Está claro que las nuevas, y no tan nuevas, energías renovables han venido a nuestra sociedad para quedarse. Lo que no se termina de ver aún es el tremendo impacto positivo que van a tener en nuestras ciudades cuando se generalice su uso a escala colectiva e individual, más allá del evidente ahorro económico que propician en la factura de la luz.
Actualmente, las mayores emisiones de CO2 en las grandes urbes suelen venir de la mano de los sistemas de calefacción y refrigeración, en especial en aquellas ciudades donde todavía hay edificios que consumen carbón o gasoil. Así, la incorporación de tecnologías como la aerotermia, combinada con el autoconsumo fotovoltaico, va a reducir de manera notable estas emisiones.
Se estima que esta disminución en la generación de gases nocivos podría llegar a aminorar en más del 50% la contaminación de una ciudad como Madrid. Esto se traducirá en menores episodios de contaminación extrema en el aire, mejor calidad media del mismo y, por ende, mejor salud de los habitantes.
En paralelo, la electrificación de los vehículos, de la mano a su vez de las energías renovables, no solo contribuirá también a la mejora de la calidad del aire sino a una disminución de la contaminación acústica que padecemos hoy en día. Y es que no es raro encontrarse barrios cuyos habitantes se quejan de que no pueden conciliar el sueño por el ruido de las motos de reparto a altas horas de la noche durante los días de verano, en los que no les queda más remedio que tener las ventanas abiertas…
Para fomentar esta transición hacia las energías limpias se están concediendo ayudas públicas. Aparte de facilitar todo tipo de subvenciones, las diversas administraciones implicadas están bonificando el ICIO, el IBI o el IRPF. Es cierto que en algunos casos la tramitación es compleja para los ciudadanos, pero es bastante habitual que las propias empresas que ofrecemos estos productos las gestionemos.
Y es que para que todo esto evolucione de forma ágil y sana se requiere de concienciación por parte de todos: sociedad, administraciones y empresas. Desde Capital Energy ya estamos trabajando con compañías y negocios para que puedan adaptarse de forma rentable a este nuevo entorno de sostenibilidad. En el caso de las oficinas, por ejemplo, el consumo eléctrico se ve reducido de forma notable mediante el autoconsumo fotovoltaico.
Además, la incorporación de cargadores eléctricos para los vehículos de sus trabajadores fomenta el uso de este tipo de movilidad limpia. Lo mismo ocurre con instalaciones como los gimnasios, grandes demandantes de energía para mantener las instalaciones a una temperatura adecuada, facilitar duchas de agua caliente, regular la temperatura de piscinas, el vapor de sus saunas, etcétera.
Es importante que el propio sector público también se involucre en este cambio, electrificando sus sedes, autobuses, camiones para la recogida de basuras… y fomentando la instalación de puntos de recarga en las ciudades. En muchas, de hecho, ya se está apostando por instalar placas solares y posibilitar el uso de esa energía a los vecinos y negocios locales a partir de comunidades energéticas.
Se trata, por lo tanto, de un cambio de modelo que, sin darnos cuenta, va a impactar para bien en nuestra calidad de vida: no solo disminuirá significativamente el número de personas con problemas respiratorios que acuda al médico, y ya hemos comprobado durante de la pandemia de la Covid-19 que tener una población sana o no tenerla puede marcar la diferencia, sino que también propiciará nuestra comodidad, facilitando, por ejemplo, el acceso a la zona centro de las ciudades sin mayores restricciones. Sin duda es un buen momento para sumarse al cambio y adoptar este tipo de tecnologías de producción renovable ya maduras.
Este artículo forma parte del Dosier Corresponsables: Día Mundial de las Ciudades, en colaboración con LafargeHolcim.