Tecnología digital y smart cities
La ciudad es el lugar donde todo sucede. Nuestra sociedad es más urbana que nunca. El ser humano es hoy un ser urbano. El desarrollo de las ciudades y de los procesos de urbanización está alcanzando dimensiones nunca antes conocidas.
El racionalismo de la primera mitad del siglo XX incorporó el concepto de Le Corbusier de la vivienda concebida como máquina para vivir y en consecuencia apostó por un modelo de ciudad funcionalista que respondía a una visión “maquinista”. Superado este paradigma, hoy entendemos las ciudades como entes vivos que, al igual que las personas, pasan por distintas situaciones a lo largo de su vida y les asignamos adjetivos emocionales como atractiva, deprimida, herida o incluso sexy, que se conciben como temporales y ligados a la etapa vital por la que una ciudad está atravesando. Del mismo modo se habla, con frecuencia sin mucho criterio y por razones exclusivamente de marketing, de ciudades inteligentes.
El despliegue del Internet de las Cosas, la Inteligencia Artificial y otras soluciones tecnológicas digitales, está definiendo un mundo de cosas conectadas que complementa al mundo de personas conectadas y es la base para un modelo de Smart City que están adoptando con entusiasmo muchas ciudades de distinta escala en todo el mundo. La incorporación de soluciones tecnológicas bajo el paradigma Smart City es un fenómeno positivo que puede contribuir al desarrollo de ciudades inteligentes si se enfocan al servicio de un modelo urbano y visión inteligente de ciudad hacia el futuro. Sin embargo, la mera aplicación de estas tecnologías dista mucho de garantizar un modelo de ciudad inteligente.
La euforia por la Smart City ha producido una distorsión en el debate en torno a las ciudades, en el que han irrumpido las grandes empresas tecnológicas con tanta fuerza que hoy la sociedad acepta definiciones de ciudad inteligente formuladas a partir de la idea de “una ciudad que aplica las TIC”. El error de vincular la calidad de un modelo urbano inteligente a la aplicación de ciertas tecnologías digitales desvía la mirada respecto de los verdaderos valores de la ciudad. Algunas definiciones de Ciudad Inteligente que hoy se utilizan están contribuyendo a alimentar esta confusión, y causan un importante perjuicio al distraer la atención y condicionar políticas, planes, proyectos e inversiones en la ciudad, alejando el foco de aspectos cualitativos relevantes respecto al modelo de ciudad deseable.
En este interesante momento que estamos viviendo, es muy oportuno reflexionar sobre qué modelos de ciudad son los más inteligentes, los idóneos para esta sociedad nueva y cambiante, cuáles son sus claves y retos, qué elementos de la tradición debemos preservar y cómo podemos incorporar las innovaciones para construir una ciudad mejor y, en definitiva, dejar a las generaciones futuras un mundo mejor. En esta línea, destaca la labor del Observatorio 2030 del Consejo Superior de Colegios de Arquitectos de España, CSCAE, como mesa de trabajo sectorial que está alineando de manera transversal a todos los agentes que intervienen en el ecosistema urbano, liderados por los arquitectos, en busca de una visión integral y con el necesario enfoque holístico.
Las ciudades inteligentes, más allá de las smart cities
La definición de ciudad inteligente debe responder a objetivos más profundos que la mera aplicación de la tecnología, alinearse con las prioridades de la sociedad como los ODS 2030, y basarse en un entendimiento de la complejidad del hecho urbano. Después de trabajar en procesos de transformación urbana y escuchar a diferentes actores a lo largo de los años, sugiero una definición que en mi opinión se acerca más al objetivo de plasmar qué es lo que verdaderamente distingue a una ciudad inteligente.
¿Qué es una ciudad inteligente?
Una ciudad inteligente es aquella que se desarrolla según un código de valores compartido, poniendo a las personas en el centro; tiene un proyecto de futuro que aprovecha sus activos de excelencia como vectores de desarrollo hacia un modelo urbano deseable; e incorpora las más avanzadas tecnologías de la era digital al servicio de una visión.
Esta definición difiere de muchas de las que se manejan habitualmente en foros, eventos y publicaciones relacionados con el mundo de las smart cities, que están muy enfocadas a la adopción de las tecnologías digitales y al uso de los datos como elementos distintivos de una ciudad supuestamente inteligente.
Esta mirada renovada sobre el concepto de ciudad inteligente pretende ser una aportación al debate, para volver a centrar la reflexión sobre ciudades precisamente en torno a los valores de las ciudades. La definición propuesta está planteada con la intención de enfatizar los aspectos que distinguen a una verdadera ciudad inteligente. Ojalá contribuya a poner el foco en los temas esenciales relacionados con la construcción del futuro de una ciudad y la mejora de la calidad de vida de sus habitantes que, en definitiva, debe ser el objetivo último de una auténtica ciudad inteligente.
En cualquier caso, la mesa de trabajo del Observatorio 2030 del CSCAE es, por su diversidad y transversalidad, un ámbito idóneo para construir y modelar una visión renovada acerca de las ciudades que nuestra sociedad necesita. Avancemos en esa reflexión colectiva para volver a centrar el concepto de ciudad inteligente, es decir, una ciudad pensada en valores, construida desde una visión y que, además, incorpora las tecnologías.
Este artículo forma parte del Dosier Corresponsables: Espacios Urbanos Sostenibles