad de llevar a cabo un gesto que reduzca el impacto de nuestro evento. Desde la elección del sitio, el diseño de los espacios o la logística de desmontaje que organicemos, todo cuenta.
Pero esa transversalidad no solo aplica a las fases de una feria. El resultado sostenible de esta también es responsabilidad de los organizadores feriales, los operadores, los venues, los expositores y los asistentes. Cada uno de ellos debe intervenir en su parcela para intentar minimizar su impacto.
Los organizadores, por ejemplo, ofreciendo a los expositores packs de participación sostenible; los operadores, asegurándose de que su cadena de valor cumpla con una serie de requisitos sostenibles; los venues promoviendo el uso de la energía renovable; los expositores, optando por materiales sostenibles en la creación de sus stands, y los asistentes, con prácticas sostenibles respecto al transporte, por ejemplo. Estos son solo algunos ejemplos, pero hay infinitos.
En definitiva, el ecosistema de ferias es complejo por la cantidad de players que intervienen. Por eso, es fundamental que las líneas de actuación sean claras y que cada parte tenga una hoja de ruta nítida y asuma una responsabilidad. Solo así el resultado sostenible de una feria se multiplicará.
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