El hambre es un problema complejo que presenta caras muy diferentes según el contexto social. Para encontrar soluciones adecuadas, resulta fundamental establecer alianzas entre los diferentes actores implicados. Con este objetivo, Acción contra el Hambre organizó recientemente en el Mandarin Oriental Ritz Madrid su primer encuentro “Empresas que alimentan”, que contó con la colaboración de Corresponsables y Forética y la asistencia de una decena de compañías del sector alimentario.
Tras el evento tuvimos la oportunidad de conversar con Antonio Vargas, Responsable del Departamento de Nutrición y Salud de Acción contra el Hambre en España. Esta es la entrevista completa.
¿Entendemos realmente el problema del hambre y lo que implica?
Yo creo que sí. Desde el año 1949, UNICEF nos presentó un marco causal de la desnutrición y con ello de las causas del hambre. De manera inmediata, se fundamentan en dos factores: la disponibilidad de alimentos y la falta de accesibilidad a una salud segura y de calidad. Evidentemente hay causas subyacentes, que son las que todos podemos llegar a entender, pero difíciles de digerir y más difíciles de gestionar, como son la inequidad, la desigualdad, la violencia, el abuso… bases con las cuales se construyen estructuras que permiten desgraciadamente que el hambre sea un problema a nivel mundial, no solamente en continentes como África, sino también en España.
Ahora estamos inmersos en una crisis con diferentes caras, entre ellas la alimentaria, derivada de la invasión de Ucrania y su impacto sobre la distribución de productos. ¿Cuál es la situación actual del hambre en esta crisis, que todavía no ha terminado?
Afortunadamente, en España hay un sistema de protección social que ha reaccionado y que está soportando una situación que pensamos que, si sigue así, quizá genere cierta debilidad para sostener el volumen de personas que cada vez se están sumando más a esa necesidad de contar con ese recurso.
Sí que es cierto que, en comparación con otros contextos, contar con ese sistema supone atender de manera rápida la situación. Nosotros como organización lo que estamos viendo es que se están produciendo dinámicas que ya tenemos identificadas en otros lugares. Por ejemplo, la aparición de la obesidad asociada al hambre y a la pobreza. Lo estamos viendo muy reflejado en los niños: cómo la pobreza, en los contextos donde se produce una inseguridad alimentaria, se manifiesta como una de las primeras causas del hambre o de una mala alimentación.
Aquí es donde estamos empezando a reaccionar a la hora de hacer nuestra sensibilización y nuestro abordaje hacia ese problema, que puede ser la obesidad, pero fundamentalmente hacia la inseguridad alimentaria, que en este país está siendo algo que se está extendiendo. No solamente en los estratos más bajos, sino también en otros lugares donde la falta de acceso a determinados alimentos se puede estar dando.
Esto a nivel nacional. ¿Y a nivel mundial?
A nivel mundial es verdad que la situación está mejorando, en cuanto a que cada vez hay menos personas que están padeciendo situaciones de hambre o de inseguridad alimentaria. Pero hay lugares en los que ciertamente no se produce una mejora. Por ejemplo, en Sudán del Sur y en Etiopía el acceso a la alimentación sigue siendo un gran reto. Son países en los que estamos atendiendo de manera directa. También pasa en Ucrania, donde claramente se está utilizando el hambre como un arma de guerra, con el objetivo de que esa situación pueda modificar las acciones del contrario.
Lo que también estamos viendo es que no se están resolviendo las situaciones de igual manera. Por ejemplo, en América Latina, el hambre es una causa de inestabilidad social en muchos de los países que pensábamos que ya habían llegado a un cierto nivel de desarrollado, pero que han experimentado un retroceso en derechos fundamentales, lo que al mismo tiempo provoca una crisis social.
Dado que el hambre es un problema que se manifiesta de maneras tan diferentes según el lugar, suponemos que esto obliga a Acción contra el Hambre a actuar de manera muy distintas según el contexto.
Claramente es así. En el contexto africano seguimos teniendo la obligación de hacer una prestación de servicios directa, y de un abordaje más de necesidades inmediatas, porque la realidad es mucho más próxima a la desnutrición aguda. Mientras que en América Latina, trabajamos más con la parte comunitaria a la hora de abordar la resiliencia y la capacidad de afrontar la situación económica. Y aquí, en el contexto de España, estamos viendo las bolsas de población que, o bien no llegan a esa atención de la protección social, o bien que ya están incluso fuera de ese sistema. Aquí es donde estamos interviniendo.
Aquí el abordaje es más especifico a la hora de la prevención y de la promoción de hábitos que se han llegado a perder, y también en la parte de empleabilidad. Los proyectos que tenemos aquí en España van muy enfocados a abordar ese tema de la empleabilidad, como una de las grandes áreas en las que tenemos un gran número de personas, no solamente jóvenes, sino también mayores, con gran miedo a la búsqueda de empleo. Nuestros procesos de trabajo con ellos lo que pretenden es que les resulte más fácil afrontar ese reto de buscar empleo, sacándoles de la apatía, incluso de un problema psicosocial en el que están envueltos.
Es decir, que la inseguridad alimentaria les lleva también a una inseguridad a la hora de buscar un empleo.
Totalmente: está muy relacionada la inseguridad alimentaria con un deterioro de esas capacidades con las cuales contamos a la hora de enfrentarnos al proceso de empleabilidad. Muchos de nuestros participantes sienten un miedo claro al proceso de empleabilidad. A enfrentarse una entrevista. Lo que nosotros le facilitamos es justamente cambios, en cuanto a que ese proceso no sea tan traumático y tan violento y que sea asumido de una manera mucho más resuelta de la que una persona con una crisis de ansiedad o con miedo puede realizar.
¿Pero hasta qué punto está conectado este problema de inseguridad o de miedo con la falta de una alimentación saludable?
Justamente es algo que ha cambiado nuestra manera de trabajar. Lo que hemos visto desde Acción contra el Hambre en el proceso de investigación que llevamos realizando desde hace dos años es que la alimentación saludable es una variable que mejora en gran medida la autoestima de la persona. Trabajar de manera voluntaria para unos hábitos de vida saludables conlleva que la persona mejore su autoestima y su autocuidado. También que se dedique más tiempo al propio cuidado y que se mejora igualmente la autonomía en la toma de decisiones.
Hemos incorporado estas dos variables, como son la nutrición y la salud, a un proceso de empleabilidad que tenemos ya estandarizado y que conlleva que el propio individuo tiene mayor capacidad para afrontar la búsqueda de empleo. Y también estamos viendo que las empresas buscan más a este tipo de trabajadores que manifiestan de manera clara, incluso en su currículum, su pretensión de mejorar su propia salud. Lo manifiestan dentro de ese currículum a la hora de decir que velan por que su familia tenga una alimentación saludable o que hacen ejercicio todos los días. Son variables que las empresas cada vez valoran más a la hora de darles un valor añadido a estas personas y ser incorporadas dentro de sus empresas.
Acabamos de asistir al primer encuentro “Empresas que alimentan”. En este sentido, y desde Acción contra el Hambre, ¿qué piden a las compañías del sector alimentario?
Las empresas han cambiado su manera de producir, de vender y de interpretar el consumo, haciéndolo mucho más responsable. Eso para nosotros es un gran reto en el que hemos venido trabajando desde hace tiempo: que las empresas tengan una conciencia en cuanto al hambre, en su globalidad y en cuanto a sus sistemas productivos y de distribución y de venta a la hora de abordar a un consumidor.
El consumidor está siendo cada vez más responsable a la hora de realizar ese consumo y las empresas están reaccionando de manera obligatoria. También por la legislación, pero fundamentalmente por la demanda de los consumidores. Sus productos ya no son solamente productos, sino que tienen que demostrar que son productos nutricionalmente saludables y también que dicha responsabilidad se aplica a la hora de su proceso de producción y distribución.
También es muy importante que esas empresas apoyen a los productores locales.
El ámbito del medio ambiente está siendo incorporado dentro de nuestra responsabilidad como consumidores y como sociedad. Las empresas, por su parte, están intentando disminuir su impacto medioambiental, pero también producir alimentos que reducen ese impacto en cuanto a la distancia de compra de productos para pasar a un modelo más de compra local basado en la fabricación con productos próximos. ¿Ello supone un incremento final del precio del producto? Pues la respuesta es que no.
A veces supone incluso una mejora de la economía de la propia empresa, que a menudo comprueba cómo se reduce el desperdicio alimentario. Lo cual permite a las compañías gestionar mejor su beneficio a la hora de ofrecer productos de mayor calidad, reducir los riesgos que hay en cuanto al desperdicio y mantener un producto competitivo dentro del mercado que existe.
Esto de cara a las empresas. En cuanto a la ciudadanía, ¿qué podemos pedirle?
Estamos viendo que el consumo ya no se puede hacer de cualquier manera. Cada vez hay más población que siente la necesidad de hacer las cosas de una manera responsable. Sabiendo que el impacto que uno tiene cuando consume cualquier cosa repercute en una población mucho más lejana. La globalización es algo clarísimamente palpable. Acabamos de pasar una pandemia que ha sido causada por un agente patógeno pero que ha sido promocionada por esa globalización, por lo que claramente hay que pensar en esa globalidad a la hora de tener esa responsabilidad como consumidores.
También debemos concienciarnos acerca de que el problema del hambre tiene solución desde el propio individuo y desde la propia sociedad, pero cada uno de nosotros tenemos mucho que aportar a esa lucha contra el hambre.
Cerrando el círculo, ¿qué le podemos pedir a nuestros responsables públicos, desde el ámbito local hasta el global, en esta lucha contra el hambre?
En todos los países en los que trabajamos pedimos que nadie se quede atrás. Tiene que haber justicia e igualdad para todos. Los sistemas de protección social que ahora tenemos en Europa están funcionando. Esperemos que puedan seguir manteniéndose en el tiempo, esa es nuestra gran duda. Pero le pedimos a nuestros responsables políticos que ejerzan su responsabilidad de igual manera para toda la sociedad.
¿Alguna otra cuestión que considera que deba ser dicha y destacada?
Es verdad que pensamos que las soluciones nos tienen que venir facilitadas o incluso impuestas. Pero todavía hay un espacio para que las soluciones vengan demandadas por cada uno de nosotros. Es el momento de poner en valor el espíritu social y colectivo y crear espacios para ello.
Próximamente tenemos unas elecciones, evidentemente nos tenemos todos que manifestar de una manera responsable, sabiendo que nuestro voto tiene mucho que ver a la hora de tomar decisiones y de cambios de políticas que son necesarias y que atenderían a un mayor número de población. Es una llamada al colectivo, y también al compromiso individual, porque podemos hacer muchas más cosas de las que pensamos como individuo y también como sociedad.