Tenemos un reto, y es dotar de sentido a la palabra sostenibilidad, pero también llevarla más allá y hacer de la sostenibilidad una realidad. En 1713 se leyó por primera vez la palabra “sostenibilidad”. Fue el administrador de minas alemán, Hans Carl von Carlowitz, quien acuñó este término. Escribió Sylvicultura Oeconomica, una obra en la que expresaba su preocupación por la explotación de los recursos naturales por parte de los humanos, principalmente en las minas y la industria maderera y daba una serie de indicaciones para gestionar de manera cuidadosa los recursos. Desde 1713 la población mundial se ha multiplicado por 12, hemos vivido la revolución industrial y estamos sumergidos en una gran revolución tecnológica, por lo que la gestión es aún más compleja pero también tenemos más herramientas en nuestras manos.
Desde el comienzo de la civilización cada generación ha tenido sus batallas. El reto de nuestro tiempo es repensar los modelos de producción y consumo en los que se basa nuestra sociedad, creando modelos más respetuosos con nuestro entorno y, de esta manera, asegurarnos un desarrollo sostenible.
Los datos son abrumadores, pero lejos de entrar en una parálisis por análisis, las empresas deben parar, reenfocar su estrategia y pasar a la acción. Su nivel de implicación y de ambición puede pasar por aprobar los requerimientos de la regulación, o por el contrario, poner el impacto social y medioambiental en el centro de sus decisiones, buscando crear una sociedad más verdaderamente sostenible y un mundo mejor. Como dice un proverbio griego, “una sociedad crece bien cuando las personas plantan árboles cuya sombra saben que nunca disfrutarán”.
Sobran motivos para que las empresas se embarquen en la transición hacia modelos más sostenibles, pero en este artículo destacamos sobre todo tres: la urgencia de preservar nuestro planeta la creciente regulación y la nuevas exigencias de los consumidores y empleados. Todos estos factores exigen una transformación y adaptación continúa por parte de las empresas.
La transformación debe nacer desde las personas y tan solo desde la implicación de las empresas alcanzaremos un impacto positivo global.
El planeta lo requiere
Poco tiene que ver la manera en la que consumíamos en 1713 con la que consumimos ahora. Sin embargo, la preocupación de von Carlowitz está más que nunca presente en nuestro día a día. Desde 1970 consumimos los recursos que genera anualmente nuestro planeta en menos de un año, el llamado “overshooting day”, cada año llega antes. Este año, para el 28 de julio ya habíamos consumido los recursos que la Tierra podía generar durante 2022.
Lejos de perdernos en estrategias sobre el papel, reportes y cumplimiento de la normativa, no podemos olvidar que el principal motivo por el que la sociedad, marcada por la actividad de las empresas, debe replantearse su manera de relacionarse con el entorno es por la urgencia climática.
A partir del siglo XVIII, comenzamos a quemar combustibles fósiles, lo que hizo que aumentasen las emisiones de CO2 a la atmósfera. La consecuencia directa es el aumento de la temperatura del planeta, lo que es catastrófico para nuestros ecosistemas y nuestra vida. Para evitar que ésta siga aumentando, solo hay un camino y es evitar la emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera. Por suerte, o por desgracia, tenemos una métrica común para todos, empresas y consumidores, de todos los sectores y todas las actividades: nuestra huella de carbono. Llegar a cero no significa eliminar las emisiones sino reducirlas y compensarlas. Si queremos que las próximas generaciones disfruten de la Tierra debemos innovar y transitar hacia modelos más limpios de producción, trabajando en el objetivo común de evitar que la temperatura del planeta aumente más de 2º respecto a los niveles preindustriales, establecido en el Acuerdo de París de la COP25.
La regulación lo exige
En caso de que el conocimiento de la urgencia climática no fuera un motivo suficiente para convencer a las empresas de la necesidad de cambiar sus modelos de producción, viene por parte de España y de Europa un tsunami regulatorio que obligará a todas ellas a transitar hacia modelos más respetuosos con el entorno.
Por un lado, las grandes empresas ya están obligadas a reportar sus estados de información no financiera (EINF), en el que están obligadas a reportar en base a su relación con los criterios ASG (ambiente, social y gobernanza), basado en el marco que establece la directiva sobre el Reporting de la sostenibilidad Corporativa (CSDR). Por otro lado, tenemos el Pacto Verde Europeo y la Ley Europea del clima que ponen foco en la descarbonización, la directiva sobre finanzas sostenibles (SFDR) y la taxonomía europea que se centran en tener establecer parámetros claros para invertir. La administración supone un tractor claro para acelerar la transición y, además, adaptarnos a la regulación nos hará más competitivos.
El cliente lo demanda
Para aquellas empresas que todavía no están convencidas por la urgencia climática y la regulación no le afecta de lleno, todavía hay más motivos para replantearse nuestras estrategias para ser más sostenibles: la creciente exigencia de los consumidores y los cambios en las decisiones a la hora de consumir.
Ahora mismo, tanto los empleados, a la hora de decidir donde invierten su tiempo, como los consumidores, a la hora de decidir dónde invierten su dinero, son fuente de grandes presiones para las empresas. Tras la pandemia, en los periódicos de Estados Unidos,” the Big Quit” llenaba las portadas. Los trabajadores ya no están dispuestos a trabajar para empresas que no signifiquen nada para ellos y no tengan un impacto positivo. Además, las generaciones que vienen, incluyen cada vez más la sostenibilidad como criterio de compra (PWC, 2022). Tener una estrategia clara de impacto puede ser diferencial para una empresa a la hora de fidelizar a sus clientes y empleados.
Encontrar ecosistemas fértiles para acelerar el cambio
Buscamos huir de la “eco-ansiedad“ y pasar a la actuación, del “storytelling al storydoing”. Para que esto sea realmente una transición cimentada en roca y no una imposición construida en arena, debemos hacer alianzas, conocer qué están haciendo las empresas y crear ecosistemas. Para hacer de la sostenibilidad una realidad, aprender sobre el planeta, la regulación y los consumidores, organizamos el gran evento de Mañana en IFEMA el 26 de octubre de 2022. Es un buen momento para dar el primer paso. La sostenibilidad no es binaria, no consiste en ser o no ser sostenible, sino en ser más sostenible que ayer. Porque Mañana empieza hoy.