En el contexto actual, ser una marca de éxito implica mucho más que simplemente generar beneficios económicos. En Marcas buenas, buenas marcas (LID Editorial), se plantea una idea fundamental: una marca verdaderamente valiosa es aquella que incorpora un propósito genuino y una responsabilidad hacia la sociedad y el medio ambiente. No solo se trata de ser una “buena marca” en términos de preferencia y valor para los clientes y accionistas, sino de ser una “marca buena”, es decir, un agente de cambio positivo en el mundo.
Este enfoque responde a una creciente demanda de consumidores que buscan conectar con marcas que comparten sus valores y que contribuyen a un futuro más sostenible. La tendencia de priorizar la ética y la sostenibilidad no es pasajera; se ha convertido en una expectativa cada vez mayor. Para competir, las empresas deben ir más allá del cumplimiento normativo, integrando la sostenibilidad como un pilar central en su estrategia de marca.
Sostenibilidad en el ADN de la marca
Uno de los conceptos clave en Marcas buenas, buenas marcas es que la sostenibilidad debe formar parte del ADN de la empresa, influenciando cada aspecto de su actividad, desde la cadena de suministro hasta el diseño de productos y las prácticas internas. Esto implica que la sostenibilidad no debe ser utilizada como una simple herramienta de marketing. Más bien, debe integrarse de manera honesta y sólida, de modo que la marca realmente refleje su compromiso con el bienestar social y medioambiental.
Las empresas que logran esta integración encuentran una ventaja competitiva clara. Al alinear sus operaciones con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y establecer una estrategia de sostenibilidad coherente y ambiciosa, crean un valor diferencial. Este enfoque no solo atrae a clientes y empleados, sino que también posiciona a la marca como un referente ético en su sector.
La coherencia como base de la confianza
Para que una marca sea percibida como “buena”, debe haber una coherencia real entre lo que comunica y lo que practica. En un entorno donde los consumidores son cada vez más críticos y mejor informados, cualquier desalineación entre las palabras y las acciones de una marca se percibe rápidamente y puede dañar su reputación. La confianza del consumidor depende de esta coherencia, y la transparencia es clave en este proceso.
Un gran desafío para las empresas es evitar el “greenwashing” o prácticas que aparentan sostenibilidad sin un respaldo real. Las marcas deben ser transparentes y comunicar tanto sus avances como sus retos en materia de sostenibilidad. En Marcas buenas, buenas marcas, se destaca que esta honestidad no solo mejora la percepción del cliente y resto de stakeholders”, sino que fomenta relaciones duraderas y auténticas, esenciales para la construcción de una marca sólida y respetada.
Los beneficios de ser una marca buena
Integrar la sostenibilidad y la responsabilidad social es beneficioso desde una perspectiva ética, pero también resulta una estrategia empresarial rentable. Las marcas comprometidas con estos valores experimentan mayores niveles de lealtad, satisfacción y atracción de talento. Además, están mejor preparadas para adaptarse a nuevas regulaciones y gestionar los riesgos asociados con la sostenibilidad, aspectos que fortalecen su resiliencia a largo plazo.
En un mercado cada vez más competitivo, ser una “marca buena” es un factor diferenciador. Las empresas que lideran en sostenibilidad tienen la oportunidad de captar la creciente sensibilidad de los consumidores hacia las prácticas éticas. La sostenibilidad se convierte así en un activo que refuerza el valor de la marca, contribuyendo tanto a su crecimiento como a su relevancia en el mercado.
El desafío de mantener la autenticidad
Ser una “marca buena” no es una meta estática, sino un proceso continuo de aprendizaje y mejora. Las expectativas del mercado y la evolución de los valores sociales exigen que las marcas adapten su compromiso sostenible a lo largo del tiempo, sin perder de vista su autenticidad. Esto requiere una visión a largo plazo, un genuino compromiso con el propósito de la marca y la disposición de escuchar y adaptarse a las necesidades de los stakeholders.
La sostenibilidad y la responsabilidad social no pueden quedar al margen de la estrategia de marca; deben evolucionar junto a ella. Este compromiso se logra adoptando una mentalidad de aprendizaje constante, abierta al diálogo con los grupos de interés y dispuesta a ajustar la propuesta de valor según el contexto cambiante.
Conclusión: el camino hacia la sostenibilidad y la buena marca
En definitiva, Marcas buenas, buenas marcas nos recuerda que la sostenibilidad y la responsabilidad social no son meros atributos adicionales; son el núcleo de una marca que aspira a trascender. Las marcas que integran estos valores en su estrategia y los comunican de manera coherente y transparente no solo ganan en reputación, sino que también aseguran su prosperidad y relevancia a largo plazo. Ser una marca buena significa, en última instancia, ser parte activa de la solución y demostrar que es posible combinar rentabilidad y responsabilidad.
Para las empresas que aceptan este desafío, la recompensa es significativa: se convierten en marcas queridas, respetadas y elegidas por un consumidor cada vez más consciente y comprometido. Ser una marca buena no solo es una aspiración ética, sino una ventaja competitiva que, en un mundo en constante cambio, garantiza una relación valiosa y perdurable con el mercado.
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