Con frecuencia nos preguntamos hacia dónde vamos; nos preguntamos si lo que se está haciendo para frenar el cambio climático es suficiente; si lo que hacemos para proteger la biodiversidad es eficaz; si lo que hacemos para prevenir la contaminación funciona de verdad; si de verdad nos estamos tomando en serio nuestro deber de garantizar la calidad de vida de las generaciones futuras.
En realidad, parece que no hacemos suficiente. Nos planteamos los objetivos del milenio dirigidos hacia la justicia global y la eliminación de la pobreza, y se han ido diluyendo en el tiempo. Sin embargo, se consiguieron importantes logros, según la ONU, reduciendo los niveles de pobreza, la mortalidad infantil y materna, la desnutrición, así como mejorando las tasas de acceso a la educación y la prevención de la salud.
15 años después, de nuevo desde la ONU, nos planteamos 17 objetivos de desarrollo sostenible. Estos objetivos surgen del análisis anterior: se han logrado alcanza metas, aunque no completas, gracias a que los países adquieren compromisos. Por tanto, aunque no se alcancen plenamente, vale la pena establecer nuevos objetivos.
La protección del medio ambiente cobra, en esta nueva etapa, mucha más relevancia, estando 6 de los 17 objetivos relacionados directamente con aspectos ambientales:
- Agua limpia y saneamiento
- Energía asequible y no contaminante
- Producción y consumo responsables
- Acción por el clima
- Vida submarina
- Vida de ecosistemas terrestres
En primer lugar, hay que preguntarse porqué cobran tanta importancia los objetivos ambientales: se puede afirmar que estos objetivos garantizan, cuando menos, los siguientes aspectos:
- La salud de las poblaciones humanas
- Sus capacidades de desarrollo sostenible
- Sus capacidades para continuar un aprovechamiento razonable de los recursos en prevención de la pobreza
Por tanto, la apuesta está clara: protejamos el medio ambiente y caminaremos hacia la justicia global al garantizar el acceso a unos recursos de calidad.
Aunque esto parece lógico y sencillo nuestro natural espíritu competitivo hace que, constantemente, algún compromisario rompa su compromiso para estar a un nivel superior. Por tanto, deberíamos tomarnos en serio los siguientes pasos como garantía para alcanzar estos objetivos:
- Alcanzar convicción respecto a los beneficios comunitarios e individuales de proteger el medio ambiente.
- Adquirir compromisos realistas, no sólo a nivel de las grandes instituciones, si no también, en la medida de lo posible, en las empresas y a nivel individual.
- Mantener el nivel de compromiso, pase lo que pase a nuestro alrededor.
En esta línea y concretando, deberíamos tomar decisiones firmes y convencidas en los siguientes terrenos:
- Plantearnos de forma personalizada nuestros objetivos individuales y de empresas e instituciones locales, para contribuir a los globales.
- Aprovechar las tecnologías de la información y la comunicación para ser más eficientes.
- Evitar la búsqueda del enriquecimiento desproporcionado.
- En las empresas, considerar las inversiones en tratamientos y mejoras ambientales como un coste productivo ya que, evitar problemas ambientales en el presente, evitará un encarecimiento desproporcionado de los recursos en el futuro o unos costes inasumibles en descontaminación de nuestro propio territorio
Seguro que de este modo lograremos incorporar cada vez más residuos a la economía circular; lograremos reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y aquéllas que, en las aglomeraciones, deterioran nuestra propia salud; evitaremos el agotamiento de los recursos no renovables; frenaremos un poco el ritmo de la extinción de especies silvestres y; preservaremos los ricos y variados ecosistemas marinos y terrestres. Y, aunque el cambio climático continúe su avance, como en otros periodos de la historia de la Tierra, estaremos preparados para afrontarlo sin que conlleve mayores consumos energéticos y un mayor volumen de emisiones.