En Occidente vivimos un grado de derroche sin precedentes en la historia. Nuestros hábitos, además de ser insostenibles, están convirtiendo el planeta en un supermercado que nos provee del deseo exacto en cada de momento de la vida. No hay capricho que no esté disponible en ese expositor universal, por más excéntrico que parezca.
Como era de esperar, la solidaridad también se ha convertido en un producto muy solicitado en el gran playstore, ya que además de proporcionar experiencias intensas, el altruismo ejerce un efecto “sedante” sobre nuestras conciencias.
Una clara manifestación de este fenómeno es el llamado “turismo de la pobreza” y también el “volunturismo”. Con matices diferentes, ambos coinciden en un mismo hecho: se trata de ofrecer viajes en zonas empobrecidas del planeta o de visitar proyectos sociales en destinos lejanos, todo ello muy bien organizado y fabulosamente facturado por supuestas ONG.
Desde un punto de vista empresarial se trata de un nuevo modo de hacer negocio con la exclusión, a través de una fórmula comercial que apela a los valores y a la humanidad de la gente. Hay decenas de ejemplos, el verano pasado, tuvimos uno muy sonado en los telediarios. Se trataba una especie de fundación que ofrecía “veranos voluntarios” previa compra de billetes de avión, manutención, itinerarios por la zona y demás. El caso es que dejó tirados a un grupo de jóvenes y adolescentes que, al llegar a su destino, descubrieron que no había ni proyecto de cooperación, ni ONG que lo ejecutara. Sólo una agencia de viajes disfrazada de entidad social que no pudo cumplir con el “safari” temático.
Conviene separar el grano de la paja antes de embarcarse en este tipo de aventuras. Las ONG que operan en las zonas más pobres del mundo son bien conocidas. No se valen del marketing para vender estancias en el extranjero. Llevan décadas trabajando en la transformación social, aportan su conocimiento en la materia y pasan por las debidas auditorias que garantizan buenas prácticas. En definitiva, antes de viajar hacia un destino solidario hay que informarse. Desde la Plataforma del Voluntariado sólo podemos recomendar prudencia y tres verdades: en el voluntariado jamás media contraprestación material, nunca nos deben considerar mano de obra gratuita ni nos pedirán dinero para asomarnos a otras desigualdades más allá de nuestras fronteras.