Con motivo de las promociones y descuentos especiales de Black Friday y Cyber Monday y ante el aumento de la demanda de los consumidores, la industria textil experimente un incremento notable de su producción. Esta fabricación masiva implica un aumento de la contaminación, ya que se calcula que la huella de carbono relacionada con la producción de una camiseta de algodón es de unos 2,1 Kg de CO2, y, si se utiliza poliéster, la cifra aumenta hasta los 5,5 Kg. Además, la producción textil de algodón utiliza el 4% de agua de toda la extracción mundial anual. Por tanto, la industria debe promover la elaboración de productos sostenibles que ayuden a reducir tanto la huella de carbono como la huella hídrica.
Oriol Roig, Consumer Products & Retail Manager de TÜV SÜD España asegura que “la sostenibilidad de la prenda no se podrá lograr si sus procesos no son sostenibles”. En este sentido, explica que “la auditoria de estos procesos de producción nos ayudan a verificar que sean lo más neutros posibles, por ejemplo, controlando el origen de las materias primas, testando el uso de los químicos y verificando el tratamiento de los residuos. Además, mediante los servicios de formulación química evitamos que el uso de estas sustancias en la producción de prendas genere residuos peligrosos que puedan llegar al medio ambiente”.
Desde TÜV SÜD proponen cinco iniciativas para mejorar la circularidad de las prendas, es decir, “el proceso que desemboca al final de la vida útil en el reúso, reciclado o descomposición de la prenda original”:
- Diseño reutilizable y/o reciclable de las prendas. El primer paso tiene que ver con la concepción y diseño de las prendas. La elección de los materiales y proveedores se debe plantear teniendo en cuenta la posibilidad de dar un nuevo uso a la misma al final de su vida útil.
- Producción de cercanía y fuentes de energía renovable. Idóneamente la producción de la materia prima, la hilatura o el tinte deberían estar cerca del consumidor final. Si bien esto puede ser utópico, hay que reducir en la medida de lo posible las distancias para optimizar los procesos. Además, conviene utilizar fuentes de energías sostenibles como sistemas de ciclo cerrado como, por ejemplo, la biomasa.
- Uso de materias primas de origen orgánico o reciclado. Recomendamos elegir fibras de origen orgánico contrastado o procedente de otros materiales reciclados porque las prendas fabricadas con poliéster suelen proceder de botellas de plástico que, posteriormente, se convierte en residuos. También se pueden usar fibras de origen vegetal como la celulosa, que logra reducir la huella ambiental considerablemente, o bien de algodón reciclado, que necesita menos agua para producirlo mediante su cultivo.
- Producción en fábricas monitorizadas por iniciativas como el ZDHC y la SAC coallition. Reducir el impacto medioambiental también pasa por utilizar químicos que no provoquen sustancias nocivas para el medio ambiente y que sean tratadas adecuadamente.
- Impulsar la compra de ropa de segunda mano. El fast fashion tiene cada vez más detractores, y este tipo de consumo se está promocionando mucho en distintas plataformas y aplicaciones. Actualmente, algunas marcas están implantando nuevas iniciativas sostenibles como, por ejemplo, la recogida de prendas desechadas por los clientes, pero debemos ser capaces de discernir entre los productos realmente sostenibles y aquellos que solo fingen serlo como herramienta de marketing: un fenómeno conocido como greenwashing. Aunque lo cierto es que, de momento, el porcentaje de prendas que se reconvierte de nuevo en una nueva pieza es muy limitado: se calcula que el 1% del total recogido.
“En cualquier caso, para satisfacer las demandas cada vez más exigentes de los consumidores en términos de sostenibilidad, la industria textil debe reducir su impacto medioambiental y, para ello, será fundamental conocer la casuística de cada empresa y saber en qué aspectos puede mejorar”, concluye Roig.
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