Tratar los cuellos de botella de la tecnología de transición energética con materiales sustitutivos, innovación, desarrollo de infraestructura y regulación será de necesaria urgencia para lograr alcanzar los objetivos de cero neto que pretenden impedir el avance del calentamiento global a muy por debajo de los 2°C anteriores a los niveles preindustriales, y proseguir los esfuerzos para reducir el aumento de temperatura a 1,5 °C, en línea con el
Acuerdo de París.
McKinsey & Company concluyó así uno de sus principales informes
Global Energy Perspective 2023 (Perspectiva Mundial de la Energía), presentando las perspectivas para la demanda y el suministro de productos energéticos en una trayectoria de 1.5°C, ofreciendo cuatro escenarios de transición energética ascendentes. Los escenarios examinan resultados que oscilan entre un calentamiento de 1,6 °C a 2,9 °C para 2100 configurados por más de 400 factores entre sectores, tecnologías, políticas y regulación, costes y combustibles, sirviendo como base factual para informar a los responsables de la toma de decisiones de los retos a superar en el contexto de la transición energética.
“El mundo requiere un importante cambio de rumbo para alcanzar los objetivos alineados con el Acuerdo de París. Si bien se observa un fuerte aumento de las tecnologías con bajas emisiones de carbono, como la solar, la eólica y las bombas de calor eléctricas, es necesario un impulso y una colaboración global urgente en toda la cadena de valor de la energía para resolver los cuellos de botella y cumplir los requisitos previos críticos para una descarbonización acelerada”, señaló Jesús Rodríguez, socio de McKinsey & Company.
En base a los datos del informe, cuando se sobrepasen los cuellos de botella, la energía limpia podría representar hasta un 85% de la generación global de energía para 2050 en un escenario de Compromisos Cumplidos. Las tecnologías con mayor crecimiento previsto son las más vulnerables a los cuellos de botella, en particular la eólica y la solar, los vehículos eléctricos, el hidrógeno verde y las bombas de calor. Se estima que la energía eólica, los vehículos eléctricos y el hidrógeno verde se vean más afectados críticamente, con un potencial desabastecimiento de entre el 20% y el 50% en el caso de los electrolizadores, una cifra que se eleva a más del 50% para algunos materiales utilizados en los imanes de energía eólica, y un aumento previsto del 330% en la demanda de litio para las baterías de aquí a 2030.
Los escenarios ascendentes también demuestran en qué medida podrían cumplirse los prerrequisitos críticos, como las necesidades de inversión, la coordinación de la cadena de valor y el desarrollo de la cadena de suministro, en todos los tipos de combustibles. Según la explicación de Jesús Rodríguez de McKinsey & Company, “la transición energética se verá más favorecida por el continuo crecimiento de la inversión en tecnologías verdes y en transmisión y distribución eléctrica. La inversión en una cartera amplia y equilibrada de soluciones con bajas emisiones de carbono es una de las palancas más críticas para descongestionar la transición”.
En tal contexto, señaló que “en el futuro cercano veremos inversiones en la cartera sostenible y nuevos enfoques para aumentar la velocidad de las tecnologías e incrementar las tasas de reciclaje, eficiencia de procesos y logística. Habrá un cambio gradual pero continuo de la orientación de la inversión de los combustibles fósiles hacia tecnologías verdes, así como hacia la transmisión y distribución eléctrica. En 2015, las energías renovables y las tecnologías de descarbonización representaron solo el 20 por ciento de las inversiones totales, mientras que se proyecta que esa cifra llegue al 40-50 por ciento para 2040”.
Las inversiones anuales totales en el sector energético crecerían entre un 2 y un 4% anual
El estudio de McKinsey & Company indica que el consumo global de energía dependerá de la velocidad de la electrificación de la industria. Para el 2050, el consumo de energía a nivel global podría disminuir hasta un 6% a comparación del 2022 en un escenario de Compromisos Cumplidos, traduciéndose que diferentes sectores tendrán un consumo menor de energía. En un escenario de Fading Momentum – o Momento Decreciente- el consumo de energía crecería un 24% en el mismo período si la electrificación se desacelera.
Por su parte, la electricidad y el hidrógeno son los vectores energéticos de más rápido crecimiento dentro de la matriz energética, aumentando de entre el 21% de la demanda energética en 2022 al 58% en el escenario de Compromisos Cumplidos y al 33% en el Fading Momentum en 2050, mientras que los combustibles fósiles, que representaban el 64% de la demanda energética en 2022, descenderían al 28% y 54% en los respectivos escenarios.
La electricidad y el hidrógeno son los vectores energéticos de más rápido crecimiento dentro de la matriz energética, aumentando entre un 21% de la demanda energética en 2022 al 58% en el escenario de Compromisos Cumplidos y al 33% en el Fading Momentum en 2050; en tanto, los combustibles fósiles, que representaban el 64% de la demanda energética en 2022, descenderían al 28% y 54% en los respectivos escenarios.
Sobre la transición de los combustibles fósiles, el análisis indica que el crecimiento total agregado ha empezado a ralentizarse, y se espera que la demanda comience a disminuir en los próximos 2-7 años en todos los escenarios. En el contexto de Compromisos Cumplidos, la demanda de petróleo se reduce a casi la mitad para 2050, impulsada principalmente por la desaceleración del crecimiento del parque automovilístico, el aumento de la eficiencia de los motores en el transporte por carretera y la continuada electrificación del transporte. A pesar de que se estima que para el 2050 la demanda sobre la electricidad se triplique, se prevé que podría reducir las emisiones de la generación eléctrica en un 71% en todos los escenarios.
Se estima que la demanda de hidrógeno se multiplique de entre dos a cinco veces para 2050 en todos los escenarios, sobre todo por el crecimiento procede tanto de industrias tradicionales consumidoras de hidrógeno como la química y de refino. En los escenarios donde la transición es rápida, se prevé también un fuerte crecimiento en industrias completamente nuevas como la de los camiones pesados, la del calor industrial o la siderúrgica.
Es estudio McKinsey prevé que las inversiones anuales totales en el sector energético crezcan entre un 2 y un 4% anual – en consonancia con el crecimiento del PIB global – para alcanzar entre 2 y 3,2 billones de dólares en 2040. Las tecnologías de descarbonización registra un crecimiento alto en las inversiones con un 6-11% anual, impulsadas principalmente por la fuerte adopción de la infraestructura de carga de VE y el Uso y Almacenamiento de Captura de Carbono (CCUS). Sin embargo, el estudio muestra que la inversión hará una amplia combinación de fuentes de energía, incluyendo petróleo y gas, para reforzar la seguridad de la oferta y satisfacer la demanda en toda la gama de escenarios.
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