Es ampliamente conocido que el mundo es inherentemente cambiante y evoluciona constantemente, aunque a diferentes velocidades según el momento o nuestra percepción del tiempo.
La evolución no siempre implica un progreso positivo; de hecho, existen muchos aspectos en los que podríamos considerar un retroceso o un cambio negativo. Un claro ejemplo de esto es el fenómeno del cambio climático.
Las nuevas tecnologías han generado innumerables beneficios para la vida humana, permitiéndonos desarrollar ciertos trabajos de manera más efectiva y sirviendo como base para los avances en áreas como la ciencia y la medicina. Sin embargo, esta búsqueda del máximo beneficio humano ha resultado en la negligencia de otros aspectos igualmente importantes, como el bienestar de los ecosistemas, que deberían ocupar un lugar central una vez más.
Un ejemplo destacado es el desarrollo del plástico como un material innovador y altamente beneficioso para mejorar la calidad de vida humana. Sin embargo, a medida que la producción masiva de este material ha alcanzado niveles alarmantes, se ha convertido en una amenaza para el ecosistema y, en última instancia, también para el ser humano.
Si nos centramos en el entorno marino, vemos que el Mediterraneo recibe entre 630.000 y 2.500.000 de toneladas de plástico al año, y más de 1.200 especies marinas son afectadas por la contaminación plástica en la zona. Entonces, aquí hay que preguntarnos, ¿estamos avanzando hacia un futuro positivo o hemos llegado a un agujero de no retorno?
Pues ninguna de las dos. Estamos encaminándonos hacia un futuro que plantea preocupaciones en todos los aspectos: la calidad de vida, la economía y nuestro sentido de hogar están alcanzando límites que amenazan su continuidad positiva. Sin embargo, a pesar de esta situación, no estamos aún en un punto sin retorno. Existe la posibilidad de mejorar, aunque nos encontramos en una posición crítica. En realidad, este es el momento crucial en el que debemos actuar para detener el daño al ecosistema y establecer soluciones reales y sostenibles a largo plazo. Es nuestra última oportunidad para lograrlo.
Entonces, si todavía tenemos la oportunidad de encontrar una solución, ¿por qué parece que a nadie le importa? Esta afirmación no es del todo precisa, ya que existen numerosas entidades y proyectos que se preocupan y están tomando medidas para proteger y preservar la salud de nuestros océanos. Un buen ejemplo de ello es Gravity Wave, una organización dedicada a la recolección de plástico en mares y puertos, con el objetivo de darle una segunda vida al transformarlo en productos de valor para la sociedad. Su labor evita que este plástico contamine nuevamente el mar.
A pesar de los valiosos esfuerzos realizados por empresas y organizaciones de este tipo para resaltar la gravedad de la situación y solicitar la contribución de todos los actores de la sociedad, nos encontramos con una gran falta de información y conciencia general sobre esta amenaza. El problema radica en una sociedad que carece de conocimiento, está desinformada y se muestra ajena a los peligros que la rodean. En definitiva, no es que a la población o a la sociedad no le importe la situación de nuestros mares y océanos, sino que en muchos casos la sociedad simplemente desconoce o no es plenamente consciente de la magnitud del problema que enfrentamos.
En este sentido, la comunicación efectiva y la concienciación juegan un papel fundamental y de gran valor. Estos son pasos fundamentales para encontrar una solución a largo plazo, tal como hemos mencionado anteriormente. Es crucial lograr que la población se interese y, al menos, tome conocimiento de este problema. Cuantas más personas estén conscientes de la situación, mayor será el número de individuos dispuestos a colaborar y trabajar juntos para lograr unos mares libres de plástico. Este enfoque es extremadamente positivo, ya que cuanto más amplia sea la participación en acciones en favor de la protección de los océanos, mayor será el impacto que podremos generar.
Es evidente que necesitamos una solución inmediata y directa para abordar este problema, aunque no sea una solución definitiva. Parte de esta solución implica mejorar los mensajes y la forma en que nos comunicamos con la sociedad. Hasta ahora, hemos visto que los enfoques utilizados no han sido muy efectivos, y las reacciones han llegado cuando ya es demasiado urgente, en lugar de actuar en el momento oportuno.
Es fundamental que logremos transmitir el mensaje de que la amenaza del plástico en los océanos es una consecuencia de nuestras propias acciones como seres humanos, y que todos tenemos la responsabilidad de contribuir a su mejora. Esta concienciación debería ser básica, especialmente para aquellos agentes con mayores recursos, que pueden generar un impacto significativo en la solución de este problema.
Como sociedad, hemos presenciado en numerosas ocasiones que cuando nos unimos bajo un objetivo común, somos capaces de lograr lo que nos propongamos. Hemos demostrado nuestra capacidad para generar conciencia y ser escuchados. Entonces, ¿por qué no establecer como objetivo principal la consecución de mares saludables, limpios y libres de plástico? Es hora de unir fuerzas, trabajar en conjunto y aprovechar nuestro potencial colectivo para enfrentar este desafío global. Si nos comprometemos a proteger nuestros océanos y tomar medidas concretas, podemos marcar una diferencia significativa y construir un futuro sostenible para las generaciones venideras.
Este artículo forma parte del Dosier Corresponsables: Medición y Comunicación del Impacto Social, en colaboración con Possible Lab.