¿Por qué las empresas han tardado tanto en reaccionar ante el cambio climático? Es decir, ¿no podrían haber visto antes que sus acciones no eran sostenibles?
Siempre hay que tener en cuenta que el primer objetivo de las empresas es asegurar sus operaciones y ganancias en el futuro. Los temas sociales o ambientales son solamente importantes para ellos si afectan a sus intereses de forma directa. Por ejemplo, en el caso de las petroleras o las industrias como las de cemento, acero o servicios como aerolíneas, que son dependientes de los combustibles fósiles, su tardanza en reaccionar se debe claramente a que sus operaciones dependen de una forma de destrucción del planeta, y por eso prefieren políticas débiles y la apariencia de actuar más que políticas que realmente podrían dañar su futuro como empresa.
La mayoría de las empresas en el mundo, en realidad, no piensan en el tema del cambio climático o, si lo piensan, solamente lo valoran como un factor de reputación, porque quieren ser consideradas por el público como entidades responsables, o bien lo consideran como un riesgo para sus operaciones que hay que gestionar. Por ejemplo, una empresa de ropa que quiera prepararse ante la posibilidad de inundaciones de sus fábricas si están ubicadas en la costa.
El desafío del cambio climático para las empresas radica en que una reacción eficaz y justa necesitará una intervención regulatoria y radical del estado que no hemos visto en décadas, una profunda redistribución de la riqueza y también un cambio del modelo de crecimiento sin límites. Muy pocas empresas están dispuestas a aceptar estos cambios profundos. Así las cosas, prefieren quedarse en actos ilusorios.
Ahora hay muchas corporaciones que han incorporado estrategias de sostenibilidad, ¿crees que lo hacen por puro convencimiento o sólo porque se están viendo obligadas por Estados, leyes, e incluso por la misma sociedad que ya demanda conductas más sostenibles?
En las últimas décadas, las empresas transnacionales han aumentado increíblemente su poder económico y político. Ahora, de las 100 economías más grandes en el mundo, solamente 31 son países y 69 son empresas transnacionales. Y su influencia se puede ver claramente en la gobernanza a nivel nacional e internacional, que cada vez habla menos de obligaciones legales y más de compromisos voluntarios.
Al mismo tiempo, el surgimiento de acuerdos internacionales de inversión y comercio dan la posibilidad a las empresas de enjuiciar a los estados por cualquier intento de regular sus operaciones. En este contexto, los estados casi nunca tienen la posibilidad de hacer realmente responsables a las empresas de sus operaciones ni de los impactos que con sus acciones ocasionan a las comunidades, a la sociedad y al medio ambiente.
¿Habría que pedir responsabilidades a esas 90 corporaciones responsables del 63% de las emisiones de gases invernadero?
Claro. El hecho de que solamente 90 corporaciones sean responsables del 63% de las emisiones nos muestra que es posible encontrar una solución al cambio climático. Lo que hay que hacer es dejar de lado las falsas políticas como los mercados de carbono, que no hacen nada para cambiar el modelo de producción; y en su lugar, ordenar a estas empresas que cambien sus fuentes de energía en un tiempo limitado.
Durante la segunda guerra mundial, el presidente Roosevelt dio a las empresas de automóviles menos de un mes para que dejaran de producir automóviles y empezaran a producir tanques, aviones y artillería pesada. En pocos meses, el país cambió totalmente su sistema de producción. El cambio climático es una emergencia peor que la guerra porque afectará a todo el mundo y a las generaciones por venir. Necesitamos soluciones que sean igualmente eficaces.
Ha comentado que se están dando negocios lucrativos en torno a la sostenibilidad y al medio ambiente. ¿Es ‘peligrosa’ la idea de que la sostenibilidad sea un negocio lucrativo o, por el contrario, contribuirá a bajar la temperatura del planeta, a reducir residuos, etc?
La sostenibilidad es algo que necesitamos. Tenemos que desarrollar todas las políticas económicas y sociales que se ajusten a la realidad de un planeta con recursos limitados y sin hacer daño a los ecosistemas que deben tener la capacidad de regenerarse. El problema es que el término se ha convertido en una palabra vacía que intenta lavar la imagen de empresas y políticas que siguen destruyendo el planeta. Para mostrar su perversidad, nos pueden servir de ejemplo las empresas de armas que hoy en día venden “balas verdes”, con el argumento de que no dañan al medio ambiente.
Por supuesto, hay empresas que pueden ganar con una economía verde, como las empresas de placas solares, por ejemplo, o las que reciclan, etc. Pero la prueba de si son o no sostenibles es si reducen el uso de combustibles fósiles y de otros recursos naturales, en lugar de ofrecer excusas para producir más y ganar más.
Para usted, la lucha contra el cambio climático no es sólo una cuestión medio ambiental, sino de justicia social, ¿cómo puede la sociedad reclamar a las empresas o a los Estados, que se cumpla esa justicia social?
La lucha contra el cambio climático es un tema de justicia social, porque los que más van a sufrir las consecuencias son los que tienen menos responsabilidad en esta crisis. Entonces, cualquier solución tiene que afrontar esta injusticia social. El problema es que ahora las soluciones a veces terminan empeorando la situación de los marginados. Por ejemplo, la producción de agrocombustibles, una supuesta solución, está aumentando el acaparamiento de tierras en el Sur en detrimento de los medios de subsistencia de los campesinos, cuyas prácticas son mucho más sostenibles que los monopolios agrícolas de agrocombustibles.
También planteamos en el libro que las estrategias de seguridad climática están convirtiendo a las víctimas del cambio climático en amenazas. Tenemos que exigir que todas las soluciones al cambio climático tengan un principio fundamental: que ayuden a fortalecer a las comunidades más vulnerables al cambio climático a enfrentar la crisis, en lugar de vulnerar aún más sus capacidades.
El nuevo presidente de los Estados Unidos niega el cambio climático, pese a las evidencias, ¿se puede considerar que la nueva política americana será un peligro para el cambio climático y la seguridad ambiental?
Trump es la evidencia de una corriente anticientífica en los Estados Unidos y el resultado de las políticas de las petroleras que, durante muchos años, han influido en el debate público para dar la impresión de que no hay consenso sobre la crisis climática y sus causas. Sin embargo, de alguna manera, su rechazo a la ciencia es menos peligroso que las políticas de otros líderes del mundo que tienen un muy buen discurso pero hacen muy poco para enfrentar la crisis. Por lo menos, con Trump sabemos que él no hará nada, y que tenemos que buscar nuestras propias soluciones.
En el libro se menciona la industria militar y cómo en cierta medida con el cambio climático ha visto un ‘filón’ de negocio considerando crisis o catástrofes desde el punto de vista de la seguridad y no de la ayuda humanitaria, ¿esto viene dado por la falta de humanidad de los Estados y corporaciones? ¿Quiénes tendrían el ‘poder’ de cambiar esta visión?
La visión de seguridad parte de un complejo industrial-militar con una doctrina que quiere preservar el actual sistema económico, es decir, defender un sistema que beneficie a una minoría. Esta doctrina está apoyada por una telaraña de intereses económicos que se lucran de la guerra permanente en la que vivimos. De este complejo, ha salido la idea de tratar el cambio climático como un “multiplicador de amenazas”, con el subtexto de que vamos a necesitar más fondos para los ejércitos y, por supuesto, para las empresas que los suministran.
El primer paso que podemos tomar, como ciudadanía, es decir que el cambio climático no es un tema de seguridad, porque no queremos asegurar el sistema como es. Más bien, el cambio climático es una muestra de un sistema injusto e insostenible que tenemos que cambiar. Para enfrentar realmente una crisis climática, no podemos depender de los actores que han causado la crisis, y que van a tratar las víctimas como amenazas. Necesitamos nuestras propias soluciones, enraizadas en valores de colaboración, solidaridad y empatía.
La crisis climática enfrenta la humanidad con desafíos históricos pero no se soluciona con muros, ejércitos ni balas. Finalmente, la única forma de enfrentar una crisis de esta magnitud viene de la toma de conciencia, saber que estamos en esta situación juntos y que ninguna vida es desechable.