El 5 de junio se celebra el Día Mundial del Medio Ambiente, un evento que Naciones Unidas estableció en 1972. Por aquel entonces se organizó la primera gran conferencia sobre cuestiones ambientales, conocida como la Conferencia de Estocolmo, en la que se instó a gobiernos y organizaciones a tomar medidas para preservar y mejorar el medioambiente.
Hoy, más de 50 años después, nos encontramos en una situación de emergencia, ya que, si no somos capaces de mantener la temperatura media del planeta, y esta aumenta en promedio en más de 1,5ºC, las consecuencias en nuestro entorno, biodiversidad, clima y en última instancia en nuestro modo de vida tal y como lo conocemos actualmente serán devastadoras.
Entre las muchas causas que están provocando este cambio climático, la contaminación por plásticos es una de las principales. Las cifras resultan escalofriantes. Según Naciones Unidas, cada año se producen a nivel mundial más de 400 millones de toneladas de plástico, de las cuales se recicla menos del 10 % y entre 19 y 23 millones de toneladas terminan en lagos, ríos y mares. Según WWF, para 2050 podría haber más plásticos en el océano que peces.
Y el caso de España es especialmente preocupante, ya que somos el segundo país que más plástico vierte al Mediterráneo después de Turquía y el cuarto de la UE que más plástico consume. La contaminación por microplásticos en los océanos supone una grave amenaza para las especies marinas, pero también para la salud de todos nosotros.
Los residuos textiles son otro ejemplo del modelo de consumo del que abusamos como sociedad: al año, un europeo consume de media 26 kg de ropa y tira 11. Otro dato es más ilustrativo -y chocante- aún: en promedio, una prenda de ropa cualquiera es usada entre 7 y 8 veces antes de ser tirada a la basura. En promedio. Eso implica que muchos productos del “fast fashion” se usan una o ninguna vez en toda su vida desde la adquisición hasta la eliminación. Esto no sólo implica un consumo innecesario de recursos energéticos, hídricos y materiales para la fabricación de estos productos, sino que su eliminación contribuye de manera fundamental a la presencia de microplásticos y microfibras sintéticas en nuestros entornos naturales e hídricos.
El pasado año se aprobó en España la Ley de residuos y suelos contaminados para una economía circular (Ley 7/2022, de 8 de abril), que no sólo deroga y amplía la anterior Ley en vigor (Ley 22/2011) con cambios incrementales en los objetivos de reducción y reciclaje; persigue objetivos mucho más ambiciosos mediante un cambio en hábitos de consumo y prácticas de producción y comercialización, con el objetivo de efectuar una transición hacia una economía circular basada en la reutilización, el reciclaje y el uso eficiente de los materiales, en la drástica disminución de la cantidad de residuos derivados de determinados materiales (plásticos, textiles, materiales de construcción y demolición, etc).
Alguna de las medidas más destacadas que entraron en vigor fue el impuesto especial sobre los envases de plástico no reutilizables y la prohibición de comercializar plásticos de un solo uso, como pajitas, bastoncillos o recipientes de bebidas.
Otra medida englobada en esta estrategia establece que, desde enero de este año, los comercios de alimentación minorista, cuya superficie sea igual o mayor a 400 m2, deben destinar al menos el 20 % de su área de ventas a la oferta de productos presentados sin embalaje primario, incluida la venta a granel o mediante envases reutilizables. Por su parte, las administraciones deben fomentar el uso del agua no embotellada a través de la instalación de más fuentes públicas de agua potable, y la hostelería debe servir agua no embotellada gratis siempre que el cliente lo solicite.
La Ley 7/2022 también prohíbe la destrucción en vertederos de excedentes no vendidos de productos no perecederos, como textiles, juguetes o aparatos eléctricos, salvo que deban eliminarse conforme a otras normativas o por protección del consumidor. En su lugar, se buscará “segundas vidas” para estos excedentes, como su donación. Otras medidas establecen la obligatoriedad de nuevas recogidas separadas de biorresiduos, textiles, aceites de cocina usados, residuos domésticos peligrosos y residuos voluminosos, entre otros.
Esta ley ha supuesto, por tanto, un avance importante en la manera en que producimos, consumimos y desechamos los plásticos y otros materiales en nuestro país, pero es necesario profundizar más en políticas e iniciativas que vayan calando en los hábitos sociales de consumo hasta que se consiga un verdadero cambio de modelo. A día de hoy, como ejemplo, España continúa arrojando más de 126 toneladas de plástico al día, según datos de WWF. Esto da una idea del trabajo que aún queda por delante.
En cualquier caso, la implantación de ese tan necesario cambio de modelo no es una responsabilidad única de los gobiernos, sino también de todos nosotros como ciudadanos. Existen muchos pequeños hábitos cotidianos que podemos cambiar para aportar nuestro granito de arena, desde hacer la compra con bolsas de tela hasta utilizar jabones sólidos, priorizar la compra de productos a granel, minimizar (o directamente eliminar) la compra de productos de consumo rápido (textiles, electrónica…) o rechazar todos aquellos productos que vayan envueltos en plástico.
Otro importante cambio paradigmático, relacionado con los residuos de construcción y demolición, se conseguiría, por ejemplo, exigiendo a la contrata responsable de las obras domésticas o de remodelación de nuestros domicilios la separación en origen de las fracciones minerales/pétreas, metales, vidrio, plástico y yeso, tal y como exige el artículo 30 de la Ley 7/2022.
En definitiva, es una buena oportunidad para reflexionar acerca de lo que estamos haciendo para proteger el medioambiente y asegurarnos un entorno saludable de cara al futuro. Es fundamental contribuir a minimizar la generación de residuos, eliminar el consumo de productos con ciclos de vida ridículamente bajos, y fomentar el cambio cultural que implica dejar de hablar de residuos (desechos) y empezar a hablar de materiales o recursos valorizables. Cualquier momento es bueno para poner en marcha pequeños cambios en nuestro día a día, que si la mayoría adquirimos como nuevos hábitos, conseguiremos un avance real hacia un nuevo modelo de sociedad, mucho más sostenible y eficiente.
Este artículo forma parte del Dosier Corresponsables: Día Mundial del Medioambiente 2023.