Hoy celebramos el Día Mundial del Medio Ambiente. Día en el que aprovechamos para poner en valor y recordar a la sociedad la importancia del medio natural que nos rodea, nos permite vivir, comer y vestirnos y, en definitiva, desarrollarnos social y económicamente. Este medio es conocido desde el punto de vista empresarial como capital natural.
El capital natural es una aproximación antropocentrista de la naturaleza, que busca poner en valor las contribuciones que la naturaleza aporta al ser humano para su desarrollo intelectual, social, cultural y económico. Su principal misión consiste en traducir a un lenguaje que todos entendamos dichas aportaciones desinteresadas de, por ejemplo, materias primas —que usamos para generar bienes de uso o consumo—, fuentes gratuitas de generación de energía o hábitats que renuevan o purifican el aire y el agua que respiramos y consumimos. Todos estos beneficios son esenciales para la vida y el desarrollo económico.
Este movimiento del capital natural persigue un objetivo: reconocer el valor de la naturaleza y valorarla como se merece, para anteponer su conservación y un desarrollo sostenible frente a su deterioro y pérdida. ¿Cómo? Mediante un análisis que facilita datos robustos, fiables y basados en la aplicación del conocimiento científico a la gestión empresarial y a los procesos de toma de decisión estratégica de empresas y gobiernos.
Son muchos los retos que el medioambiente enfrenta en la actualidad y, la mayoría de ellos están causados por la mano humana. Cambio climático, sobrexplotación de recursos, destrucción de hábitats o pérdida de biodiversidad son algunos ejemplos. Lejos de permanecer ajenos a esta problemática, responsables políticos, de organismos internacionales, del mundo financiero y empresarial han comprendido el discurso y las advertencias realizadas por líderes intelectuales, políticos y académicos. Estos sitúan la degradación ambiental y las consecuencias negativas del cambio climático —refugiados climáticos, crisis del agua, desastres naturales— entre los mayores riesgos desestabilizadores de las economías y sociedades nacionales.
Ante esto, la comunidad internacional y empresarial se han puesto a trabajar en la misma dirección. Iniciativas como los Objetivos del Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 y el Plan de Acción sobre Finanzas Sostenibles de la Unión Europea son un ejemplo de ello. La conservación de la biodiversidad, la adaptación y mitigación del cambio climático y la transición de modelos lineales de negocio y basados en la explotación de recursos fósiles (“business as usual”) hacia modelos basados en un desarrollo sostenible (“sustainable business”) es ahora un imperativo para las estrategias corporativas.
A su vez, los organismos de regulación y certificación de la actividad sostenible y medioambiental están tomando nota de las demandas de los inversores internacionales y modificando sus criterios de evaluación y reporte. Esto está obligando a las compañías afectadas a reportar información sobre su impacto ambiental y políticas de compensación con más detalle, mayor profusión y con datos medibles y comparables que acrediten los resultados que comunican.
La reciente aprobación del Real Decreto que transpone la Directiva comunitaria sobre información no financiera y de diversidad va en esta línea. Además, también se prevé que en un futuro cercano aumenten las obligaciones de reporte y concreción y que se desarrollen sistemas más exigentes que certifiquen las estrategias de sostenibilidad de las empresas y sus políticas medioambientales, como ya ocurre con productos financieros que se clasifican bajo criterios ambientales, sociales y de gobernanza corporativa (ASG).
¿Dónde encajan los enfoques de capital natural en este movimiento? Ofrecen una metodología de análisis cuantitativo, cualitativo y monetario y a distinta escala (corporativa, de proyecto, operaciones directas e, incluso, a nivel de producto), que ayuda a identificar impactos y dependencias de los modelos de negocio respecto a todos los aspectos ambientales —generación de residuos, biodiversidad, emisiones de gases de efecto invernadero, energía, agua, entre otros—. Es decir, el capital natural traduce a un lenguaje empresarial la relación entre el medioambiente y el desarrollo y suministra información sobre cómo las acciones ambientales y en materia de sostenibilidad de los negocios se traducen en beneficios sociales directos. Estos datos contribuyen a mejorar la reputación e impacto social de las compañías y a establecer mejoras en sus estrategias de responsabilidad social corporativa.
En el II Natural Capital Summit, que se celebra en Barcelona los próximos 13 y 14 de junio, actores empresariales expondrán ejemplos sobre cómo el capital natural ya mejora sus estrategias de sostenibilidad y RSC y refuerza las razones para trabajar en su conservación.
*Este artículo forma parte del Dosier Corresponsables sobre el Día Mundial del Medio Ambiente 2018