Seguramente, y a diferencia de muchas personas, si pienso en el medioambiente, mi cabeza visualiza una gran urbe en la que todas las personas que viven en ella interactúan éticamente con su entorno, respetan su infraestructura y se mueven a través de alternativas de transporte limpias. Sin duda, una idealización diferente al concepto que muchas otras personas pueden tener, e igualmente válido, en el que se tienden a imaginar amplios espacios verdes y ecosistemas de biodiversidad bien conservados.
Como profesional del sector tecnológico aplicado a la movilidad urbana, es inevitable pensar que uno de los principales retos a los que nos enfrentamos a la hora de reimaginar el concepto de medioambiente es que esté vinculado a la ciudad. Y, concretamente, a sus calles, cada vez más ocupadas por coches que restan espacio útil a las personas que quieren disfrutar de los centros urbanos.
Aunque el reto que asumimos desde el sector no solo tiene que ver con la ocupación de los coches privados en las calles de la ciudad. El transporte es uno de los sectores más contaminantes, responsable de un alto porcentaje de las emisiones que se generan en los espacios urbanos. De hecho, el 16 % de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel global son provocadas por el transporte por carretera, y en España ese porcentaje asciende a un 25%, según el Informe ‘Transport: Tracking Progress 2022’ de la Agencia Internacional de la Energía y el Observatorio del Transporte y la Logística en España.
Además, el exceso de vehículos y la falta de alternativas de transporte sostenible no solo tiene consecuencias negativas para el planeta. La calidad del aire, la contaminación acústica que genera el bullicio del tráfico y la congestión vehicular, también son aspectos que alteran el estado de salud de los ciudadanos y de los ecosistemas de la zona.
En cifras, lo materializa la Organización Mundial de la Salud (OMS) que indica que casi toda la población mundial (el 99%) respira un aire que supera los límites de calidad del aire establecidos, y que en Europa una de cada cinco personas está expuesta a niveles de ruido de tráfico superiores a los límites establecidos.
En este sentido, es prioritario que cada vez más empresas, ciudadanos y el resto de actores de las ciudades adquiramos un compromiso medioambiental, para reducir las consecuencias negativas con las que impactamos al planeta y nuestra salud. En el caso de Cabify, nuestra apuesta es firme desde que se fundó la compañía en 2011.
Este compromiso con la sostenibilidad nos ha permitido desarrollar una hoja de ruta robusta para avanzar hacia un objetivo claro: contribuir en la descarbonización del sector y alcanzar las cero emisiones para 2030 en todos los países en los que operamos con un eje claro en el impulso al vehículo eléctrico.
La tecnología está en el centro de nuestro Programa Climático en el que contemplamos tres etapas: medir, reducir y compensar.
En primer lugar, medimos y verificamos la huella de carbono de nuestra actividad a través de estándares oficiales (GHG Protocol y ISO 14064). Esto nos permite tomar mejores decisiones para avanzar en nuestro foco de actuación: hacer que los vehículos sean más eficientes en sus desplazamientos y en la transición a tecnologías cero o menos contaminantes.
En segundo lugar, reducir las emisiones de carbono. Aprovechamos la innovación tecnológica para optimizar las rutas de los trayectos con el fin de que los vehículos recorran el menor número de kilómetros posible sin pasajeros (kilómetros en vacío). Gracias a estas innovaciones hemos evitado 1.368 toneladas de CO2 en 2022. Por otra parte, también destacamos las diferentes modalidades de micromovilidad, de cero o bajas emisiones, que ofrecemos a usuarios pasajeros en España.
Y sobre todo, contamos con algunos hitos importantes en la descarbonización progresiva de la flota, como la incorporación de nuevos vehículos eléctricos y propulsados por hidrógeno, o el lanzamiento de una categoría de vehículos electrificados para empresas llamada “Cabify ECO”. En general, gracias a estas innovaciones, y a pesar de haber aumentado un 26% los kilómetros recorridos con respecto a 2021, hemos conseguido reducir el índice de emisión de CO2 (g Co2/km) de la flota un 10,8% en España y un 14,8% en América Latina.
Además, contamos con el compromiso del Banco Europeo de Inversiones (BEI) a través de la formalización de una financiación de 40 millones, que permitirá a la compañía desplegar 1.400 vehículos eléctricos para la actividad en España, y para el desarrollo de la infraestructura de recarga asociada, en un proyecto que asciende a 82 millones de euros.
Finalmente, y hasta que alcancemos nuestra meta en 2030, seguiremos compensando el 100% de las emisiones de CO2 de nuestra actividad, invirtiendo en proyectos de reforestación y energías renovables en los diferentes países en los que operamos. Un compromiso pionero en nuestro sector que adquirimos desde 2018, y que mantendremos hasta alcanzar el estándar net-zero. Este programa nos ha permitido compensar más de 81.500 toneladas de CO2, o lo equivalente a la conservación de 356.006 km2 de bosque, durante 2022.
En definitiva, sabemos que todavía nos quedan algunos kilómetros por recorrer en nuestro viaje hacia la movilidad sostenible, pero podemos atajar nuestra ruta si todos los agentes que formamos parte de las ciudades unimos fuerzas. En materia climática toda buena práctica suma, y mantener este mantra es importante no solo si queremos contar con espacios urbanos más sostenibles, sino también si apostamos por mantener a raya la salud del planeta, sus ecosistemas y las personas que habitamos en él.
Este artículo forma parte del Dosier Corresponsables: Día Mundial del Medioambiente 2023.