La demanda de productos y servicios ASG (Ambientales, Social y de Gobernanza) se ha disparado en los últimos años, y no muestra signos de desaceleración. Más bien, todo lo contrario. Los inversores están virando cada vez más del paradigma de riesgo-rendimiento, hacía nuevas vías para desplegar un capital que refleje sus valores para crear un impacto positivo, y servir como palanca para la transición necesaria. Los fondos ASG han crecido más del 30% de 2019 a 2020. Y la ecuación se completa con el papel regulador europeo, más activo que nunca, que está desarrollando herramientas para que todos los sectores puedan incorporar la sostenibilidad a su actividad.
Debemos habituarnos a escuchar y a hablar de avances regulatorios como el Reglamento (UE) 2019/2088 sobre divulgación de información relativa a la sostenibilidad en los servicios financieros (en inglés, SFDR) que ya están aquí. Tendremos que estar atentos a las recomendaciones del TCFD (Task Force on Climate-Related Financial Disclosures). Y, muy importante, marcar como prioridad la taxonomía financiera. En una doble vertiente, la taxonomía verde, que identificará las actividades consideradas como ambientalmente sostenibles, y el seguro desarrollo de la taxonomía social, que estoy convencido la Comisión Europea empezará a abordar firmemente durante este año..
Hablamos, por tanto, de un punto de inflexión ineludible en la gestión de riesgos, y la promoción de productos bajo el paraguas de las finanzas sostenibles. Sin olvidar, asimismo, otros movimientos como la renovación de la Directiva de gobierno corporativo o las iniciativas para productos sostenibles. Así es, el terreno también se mueve en la dimensión empresarial. Como otra muestra, la muy reciente propuesta de Directiva sobre informes de sostenibilidad corporativa elevada por la Comisión Europea, que revisa la Directiva NFRD y cuyo objetivo es robustecer aún más los reportes no financieros. Todo ello, en definitiva, está empujando sin remisión a la compañías a la rendición de cuentas en indicadores ASG.
No hay que perder la perspectiva, tampoco, de que este nuevo escenario no aplica solo a las compañías que cotizan en bolsa. Firmas del perfil de Cosentino, de naturaleza industrial y alcance multinacional, y toda clase de pymes, sea cual sea su tamaño, se verán implicadas en el cambio de chip, aunque no estén en la búsqueda proactiva de financiación. Hacer como el avestruz y negarse a divulgar información ESG, penalizará a largo plazo.
Por una sencilla razón: porque no es una cuestión solo de bancos o fondos de inversión. Los propios consumidores premiarán a las firmas que verdaderamente actúen, de forma creíble, en este campo, y se alejarán de los discursos que identifiquen con el “greenwashing” y prácticas similares. Tal y como manifestaba hace unos días el Director de Estrategia de UBS en España, “cada uno de nosotros, como consumidores e inversores, podemos contribuir movilizando recursos a las compañías más comprometidas y castigando a las que no lo están”.
En estos días, publicamos nuestra última memoria de RSC correspondiente al 2020. Un ejercicio, que venimos realizando en Cosentino desde hace años, bajo la filosofía de reportar nuestras políticas y acciones en este sentido como si fuéramos una empresa que cotiza en Bolsa. Entendemos que no hay otro camino. El de la visión a largo plazo, y el de establecer la máxima confianza con nuestros clientes y proveedores. En similar dirección, hemos invertido varios años en desarrollar e implantar la tecnología HybriQ para Silestone. Un ejemplo fidedigno de liderazgo para marcar el camino hacía la sostenibilidad, la seguridad y la economía circular en nuestra industria.
Al final, el objetivo de estas regulaciones, y de promover una información más transparente, medible y comparable, es implicar a todos los actores del mercado, del sistema económico y financiero. No debemos entenderlo como una mayor carga regulatoria, sino como el “click” definitivo para integrar la sostenibilidad en la toma de decisiones, primar la gestión empresarial responsable, y contribuir entre todos en la transición a modelos comerciales y económicos más justos, inclusivos y sostenibles.
Este artículo forma parte del Dosier Corresponsables: Día Mundial del Medioambiente, promovido por Ayuda en Acción dentro de su proyecto #1Planet4All, financiado por la Unión Europea.