La crisis global provocada por la pandemia ha cambiado nuestra vida y ha alterado nuestro horizonte y perspectivas. Nos enfrentamos también a nuevas necesidades y demandas sociales, que se suman a otras que arrastrábamos de crisis anteriores, donde se ha puesto en juego, más que nunca, la propia sostenibilidad humana.
En este contexto incierto, el papel del sector fundacional se hace imprescindible, ya que su actividad e impacto económico y social, contribuyen significativamente a la creación de bienestar, la generación de empleo y la cohesión social. Sin embargo, la inestabilidad del momento también implica nuevas dificultades y retos a los que las entidades sociales deberán hacer frente, a través de la reinvención, la reorganización interna, la creatividad, la innovación social, la transparencia y el trabajo en red, para salir fortalecidas y dar respuesta a los nuevos desafíos.
El sector fundacional en España, formado por cerca de 9.218 fundaciones activas, comprende una agrupación de instituciones diversas y complejas en sus características, funciones y financiación, que se guían por criterios de proximidad, agilidad y prioridad del bien común. Desde estos datos, podríamos sostener que contribuye de una manera esencial a robustecer el concepto de “sociedad civil”, tan importante en este tiempo.
Las fundaciones trabajan con el largo plazo y aportan una dimensión humana a la acción pública. Además, poseen una función innovadora, no sólo en lo científico, sino en lo social y no existen únicamente para dar solución a problemas, sino para trabajar sobre sus causas. Asimismo, juegan un papel clave en el impulso y búsqueda de soluciones innovadoras, en el uso de las nuevas tecnologías y en la promoción de programas académicos, sociales y científicos. Generan sinergias entre distintos actores, y promueven que la comunidad y la sociedad civil, sean parte involucrada en los procesos de cambio y transformación.
En cuanto a su impacto en el empleo, según estudios de la Asociación Española de Fundaciones, la evolución de los datos del sector fundacional es positivo comparando con la economía española, empleando a cerca de 267.005 trabajadores. Respecto a los beneficiarios finales y directos, las fundaciones impactan en 43,71 millones de personas, si bien se trata de un dato estimativo, por la complejidad que conlleva la cuantificación de dicho número.
Sobre el tipo de necesidades a las que se da respuesta desde el tercer sector, en el que se engloban las fundaciones, han ganado peso relativo, desde la actual crisis, las actividades de Sanidad, Desarrollo y vivienda, Educación e investigación, Medio ambiente, Religión y Actividades empresariales. En este sentido parece que, en general, las entidades sociales han sabido reaccionar, con mayor o menor dificultad, adaptarse y dar respuesta a la situación de emergencia que hemos vivido y que aún estamos viviendo. Para ello, han tenido que explorar nuevas formas de trabajo y no cambiar, pero sí “reajustar” su actividad.
Surgen además grandes retos de futuro, donde será clave seguir garantizando el bienestar de los colectivos más frágiles y dar respuesta al bien común, reforzando la presencia de las fundaciones en la sociedad, y manteniendo un estilo de proximidad y acompañamiento al ciudadano. Para ello, será necesaria una mayor consolidación y fomentar la colaboración con entidades del propio sector y con el sector empresarial, tanto en el entorno cercano como en otros territorios, a través de iniciativas transversales. En definitiva, desplegar la máxima creatividad y capacidad de adaptación e innovación, para reforzar el papel del sector fundacional como actor institucional imprescindible en el desarrollo económico y social.
Este artículo forma parte del Dosier Corresponsables: Fundaciones Comunitarias