A medida que se acerca el lanzamiento del Decenio de las Naciones Unidas sobre la Restauración de los Ecosistemas (2021-2030), la restauración paisajística se ha visto propulsada al primer puesto en el programa mundial sobre desarrollo sostenible. Esta nueva década se propone “prevenir, detener y revertir la degradación de los ecosistemas alrededor de todo el mundo” como medio fundamental para conseguir los objetivos de desarrollo sostenible de 2030 (2030 Sustainable Development Goals -SDGs). Con cerca de tres cuartos de la superficie de la Tierra dañadas por la actividad humana y más de un billón de personas habitando actualmente en zonas degradadas, debemos preguntarnos: ¿qué podemos hacer nosotros como comunidad mundial por cambiar esta realidad?
La degradación de los paisajes a nivel planetario es una grave amenaza para nuestro futuro en común. Por ello, el Decenio de las Naciones Unidas propone la restauración de bosques, prados, campos de cultivo, humedales (especialmente pantanos), sabanas, y otros ecosistemas terrestres y de aguas interiores. Otras áreas de enfoque adjuntan ecosistemas marinos y costeros (incluyendo manglares), así como los entornos urbanos. Más allá de sus beneficios ecológicos, la restauración es una oportunidad muy valiosa para la creación de medios de vida sostenibles y la reducción de la pobreza. Según la Década de las Naciones Unidas, la restauración para 2030 de 350 millones de hectáreas en zonas degradadas puede generar 9 trillones de dólares en servicios del ecosistema y dar un impulso significativo a las economías rurales. Como señala Inger Andersen, el Director Ejecutivo del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente -PNUMA- (en inglés UNEP, United Nations Environment Programme), el coste de esta labor restaurativa -estimada en 800 billones de dólares- es de hecho menor que dos años de subvenciones mundiales a la industria de los combustibles fósiles. Para lograr estos ambiciosos objetivos, serán necesarias nuevas coaliciones y asociaciones entre organizaciones internacionales, gobiernos, programas de investigación, el sector privado, financiadores y, sobre todo, la sociedad civil y los actores locales. El programa sobre restauración mundial es una oportunidad inigualable para repensar y mejorar nuestras vías de conexión entre la acción local y los objetivos internacionales, promoviendo colaboraciones entre grupos que rara vez o nunca habían trabajado juntos.
Usamos el término “restauración paisajística” para adoptar una visión más amplia de los múltiples beneficios de la restauración que abarca a los seres humanos y a tantos otros organismos y seres vivos por igual. El término paisaje se refiere aquí al “mosaico de dos o más ecosistemas que intercambian organismos, energía, agua y nutrientes”. La restauración paisajística apunta hacia una gama más amplia de zonas naturales que la conservación, puesto que no pretende cortar con la presencia e intervención humana en zonas vírgenes de gran valor natural. No hay duda de que las reservas de la biosfera y los parques naturales son esenciales. ¿Pero y qué pasa con el resto? ¿Qué podemos hacer con nuestras zonas urbanas y periurbanas, nuestros campos y pueblos, nuestras zonas industriales y comerciales, nuestras rutas de transporte y nuestras minas? ¿Son todos ellos lugares en los que deberíamos abandonar la idea de coexistir con la naturaleza? La respuesta es no: siendo la humanidad una parte integral de ella, deberíamos incluso reconocer que la mayor parte de los paisajes de nuestro planeta son “anthroscapes” – paisajes que han sido modificados durante milenios por la raza humana; a menudo, siendo alterados y moldeados sin tener en cuenta la salud y la funcionalidad de los ecosistemas. Reconocer y entender el daño causado es el primer paso hacia el aprendizaje sobre cómo convertirnos en protectores y auxiliares del planeta, desplegando un gran empeño y esfuerzo en la restauración a gran escala.
La deforestación, el pasto excesivo y los métodos agrícolas destructivos han dañado gravemente la superficie de la Tierra. Pero las tierras fértiles son la red vital de la que dependen los humanos y los demás organismos terrestres: son esenciales a la hora de filtrar y retener el agua y actúan como absorbedores de dióxido de carbono, papel decisivo tanto para inhibir el cambio climático como para mitigar sus efectos. Las tierras fértiles y sanas contienen también más cantidad de nutrientes y vida microbiana, lo que será crucial para alimentar los 9 billones de personas que habitarán el planeta hacia el 2050. Y son, además, la columna vertebral de la biodiversidad: 1 millón de especies animales y vegetales se encuentran actualmente en peligro de extinción. Como tantos otros procesos naturales, la degradación de los ecosistemas está estrechamente entrelazada al cambio climático a través de numerosos ciclos de retroalimentación: a medida que pierden su capacidad de actuar como absorbedores de dióxido de carbono, los ecosistemas degradados absorben menos cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero, mientras que los efectos continuos del cambio climático aceleran el proceso de degradación de los ecosistemas debido a las variaciones de temperatura y fenómenos meteorológicos extremos. Y, lo que es más, una vez se ha alcanzado un cierto umbral ecológico, el ecosistema afectado puede no volver a su previo estado funcional por medio de su resiliencia inherente. Dada la escala de degradación planetaria, resulta obvio que la humanidad tiene un papel crucial no solo en la restauración de las zonas degradadas, sino en apoyar las propias capacidades de los ecosistemas para seguir manteniéndose y restaurarse por sí solos.
No podemos dejar de subrayar que la restauración debe suceder en todos los ámbitos, incluidas nuestras zonas urbanas más densamente pobladas. A pesar de sus impresionantes concentraciones de población, tecnología, capital e infraestructuras, las metrópolis más grandes del mundo se encuentran en realidad entre las aglomeraciones humanas menos resistentes en términos de seguridad alimentaria y del agua, resistencia ante fenómenos meteorológicos y todo tipo de impactos externos. Sin embargo, el nexo entre ciudades y bosques (“city-forest nexus”) es un lugar ideal desde donde iniciar los trabajos de restauración. Una de sus iniciativas, Cities4Forests, anima a las ciudades alrededor del globo a conectar con sus bosques e invertir en ellos. Esto incluye los “bosques interiores” (árboles en la ciudad y parques urbanos), los “bosques cercanos” (corredores verdes y cuencas) y los “bosques remotos” (bosques tropicales y boreales). Múltiples Soluciones Basadas en la Naturaleza (en inglés, Nature-based solutions -NBS-) tanto para los entornos edificados urbanos y periurbanos como para los bosques están íntimamente ligadas a la restauración paisajística de una manera u otra. El conjunto de Soluciones Basadas en la Naturaleza de Cities4Forests apunta a maximizar los beneficios del agua, el carbón y la biodiversidad ligados a estos distintos círculos forestales que van desde los centros urbanos hasta las zonas rurales de interior, apoyando la cohesión y el bienestar de las comunidades locales.
¿Qué pasa si atamos cabos entre estas diferentes Soluciones Basadas en la Naturaleza y sus objetivos usando una perspectiva sistémica, que es justo el núcleo en el que se enfoca la restauración paisajística? Se vuelve evidente que cada elemento interactúa y es influenciado a su vez por todos los demás elementos del sistema a través de numerosos ciclos de retroalimentación. En conjunto, todos estos elementos y sus interconexiones aseguran una cantidad de funciones que definen el sistema, como son la retención de agua y la creación de tierra fértil. Cuanto más complejas son las interacciones entre los diferentes elementos del sistema, más funciones cruciales se mantienen activas en caso de sufrir impactos externos o la desaparición o fallo de algunos de sus componentes. Lo cual significa, concretamente, que unos bosques urbanos sanos, productivos y con una gran biodiversidad son mucho más capaces de asegurar las Soluciones Basadas en la Naturaleza que propone Cities4Forests que una fila de palmeras a lo largo del paseo marítimo.
Según el Decenio de las Naciones Unidas, los mayores obstáculos para la restauración a gran escala son la falta de oportunidades de financiamiento y las dificultades en el acceso al conocimiento. Otro reto es el de conectar la política de restauración global con las iniciativas que ya están vigentes en el ámbito. Esto definirá el éxito del Decenio de la Restauración de los Ecosistemas: ¿cómo pueden traducirse sus objetivos restaurativos de decenas de millones de hectáreas en resultados reales? La respuesta es simple: de árbol en árbol, de gota en gota, de pala en pala.
Iniciativas sociales para la restauración
Actualmente, resulta evidente que hay una dirección común de acción institucional para hacer de la restauración una prioridad global. La buena noticia es que esta dirección se ve también reflejada en una amplia gama de iniciativas locales que ya están trabajando en este terreno, demasiado numerosas como para ser nombradas. Ejemplos inspiradores de restauración paisajística ya están efectuándose alrededor del mundo entero. No hay duda de que el Decenio de las Naciones Unidas será una ocasión que motivará a muchos actores diferentes a trabajar en conjunto por la restauración paisajística, produciendo un gran abanico de beneficios medioambientales, socioeconómicos y educativos. Y todo ello debido a que los paisajes restaurados, así como las personas sanas, pueden hacer muchas más cosas que cuando están débiles y agotados. En realidad, los paisajes restaurados ofrecen también un sinfín de oportunidades empresariales y de emprendeduría. Tampoco debemos pasar por alto aquellos que han actuado como guardianes y conservadores de sus medioambientes durante largos periodos de tiempo, especialmente los grupos indígenas. El Decenio también dirige sus objetivos a asistir a estos grupos para asegurar los derechos de sus tierras y continuar valorando y construyendo sobre su conocimiento.
Un ejemplo de sociedad civil dedicada al trabajo de restauración que está creando una red global de iniciativas, emulando de algún modo la manera en que los hongos forman el micelio en la tierra y asisten a la red vital del bosque entero, es el movimiento global de los Campos de Restauración de los Ecosistemas (Ecosystem Restoration Camps -ERC-). Esta fundación sin ánimo de lucro facilita la restauración de los ecosistemas dañados y revierte la destrucción ecológica. Cuenta en la actualidad con centenares de miembros de más de 30 países de todo el mundo. Su primer campo de trabajo, Altiplano, fue lanzado en las altas y semiáridas estepas del sudeste español en 2017. En colaboración con la holandesa Commonland Foundation y el colectivo local Alvelal, el objetivo principal es restaurar 620.000 hectáreas degradadas en la región, tanto en áreas naturales como en tierras agrícolas, creando a la vez nuevos puestos de trabajo y oportunidades de aprendizaje. La ERC tiene actualmente campos en cada continente y espera reunir para 2030 a un millón de personas trabajando en la restauración de ecosistemas dañados en 100 campos alrededor del mundo. En estos momentos hay un total de 23 campos activos localizados en Tailandia, Australia, Francia, España, Portugal, Reino Unido, Egipto, Estados Unidos, Brasil, Bolívia, Colombia, Guatemala, México y Perú. Estos campos de trabajo ofrecen programas de aprendizaje práctico y diferentes eventos y talleres sobre restauración paisajística, agricultura regenerativa, agrosilvicultura, bioconstrucción, creación de compost, y muchos otros temas.
Los campos de restauración pueden aumentar la seguridad alimentaria y restaurar los modos de vida sostenibles a través de la creación de nuevas cadenas de valores basadas en los productos de agricultura sostenible. Además de estos beneficios económicos, también pueden revitalizar comunidades y sociedades al construir un impulso y una visión común para que diferentes tipos de personas trabajen en conjunto con el fin de crear un futuro sostenible con resultados locales y tangibles. Mediante sus actividades de restauración, Los Campos de Restauración de los Ecosistemas animan y enseñan a individuos de todos los sectores y edades sobre los beneficios de las acciones directas para la restauración. Además de la inspiración y el aprendizaje que pueden fomentar entre los campistas, las ERCs también mitigan el cambio climático absorbiendo el carbón de las plantas y los suelos fértiles. La vegetación recién plantada puede crear nuevos microclimas con una temperatura más baja y más humedad. Las especies endémicas de flora y fauna pueden, una vez más, mejorar estas zonas previamente degradadas, y hacer con eficacia su parte en la recreación de la red de vida local. A través de la creación de tierra fértil y el trabajo a nivel paisajístico, ayudan a restaurar los ciclos hidrológicos al permitir que los arroyos, pozas y ríos se recuperen con repercusiones positivas en los ciclos locales de agua.
Este aspecto es crucial en áreas amenazadas por la desertificación y los incendios forestales, como muestra el ejemplo del ERC Camp Paradise en California. Este campamento de emergencia surgió como respuesta a los incendios forestales que devastaron California en el 2008, y es el primer campo del mundo pionero en dar respuesta al desastre mediante la restauración del ecosistema. Siendo más bien móvil que permanente, se ocupa de varias ubicaciones en y alrededor del “Camp Fire Burn Scar”. El campamento colabora con granjas locales de permacultura y zonas donde podrían alojarse los asentamientos, hasta identificar un espacio público que necesite de restauración ecológica. Entonces, y a través de campamentos desplegables y jornadas de acción, el Camp Paradise reúne a residentes locales y a campistas para aprender y aplicar técnicas de diseño regenerativo, restauración ecológica, organización comunitaria y talleres de permacultura.
Hacia la protección de la naturaleza
“Definir” significa “llevar a un final”, puesto que está formada por el prefijo de (“completamente”) y el verbo finire (restringir, limitar, de finis “final, término”). Desde el punto de vista de la agricultura regenerativa, esta definición puede ser vista como el término opuesto a la regeneración. Podríamos decir que lo mismo se aplica a la restauración paisajística, que no contiene de por sí ninguna meta final o límite, aunque deba incluir claramente hitos y objetivos hacia los que avanzar y celebrar una vez que se hayan conseguido. En efecto, todos los ecosistemas restaurados exigirán una protección cuidadosa para mantener sus funciones básicas y seguir creciendo. Es en este sentido que la restauración es un proceso vivo y cíclico que nos invita a cambiar nuestra manera de ver el mundo y a frenar un poco, a pesar de la urgencia de actuar. Los ecosistemas no son máquinas que podamos reparar con protocolos establecidos, conjuntos de técnicas o métodos de reparación. Igual que pasa con los seres humanos, es a través de la observación y el cuidado, con intervenciones específicas y adaptadas a cada contexto, que podemos acompañar el proceso de recuperación. Por otro lado, y al contrario que las máquinas, los ecosistemas no cuentan con obsolescencia programada y, por tanto, continuarán simplemente evolucionando y transformándose. El trabajo de restauración no sucede de la noche a la mañana, es -¡como mínimo!- un asunto generacional. La pregunta es: ¿escogeremos los humanos de todo corazón ser parte de la solución, o nos quedaremos a medio camino con medidas para dejar de ser el problema?