En el contexto en que se circunscribe esta tribuna de opinión y de reflexión, desde Azentúa queremos hablar de un caso concreto de pobreza, enfermedad y conflicto armado de guerrillas. Problemática que sigue siendo una realidad en multitud de países del planeta y que, se ha convertido en una deuda pendiente englobada dentro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas para 2030.
Tras el inicio del conflicto armado iniciado en los años 60 en Colombia, sectores tan vulnerables como las poblaciones indígenas y afroamericanas colombianas han sufrido desplazamientos obligados, marginación y pobreza extrema. Una de las tribus más afectadas han sido las poblaciones indígenas Embera del Chocó, en concreto tres agrupamientos que habitan en la Bahía de Solana (Colombia) que se encuentran en situación de alarma nacional.
El actual proceso de paz ha permitido el retorno de parte de su población, sin embargo, los colectivos más desfavorecidos (mujeres, niños, jóvenes, población afrodescendiente y comunidades indígenas) cuentan con escasas oportunidades económicas y viven en una situación de subsistencia.
Derivado de estos desplazamientos forzosos han ido surgiendo dificultades adicionales como son, la dificultad del acceso al agua segura y saneamiento básico. Algo que poblaciones obligadas a desplazarse continuamente no pueden conseguir con facilidad, de tal manera que, al no contar con un servicio de agua potable, toda el agua que consumen es recogida del río y es allí donde también realizan sus necesidades.
La presencia, desde hace más de 30 años, de un vertedero a cielo abierto de todo tipo de residuos (tres hectáreas de bosque contaminado con 70.000 toneladas de basura) en Ciudad Mutis de Bahía Solano, ha agravado más aun la situación. Debido a la lixiviación de los residuos (líquidos de la materia orgánica descompuesta) por el agua de lluvia, el agua usada para beber, asearse y preparar alimentos se ha contaminado gravemente.
Está situación no ha parado de complicarse con el tiempo y ha puesto al descubierto la vulnerabilidad de las comunidades frente a la transmisión y contagio de enfermedades relacionadas con el consumo de aguas no seguras. Por lo que se ha puesto aún más de manifiesto la necesidad y urgencia de implementar estrategias de potabilización que sean funcionales en dichas realidades.
Azentúa (VALOR AMBIENTAL Y SOSTENIBLE, S.A.) es una empresa que, desde su constitución, ha puesto el acento en la “gestión de la sostenibilidad” buscando nuevas soluciones para los retos y necesidades ambientales y sociales actuales. Lo hacemos a través del impulso y realización de proyectos sostenibles en el tiempo o, lo que es lo mismo, proyectos que sean «factibles» (valor económico), «viables» (valor ambiental) y «deseables» (valor social).
En los últimos años, Azentúa ha expandido su visión empresarial hacia el mundo de la Cooperación Internacional, poniendo el foco y dedicando tiempo y recursos hacia” los más desfavorecidos” y apoyándose en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). De esta manera queremos contribuir al compromiso mundial que plantean las Naciones Unidas (Agenda 2030) para poner fin a la pobreza, proteger el planeta y garantizar que todas las personas gocen de paz y prosperidad para 2030.
Con el impacto mundial del COVID-19, se hace aún más urgente apoyar estas estrategias que aborden soluciones integrales y de conjunto para ayudar a la implantación efectiva de los ODS a nivel local. Además, esto debe traducirse en mejoras tangibles e inmediatas de las condiciones de vida en las comunidades más desfavorecidas de nuestro querido planeta.
Este artículo forma parte del Dosier Corresponsables – Día Mundial del Refugiado.