La industria de la alimentación está bajo la presión de una población mundial que crece y que para el año 2050 requerirá un 70% de aumento en la producción, pero al mismo tiempo debe disminuir el impacto ambiental y social. Algunas soluciones (parciales) como el uso de transgénicos son resistidos (pienso que sin argumentos, pero siempre estoy a favor de que se informe). Actualmente, de acuerdo a moderadas estimaciones, los sistemas agrícolas son responsables del 25 % de las emisiones de GEI, 75% de la desforestación global y de consumir el 70% del agua que se consume en el mundo.
La polémica y el desafío están instalados, y por eso es tan importante que se tenga información, criterios y argumentos científicos para decidir las medidas adecuadas. En lo personal en esta nota, quiero llamar la atención sobre un par de temas, que creo que escucho muy poco y que sin embargo me parece que absolutamente se deben tener en cuenta en la discusión y búsqueda de soluciones: ‘qué comemos’ y la ‘asignación de costos’. Según estudios de NU, si todos los seres humanos fuéramos a partir de mañana vegetarianos se solucionaría el calentamiento de la atmósfera en dos años, regresando a los niveles de hace 100 años.
Pero seguro que la mayoría piensa que hacemos más daño por andar en auto que si nos comemos una hamburguesa. El problema son los rumiantes y los tipos de gases que generan, su concentración intensiva y la ineficiencia con que producen carne.
El gas metano que expulsan con eructos y flatos es capaz de absorber 25 veces más calor que su equivalente en CO2. Otro gas producido es el óxido nitroso (equivale 300 veces al calentamiento del CO2) y ese se produce a partir de: los fertilizantes usados, en este caso debemos sumar aquellos destinados a alimentación animal. Para producir un solo kilo de carne de vaca se necesitan 15 kilos de cereales y 15.000 litros de agua; y del estiércol y purines de ganado, especialmente notorio en producción intensiva. Pero hay otros impactos de la ganadería más allá de los gases: la deforestación y destrucción de selva y ecosistemas para uso ganadero, la concentración de desechos por la producción intensiva, temas sanitarios y la enorme contaminación de cursos de agua. Si bien la carne roja es una excelente fuente de proteínas y nutrientes, debemos pensar en cambiar a fuentes más eficientes de proteína.
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