Desde que comenzó el confinamiento motivado por la crisis del coronavirus hace algo más de seis semanas, aquellos afortunados que hemos podido realizar nuestro trabajo desde casa nos hemos sorprendido positivamente por lo que nos permite la tecnología: trabajar desde cualquier lugar con la misma eficiencia o mayor, mantener una comunicación fluida con los clientes y colaboradores, y producir al mismo ritmo de siempre.
Sin embargo, realizar un análisis del efecto de la pandemia en el mundo del trabajo debe considerar todas las realidades. Las medidas de paralización total o parcial de la actividad productiva afectan en todo el mundo a casi 3.300 millones de trabajadores y el equivalente a un 36% de la población activa mundial trabaja en sectores que se verán gravemente afectados, como la hostelería, el turismo o la automoción, según recoge el informe de la OIT “El Covid-19 y el mundo del trabajo”.
Pero, ¿cómo veíamos el futuro del trabajo antes de la pandemia y cómo se verá afectado una vez amaine la tormenta? Como apuntan los expertos, al igual que tras una guerra, tocará reconstruir.
Antes del inicio de esta pandemia en diciembre de 2019, organizaciones como la OCDE, World Economic Forum o la OIT publicaron extensos informes sobre el futuro del trabajo, que dibujan un escenario laboral moldeado por la transformación tecnológica, la globalización y el crecimiento demográfico que requerirá empleos nuevos, habilidades digitales y mayor capacitación.
Hoy en día, la crisis causada por la COVID-19 por un lado añade más presión sobre el mercado laboral destruyendo empleos, y mayor presión sobre el sistema de seguridad social, pero por otro puede ser un catalizador de las soluciones que ya vislumbrábamos antes de la crisis como la aceleración de la digitalización, la flexibilización del trabajo o el uso de entornos online.
Mas allá de estos cambios evidentes que ya estamos experimentando, si buscamos similitudes históricas podemos entender cómo una depresión global causada por una epidemia o por una guerra ha podido afectar a los salarios, al poder de negociación de los trabajadores o a generar un cambio cultural que afecte a la manera en la que nos relacionamos en el entorno laboral.
En el caso de la Peste Negra de 1348, historiadores estudiosos de la época afirman que los gremios de trabajadores en Francia o en Inglaterra utilizaron su poder de negociación para duplicar o triplicar sus salarios tras la peste. Otros economistas que han estudiado el efecto de otras pandemias, desde el siglo XIV hasta la gripe H1N1 de 2009, concluyen que en las décadas posteriores a una pandemia, los salarios reales en Europa aumentan invariablemente y que las pandemias impulsan la mano de obra durante las siguientes décadas, permitiendo mejorar en cierto grado las condiciones laborales.
Es difícil llevar estas conclusiones al presente, porque lo único claro en este momento es la incertidumbre y porque el contexto económico previo a la crisis actual y los medios de los que disponemos hoy son diferentes de los de épocas pasadas, y quizá ahí esté la clave, en cómo aprovechar nuestras herramientas actuales, como la tecnología, a nuestro favor.
Será necesario movilizar los recursos públicos y privados para ayudar a las empresas y a los trabajadores en esa transición digital; se deberá fomentar la capacitación de los trabajadores presentes y futuros para los nuevos empleos que se crearán. Se requerirá avanzar en herramientas legislativas que permitan la flexibilidad, pero protegiendo los derechos de los trabajadores y reforzando el apoyo a los grupos que tradicionalmente son más vulnerables en el entorno laboral, como los jóvenes o las mujeres.
Lo que sí es seguro es que cuando podamos asomar la nariz más allá de nuestro balcón, nuestras experiencias con la COVID-19 pueden tener un legado positivo si las utilizamos para ayudar a las empresas a examinar su productividad y el uso de la tecnología, y a modernizar las prácticas y procedimientos de gestión. Si se fomenta un entorno empresarial adecuado, podríamos estar en el comienzo de una era de nuevas oportunidades en el mundo del trabajo.
Teresa Royo, directora, Governance, Risk and Compliance en KPMG.