Desafortunadamente hablar de emergencia climática está de moda. Se trata de un concepto con el que nos hemos familiarizado, con el que desayunamos mientras leemos la prensa o del que hablamos con nuestros compañeros de trabajo cada vez que asistimos a un episodio de condiciones meteorológicas extremas. Lo hemos interiorizado con pasmosa normalidad. Pero, desde un prisma más positivo, afortunadamente también es tendencia hablar de algunas de las soluciones estratégicas que nos permitirán “tomar las riendas” y abordar el cambio global y definitivo necesario para cambiar el rumbo del planeta.
Hay muchas medidas que están en nuestra mano para acercarnos al objetivo de poner freno al cambio climático y, entre ellas, la movilidad eléctrica y la descarbonización asociada al transporte y los desplazamientos es una muy relevante. Así lo muestran los datos: la movilidad representa, hoy en día, el 24% de las emisiones globales de CO2, según la Alianza Global de Conductores de Vehículos Eléctricos (GEVA). Dentro de este porcentaje, los vehículos son los responsables de casi el 75% de estas emisiones.
Ante estas cifras nada desdeñables, es necesario poner de relieve el papel crucial que puede desempeñar la movilidad eléctrica a la hora de acelerar la transición hacia un nuevo modelo que frene las causas y los efectos del cambio climático sobre el planeta y sobre nuestras vidas. Así lo hacemos desde Juice Technology, una de las compañías líderes a nivel mundial en el desarrollo de soluciones de recarga para vehículos eléctricos, como agente implicado en el impulso y desarrollo de un nuevo modelo de movilidad cero emisiones.
La movilidad eléctrica es una prioridad en los planes económicos postpandemia: la Comisión Europea ha fechado el fin de la venta de vehículos de gasolina, diésel e híbridos para 2035, el Pacto Verde europeo establece 2050 como la fecha a partir de la cual los países de la Unión Europea deberían ser “neutros en emisiones” y la ley de Cambio Climático y Transición Energética española prohíbe la venta en 2040.
Frente a estos objetivos, España continúa “rezagada” en cuanto a movilidad eléctrica se refiere, en comparación con la mayoría de sus vecinos europeos. De hecho, según los datos de ANFAC (Asociación Española de Fabricantes de Automóviles y Camiones), nuestro país continúa a la cola de Europa en cuanto a penetración de matriculaciones de coches eléctricos, con un total de 9.258 unidades en el primer semestre de 2021, lo que representa tan sólo un 2% del total de vehículos en circulación en nuestras carreteras. Este porcentaje contrasta con los datos que aporta la patronal europea de fabricantes, ACEA, que sostiene que, en ese mismo periodo, las matriculaciones de coches eléctricos en la Unión Europea alcanzaron las 356.469 unidades, lo que representa un 6,7% del total de vehículos en circulación.
En cuanto a la infraestructura pública de recarga, en España los datos no son mucho mejores. De hecho, el 70% de los puntos de recarga de Europa se encuentran únicamente en 3 países -Francia, Alemania y Países Bajos-, lo que se traduce en unos 90.000 puntos. Esto choca frontalmente con los números de España, que es el octavo país de Europa en puntos de recarga, con unos 12.000. Además, según el último Barómetro Electromovilidad, publicado trimestralmente por ANFAC, la infraestructura de recarga de acceso público ha aumentado en apenas 330 puntos en el segundo trimestre del año. Tras el fuerte impulso del primer trimestre de 2021, se ha vuelto a la tendencia de crecimiento tradicional, muy por debajo del que sería necesario para conseguir los objetivos de descarbonización en nuestro país.
Parte del problema radica en considerar que la única solución posible para asegurar la recarga del vehículo eléctrico -y eliminar lo que en el sector se conoce como “range anxiety”- es la infraestructura pública de carga. Pero tenemos que ser conscientes de que la solución óptima que nos permita avanzar firmemente hacia un nuevo modelo de movilidad libre de emisiones es desarrollar un modelo que combine estaciones de carga públicas y privadas.
Hemos de ser capaces de ir más allá y pensar que cargar un coche eléctrico no es parar a repostar en una gasolinera. El paradigma ha cambiado. Por lo general, en nuestro día a día, no acudiremos a un punto de recarga público para cargar nuestro vehículo eléctrico, sino que lo haremos en los lugares donde pasamos más tiempo: la casa o el trabajo. Cualquier lugar donde el coche esté estacionado y haya una toma de corriente eléctrica es una oportunidad para la recarga. A ello contribuyen, por ejemplo, las soluciones de carga portátiles, que facilitan la carga del vehículo en el ámbito doméstico, rompiendo en gran medida con la dependencia de las estaciones fijas que tanto limitan la autonomía del coche y que suponen un freno para el potencial comprador de un vehículo eléctrico.
Este tipo de soluciones, sumadas a la creciente variedad de modelos de vehículos eléctricos en el mercado, que favorecerá que las marcas puedan ofrecer precios cada vez más competitivos, irá contribuyendo, de manera progresiva, a que la movilidad eléctrica vaya ganando terreno al vehículo tradicional.
No cabe duda de que este proceso se irá intensificando en los próximos años. Apostar, desde un punto de vista estratégico, por nuevas soluciones de transporte más limpias y respetuosas con el planeta ya no es una tarea pendiente en la agenda del futuro, sino en la del presente.
Dejemos de poner de moda el cambio climático y empecemos a convertir la movilidad eléctrica en tendencia.