“La formación es condición indispensable para la acción” (1), una frase que cobra especial relevancia cuando nos referimos a la lucha contra el cambio climático. Los retos medioambientales a los que nos enfrentamos no son pocos y,para poder estar a la altura, debemos llevar a cabo un ejercicio de formación que tienda puentes y fomente el diálogo entre científicos, la comunidad educativa, los círculos económicos y la esfera política. Frente a la inacción, apostar, entre otras, por iniciativas que favorezcan el aprendizaje interdisciplinar y la transversalidad acerca de estas cuestiones. Y es que, a medida que sube el termómetro, la educación sobre el cambio climático se vuelve cada vez más imprescindible.
Este asunto ya había cobrado un gran protagonismo con motivo de la Conferencia de Río, organizada por la ONU en 1992, así como en 2015, en el marco de la COP21, donde se volvió a insistir, a través del artículo 12 del Acuerdo de París, en la importancia de la educación sobre el clima para alcanzar los objetivos fijados. Como resultado, la formación medioambiental se ha convertido en una prioridad pedagógica en varios países. Italia, por ejemplo, ha sido el primer país del mundo en instaurar hace dos años la obligatoriedad de la enseñanza del cambio climático para los alumnos de educación primaria y secundaria. Esta reconfiguración de los programas de formación, auspiciada por la UNESCO, está siendo reclamada por muchos docentes, convencidos de que la formación deja una huella que perdura.
En España, el 97% de los jóvenes (2) se muestra preocupado por el cambio climático, según el informe El futuro es clima, presentado recientemente en el Congreso de los Diputados. En el ámbito de la formación, casi el 80% de los jóvenes considera que la concienciación medioambiental de la población es insuficiente y que les gustaría tener una profesión con impacto social o ambiental positivo. Los jóvenes demandan formación especializada ante un problema global y complejo, al mismo tiempo que la profesionalización y la educación en esta cuestión tienen mucho camino que recorrer.
Ante este panorama, está claro que debemos incrementar la formación acerca del cambio climático. Los científicos transmiten hechos, pero también son portadores de soluciones que deben llegar hasta los responsables de las decisiones económicas y políticas, y este proceso de divulgación requiere una comunicación transparente por parte de todos los actores implicados.
Esto incluye, también, la implicación del sector financiero, que juega un papel muy relevante. Numerosos reglamentos, como los cambios en MiFID II para incorporar las preferencias sobre las inversiones ESG, motivan a los intermediarios financieros a ofrecer productos de inversión responsable a sus clientes y explicarles que tienen una gran oportunidad para ser partícipes de este cambio. En este sentido, desde LFDE hemos desarrollado varios programas innovadores como Ecole du Climat o Ecole de’ISR, donde hemos formado a casi 3.000 personas en materia de sostenibilidad.
Más allá del mundo de las finanzas, cualquier entorno –empresarial, educativo, político, medios de comunicación– es idóneo para fomentar y asimilar hábitos sostenibles que permitan acelerar la transición hacia un modelo de sociedad menos contaminante. Y, como inversores responsables, tenemos la firme intención de contribuir a este impulso.
1. Frase extraída de la carta abierta dirigida al presidente de la República de Francia, Emmanuel Macron, firmada por 17 personalidades de la sociedad civil, entre ellas Jean-Marc Jancovici, experto en clima y energía; Eva Sadoun, cofundadora de una plataforma de inversión de impacto.
2. Datos extraídos de la macroencuesta, elaborada conjuntamente por PlayGround y Osoigo Next, y recogidas en el Informe El Futuro es Clima.
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