Para dar respuesta mundial a la amenaza del cambio climático el acuerdo de París se plantea como objetivo mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 20C con respecto a los niveles preindustriales. Según el Informe Especial sobre Calentamiento Global de 1,50C del IPCC para no superar los 1,50C respecto a la situación preindustrial, las emisiones globales deben reducirse un 45% para el 2030, desde el nivel de 2010, y ser neutros en carbono en 2050. Para el 2050, la UE se ha marcado el objetivo es conseguir ser Neutros en Carbono.
Limitar la temperatura a 1,50C o muy por debajo de 20C no se puede conseguir sin la contribución de las empresas, que deben marcarse objetivos de reducción de emisiones coherentes con lo que indica el Informe Especial sobre Calentamiento Global de 1,50C del IPCC. Desde esta perspectiva es necesario que las empresas afronten los desafíos que comporta el cambio climático como algo estratégico de la compañía a corto, medio y largo plazo. Para ello se debe ir más allá de los compromisos y las políticas y presentar información precisa sobre los sistemas desplegados para cumplir con los compromisos. Las empresas deben analizar de forma completa los impactos y evitar minimizar e infravalorar los impactos negativos. Para poder evaluar el desempeño medioambiental de las compañías, se debe trabajar bajo el enfoque de impactos en sí mismos y evitar estrategias meramente comunicativas basadas en medidas correctoras muchas veces inconexas entre sí.
Debido a la fuerte externalización, en la actualidad muchos de los impactos se producen en las cadenas de suministro. Las empresas deben incorporar de manera precisa y detallada la gestión de impactos ambientales a través de la cadena de suministro: desarrollo de procesos, fijación de criterios exigidos, sistemas de validación, auditorias, etc.
Por otro lado la empresa debe ampliar el foco y trabajar con objetivos más allá de reducir sus emisiones. Es fundamental el uso sostenible de los recursos: el consumo de agua y el suministro de agua de acuerdo con las limitaciones locales; consumo de materias primas y las medidas adoptadas para mejorar la eficiencia de su uso; consumo, directo e indirecto, de energía… Para ello es básico cambiar los modelos y enfoques y trabajar con una orientación de economía circular que permita establecer medidas de prevención, de reciclaje, de reutilización, y otras formas de recuperación y eliminación de desechos.
La transición empresarial hacia a una economía circular e hipocarbónica exige introducir profundos cambios no sólo en las tecnologías, sino también en la organización, los métodos de financiación, las políticas y la comunicación. Cambios en todas las cadenas de valor, desde el diseño de los productos hasta los nuevos modelos de gestión y de mercado, desde los nuevos modos de conversión de los residuos en un activo, hasta las nuevas formas de relacionarse y de informar a los consumidores.
La Ley 11/2018 que la transpone la Directiva 2014/95/UE de Información no Financiera y Diversidad, representan un importante avance en términos de establecer la obligación para las empresas de divulgar información sobre la evolución, resultados e impacto de su actividad respecto a cuestiones ambientales y sociales y de gobierno corporativo. La Ley tiene como objetivo identificar riesgos para mejorar la sostenibilidad y aumentar la confianza de los inversores, los consumidores y la sociedad en general y para ello incrementa la divulgación de información no financiera, como pueden ser los factores sociales y medioambientales
Por último, tal y como ha expresado la Comisión Europea es vital implicar al sector financiero en la lucha contra el cambio climático. Para ello las empresas del sector deben aplicar procedimientos de evaluación de los distintos riesgos medioambientales en los diversos países en los que operan y a los diversos sectores de actividad a los que prestan financiación. Sin esa identificación de riesgos y sin la aplicación de procedimientos específicos para cada sector de actividad es materialmente inviable eludir el riesgo de impacto derivado de su actividad y muy probablemente alcanzar los objetivos marcados en cuanto a la reducción de emisiones.