El agua potable se ha convertido en un bien escaso en la tierra. En un planeta conformado en un 70% por agua, la falta de lluvias y la disminución de los recursos hídricos se han convertido en un problema que amenaza al consumo humano y la agricultura. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la cantidad de agua dulce per cápita ha disminuido en un 20% en las últimas dos décadas y casi el 60% de las tierras de riego están sometidas a estrés hídrico. España es uno de los países afectados por el cambio climático, y, por ende, se encuentra sometido a una alerta de sequía permanente.
Menos lluvias, menor cantidad de agua embalsada
Cada año transcurrido supone en España una reducción del agua embalsada disponible. La falta de precipitaciones y el exceso en el consumo están provocando una reducción en las reservas hídricas del país. Frente a esta situación, hasta 224 municipios catalanes han restringido el uso del agua para consumo y agricultura, y la prohibición del riego de jardines públicos y privados, excepto para su supervivencia.
Fuera de España, la situación no mejora. En Latinoamérica, el Centro de Zonas Áridas y Semiáridas de América Latina y el Caribe (Cazalac) y el Programa Hidrológico Internacional de la Unesco (PHI), señalan que la sequía es uno de los más importantes desastres socio-naturales que afectan a la sociedad y el ambiente, causando más de la mitad de las muertes asociadas a desastres naturales a nivel global durante el siglo XX. El ‘Atlas de Sequías de América Latina y el Caribe’ señala que desde 1900 América Latina y el Caribe ha experimentado, al menos, diez eventos de sequía considerados intensos, distribuidos en zonas como la región andina y América Central.
En Chile, más del 70% de la superficie sufre de sequía en algún grado. En México, el 70% del país sufre problemas de escasez de agua. En Perú, la Ministra de Agricultura, Nelly Paredes, señaló que el país se enfrenta a la mayor sequía en 58 años. No es un inconveniente puntual, se trata de un problema a nivel mundial.
El portal Statista muestra la evolución anual de precipitación media en España en litros por metro cuadrado (2013-2020). En el gráfico, se puede apreciar la disminución de la cantidad de lluvias con el paso de los años, reflejando 2017 y 2015 como los años con menor cantidad de lluvias (474 y 500 l/m2, respectivamente). El Boletín hidrológico del Ministerio para la Transición ecológica del 14 de marzo situó a los embalses españoles con una media de un 51,2% de capacidad, de la cual un 43,3% va destinada al consumo.
Comparado con la misma semana de 2022, el agua embalsada ha aumentado en 4.000 hm3, un 7% más. Pero, comparado con la media de los últimos diez años, el agua disponible ha disminuido en un 12%. A pesar de la media, la distribución es desigual. La Comunidad Autónoma con menor porcentaje de agua embalsada es la Región de Murcia (27,7%), mientras que la provincia con menor cantidad de recursos hídricos es Almería (13,84%).
Embalses como el de Sau (Barcelona), se encuentra al 10% de su capacidad. Algunas de estas provincias solicitaron el trasvase de agua desde otras cuencas para garantizar el abastecimiento.
Las desaladoras y nuevas alternativas como solución a las sequías
El uso de agua marina se ha convertido en una alternativa ante la sequía que vive el país. Según la Asociación Española de Desalación y Reutilización (Aedyr), en España se producen alrededor de 5.000.000 de metros cúbicos al día de agua desalada.
Domingo Zarzo, Presidente de Aedyr, resalta la cantidad de agua potable que producen: “El 9% del agua potable en España viene de desaladoras y el 21% del agua que desalamos va hacia la agricultura. Hay lugares como Lanzarote y Fuerteventura donde la dependencia de esta es muy alta”. Según Aedyr, en España hay actualmente 765 plantas desaladoras con producciones superiores a los 100 m³/día. De ellas, 360 son desaladoras de agua de mar y 405 de agua salobre.
Aunque este sistema se postula como la principal alternativa ante la falta de aguas pluviales, las desaladoras se enfrentan a desventajas que afectan de forma directa a los ecosistemas y medio ambiente. Según el portal EcoClimático, en el proceso de extracción de la sal marina se producen residuos salinos que se vierten al mar y perjudican a la flora marina al aumentar el grado de salinidad de las aguas.
De igual forma, el sistema de ósmosis inversa aplicado en las plantas desaladoras requiere de un elevado consumo eléctrico. Otro aspecto que limita su uso deriva de los elevados costes en infraestructuras para trasladar el agua desalada a las zonas necesitadas. Por lo tanto, se trata de una solución sujeta a innovación para la producción de agua dulce sostenible que no contamine los ecosistemas marinos.
La apuesta por el agua regenerada supone una nueva vía para conseguir mayor cantidad de recursos hídricos. Consiste en aguas residuales depuradas que reciben tratamientos adicionales, convirtiéndose así en agua prepotable. Aunque no está destinada al consumo, es óptima para usos industriales, municipales, agrícolas y ambientales, así como para la recarga de acuíferos, y puede ser muy recomendable utilizarla para así mantener mejor los caudales de los ríos y las reservas de agua.
El proceso de regeneración del agua empieza con el pretratamiento, durante el cual se aplican diferentes tratamientos al agua con el objetivo de eliminar los sólidos que transporta. El agua sigue el proceso de decantación lamelar para reducir los sólidos suspendidos y la turbiedad.
Una vez finalizado el proceso fisicoquímico del pretratamiento, el agua pasa por una fase de filtración donde se retienen los sólidos que por su tamaño no se han eliminado anteriormente. Finalmente, el agua se desinfecta y ya está a punto para ser reutilizada. En algunas plantas se aplican tratamientos más avanzados como la osmosis inversa o la ultrafiltración para usos como la recarga de los acuíferos.
Aunque existen otras alternativas en vías de desarrollo. Uno de los ejemplos más recientes es el sistema de recolección de agua potable procedente del aire. Se trata de una membrana de hidrogel con espinas en forma de cactus que atraen el agua de forma natural. En dicho proceso, el agua se produce mediante la generación de vapor, agua solar o la recolección de niebla. El dispositivo recoge la humedad del aire para convertirla en agua potable.
Durante el día, la membrana de hidrogel absorbe la luz solar para calentar el agua atrapada debajo, que se convierte en vapor. Luego, el vapor se vuelve a condensar en una cubierta transparente, donde se puede recolectar. Por la noche, la cubierta se pliega y la membrana de hidrogel se expone al aire húmedo para capturar la niebla. Como tal, el material puede recolectar agua tanto del vapor como de la niebla.
En una prueba de funcionamiento realizada durante la noche, muestras de los materiales con un área de entre 55 y 125 centímetros cuadrados pudieron recolectar alrededor de 35 mililitros de agua de la niebla. En las pruebas realizadas durante el día, el material fue capaz de recolectar alrededor de 125 mililitros del vapor solar.
Mientras se optimizan técnicas innovadoras de recolección y producción de agua, el Foro de la Economía del agua apela a la reducción, optimización, reutilización y desalación de agua para incrementar la cantidad de agua disponible. “Más del 80% del agua extraída se emplea para la agricultura y la industria, lo que aporta al agua reutilizada un extraordinario potencial, permitiendo un alto ahorro de agua de primer uso, que puede ser destinada exclusivamente al consumo humano.
Abordar las consecuencias de la sequía es un desafío muy complejo, pero afortunadamente contamos con tecnologías e infraestructuras para hacerle frente. Ahora bien, necesitamos concienciación e inversiones para conseguirlo”, explica Francisco Lombardo, Presidente del Foro de la Economía del Agua.
Esta tribuna forma parte del Dosier Corresponsables: Día Mundial del Agua (22 de marzo).