Según la Real Academia de la Lengua Española, la palabra “cambio” significa acción y efecto de modificar el comportamiento, y la palabra “urgente” significa que algo necesita ser solucionado con rapidez o lo antes posible. Los efectos del cambio climático se hacen patentes en situaciones del día a día como el alza de las temperaturas y los fenómenos meteorológicos extremos, pero también en los cambios migratorios de las aves o en la mala calidad del aire que respiramos.
Algunos cambios tienen mayor urgencia que otros como, por ejemplo, la procedencia de la energía. El consumo energético mundial va en aumento cada año, aproximadamente un 3,4% según la Agencia Internacional de la Energía. Apostar por aquellas energías que provengan de recursos naturales renovables, como el sol o el viento y que además son gratuitas e inagotables, es el gran paso para poder reducir las emisiones de CO2. La eficiencia energética y la electrificación del sistema contribuye a la descarbonización de nuestra economía. Los ciudadanos pueden y deben participar en acciones, como el autoconsumo renovable, donde es fundamental el fácil acceso de éstos, quitando burocracia y complejidad legislativa por parte de los Gobiernos.
Hace unos días, el submarinista Victor Vescovo batió el récord al realizar la inmersión más profunda en el océano. Sin embargo, él y su equipo observaron con pánico como a casi 11 kilómetros de profundidad se encontraban envoltorios de caramelos y bolsas de plástico. Según estudios realizados por científicos estadounidenses, los seres humanos hemos generado 8.300 millones de toneladas de plástico, de los cuales 6.300 millones son residuos. De estos residuos, el 79% se encuentra en vertederos o acumulados en el medio ambiente, el 12% se ha incinerado y solo el 9% se ha podido reciclar. El bajo coste del plástico para el usuario tiene un alto precio para el planeta y todos sus habitantes. Iniciativas como la aprobada por el pleno del Parlamento Europeo en el que los plásticos de un solo uso, como vasos o cubiertos, estarán prohibidos a partir de 2021 son el principio para recuperar el ecosistema.
Todos los elementos cumplen una función en la naturaleza, que es aprovechada en sus diferentes etapas. Sin embargo, si un aparato electrodoméstico se estropea, pasa a ser un desecho apilado en una montaña de basura, sin darle la oportunidad de ser reparada o una segunda vida a sus piezas. Es la herencia del dicho consumista “comprar, tirar, comprar” que nos está creando una deuda medioambiental que nos va a ser imposible pagar. Por ello, la economía circular propone utilizar materiales que puedan volver a la naturaleza sin causar daños al medioambiente cuando agote su vida útil. Aparentemente este modelo da más valor al aspecto medioambiental que al económico, pero está comprobado que reutilizar los recursos resulta mucho más rentable que crearlos desde cero por lo que el mercado empresarial también sale ganando.
La respuesta a todos estos cambios urgentes la tienen principalmente los políticos, quienes tienen la llave para blindar la salud de la Tierra. Poco a poco, observamos que nuestras ciudades son más verdes apostando por el coche eléctrico y los ciudadanos somos más conscientes de la contribución que podemos hacer reciclando o llevando nuestras propias bolsas de tela cuando hacemos la compra. Si queremos hacer del mundo un lugar mejor, debemos empezar mirándonos a nosotros mismos en el espejo y hacer el cambio.
El cambio empieza por uno mismo
Sara Molina, Responsable del departamento de comunicación en ANPIER
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