Sagardoy Abogados y la Fundación máshumano celebraron ayer la jornada “Más allá del algoritmo. Humanismo y ética en el futuro laboral”. Este encuentro, celebrado en la sede de Sagardoy Abogados, reunió a expertos y profesionales para reflexionar sobre la integración ética y humanista de la tecnología en el ámbito laboral, así como la adecuación del marco legal para un avance positivo de esta transformación tecnológica.
En un contexto donde el uso de la inteligencia artificial parece estar cada vez más presente en el día a día de muchas empresas, la jornada puso de relieve cómo la tecnología y la inteligencia artificial están transformando rápidamente nuestra sociedad, presentando oportunidades ilimitadas. Pero también se planteó cuáles deben ser los límites, apelando a la urgencia de potenciar el empoderamiento humano, ante la capacidad seductora de las nuevas tecnologías.
Bajo el título “R2-D2 y Luke Skywalker. ¿Quién dirige la nave?”, tuvo lugar una primera mesa de debate en la que participaron Maite Sáenz, Socia-Directora de ORH Observatorio de Recursos Humanos; José Miguel Cansado, VP Global Accounts en Alto Intelligence y Román Gil Alburquerque, Socio en Sagardoy Abogados. Durante esta conversación, los ponentes debatieron sobre cómo gestionar el avance de la inteligencia artificial en el mundo del trabajo, desde el punto de vista tecnológico y humano, de manera que se aprovechen todas sus ventajas, minimizando sus posibles riesgos. Así, se puso en valor el conocimiento humano y el criterio de las personas para la toma de decisiones y como mecanismo de control frente a posibles sesgos en el dato y el algoritmo. Además, se plantearon otros grandes desafíos, como el de establecer límites éticos y de privacidad en el uso de datos personales recabados a través de la IA.
Como conclusión, Román Gil compartió que “La sociedad no debe ni puede adaptarse sin más a las nuevas tecnologías, sino que las tecnologías deben adaptarse también a los valores humanos. La tecnología nos ayuda y mejora la vida humana siempre que los valores humanistas controlen su buen uso”.
Una segunda mesa coloquio titulada “Humanismo Digital: ¿Qué significa poner a la persona en el centro?”, contó con Fátima Álvarez, filósofa y experta en pensamiento crítico y ética; y Joan Clotet, autor y asesor especializado en humanismo digital. Estos expertos exploraron junto a Tomás Pereda, subdirector general de la Fundación máshumano, la forma de potenciar el binomio “personas-tecnología” donde esta última sirva para potenciar las capacidades genuinamente humanas y difícilmente automatizables del ser humano. Con relación a ello, enfatizaron en la necesidad de poner a las personas en el centro de una manera auténtica en el ámbito empresarial, fomentando su pensamiento crítico y enfocándose en valores esenciales como la justicia y el valor del cuidado de los profesionales. Asimismo, se recordó la necesidad de promover un liderazgo que acompañe a las personas para adaptarse al nuevo entorno tecnológico, aprovechando las nuevas tecnologías para amplificar sus capacidades personales.
Sobre ello Tomás Pereda quiso añadir que “Cuanto mayor y más veloz sea el avance de la tecnología, más deberemos aprender a gestionar de manera diferenciada el tiempo tecnológico del tiempo humano, comenzando por recuperar la capacidad de atención perdida, como paso previo para potenciar nuestra capacidad de pensamiento crítico, territorio humano exclusivo y excluyente para las máquinas”.
La jornada concluyó con la intervención de Javier Gomá, escritor, filósofo, y director de la Fundación Juan March quien, en una conversación junto a Íñigo Sagardoy, presidente de Sagardoy Abogados y de Fundación máshumano, ofreció una reflexión profunda sobre el papel del humanismo en la era digital y la importancia de mantener una perspectiva ética en el desarrollo y aplicación de nuevas tecnologías. Además, Gomá compartió una visión positiva sobre el progreso de nuestra sociedad en lo material y en lo moral, mirando el conjunto con distancia y perspectiva, donde reconoció que vivimos en un mundo imperfecto y susceptible de mejora, pero que puede considerarse el menos imperfecto de la historia, donde el interés y la dignidad particular ganan peso respecto al interés general.