Vivimos en un mundo convulso y cambiante, con la incertidumbre como uno de los denominadores comunes. Tiempos en los que es posible afirmar que gracias a los avances tecnológicos la IA puede batir a campeones humanos de juegos de estrategia milenarios como Go o poner en marcha centros de datos de alta eficiencia. En un retrato robot de este mundo hiperinformado, volátil, incierto, complejo y ambiguo, dos investigadores del MIT que más han profundizado en el cambio tecnológico y su impacto económico y social, como Andrew McAfee y Erik Brynjolfsson (Machine Platform Crowd, 2017) identifican tres aspectos de la revolución digital moderna: debemos repensar la integración de la relación cerebro humano y máquina, productos y plataformas y núcleo y multitud. En los tres casos pueden ser más innovadoras las segundas partes de cada binomio: la máquina, las plataformas y la multitud y también cabe destacar que hay implicaciones masivas (de nuevo en las tres) sobre la forma en la que gestionamos las compañías y nuestras vidas. En un entorno regulado por consumidores propietarios de sus datos, el valor diferencial ya no estará en el acceso a los datos o los algoritmos, sino en ganarse la confianza y el consentimiento de los clientes. Un modelo de negocio sostenible y responsable no depende tanto del tipo de empresa sino del compromiso que tiene con la sociedad.
Las empresas que quieran tener un diálogo con la sociedad, efectivo, activo y con relevancia deben apostar por la inclusión del compromiso social en el propósito de la compañía con el foco en las personas. Las estrategias de la relación de la empresa con la sociedad están experimentando una evolución progresiva. Cada vez, resulta más habitual ver el paso hacia la visión global de las corporaciones, la redefinición de colaboración de las industrias en oportunidades de desarrollo global y el nacimiento de alianzas estratégicas con otras organizaciones. En otras palabras, las empresas buscan crear actuaciones sociales perdurables en el tiempo, eficientes, que multipliquen el impacto y que conviertan el compromiso social empresarial en oportunidades. El propósito corporativo es una herramienta imprescindible para vertebrar y dotar de sentido la narrativa del modelo de negocio. De hecho, los directivos españoles creen que tener un propósito corporativo claro es rentable y contribuye al negocio de la compañía. La consecuencia lógica es contar con negocios más sostenibles, negocios excelentes.
Adrian Cadbury, uno de los padres del gobierno corporativo en su concepción moderna contemplaba como esencial en una organización el pensamiento de largo plazo. Lo que viene a ser, asegurarse de que la compañía es gestionada con el objetivo de crear valor sostenido en el tiempo. Cumplir con sus responsabilidades exige prestar la mayor atención a ese 80% del valor de las compañías que no explican los números y que será decisivo en la garantía de excelencia de las organizaciones. La atención a las prácticas de responsabilidad social empresarial de sus compañías les permite cumplir con ese objetivo. Estamos ante compañías que miran al largo plazo, colaboran, son sostenibles en el tiempo y abrazan y estimulan el cambio.
Revolucionando con el propósito
Ana Sainz, directora general de la Fundación SERES
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