Bain & Company ha publicado los resultados de su encuesta anual sobre transición energética realizada a ejecutivos del sector de la energía y los recursos naturales de todo el mundo. Los consultados esperan una desaceleración en la tasa de descarbonización a corto plazo (para 2030), aunque sus expectativas a largo plazo siguen siendo positivas. Esta desaceleración se atribuye, principalmente, a la creciente complejidad a la hora de alinear estos objetivos con sus planes de negocio y a la inestabilidad provocada por factores geopolíticos. En cualquier caso, 2057 parece ser la fecha en torno a la que existe consenso de poder alcanzar las cero emisiones netas.
El 78% de los ejecutivos del sector considera que el principal obstáculo para la descarbonización de sus compañías es la disposición de los clientes a pagar sobrecostes. Por este motivo, los encuestados afirman que el apoyo de la Administración es fundamental para salvar estas distancias e incentivar la inversión en el proceso de transición, cuyo retorno es otra de sus principales preocupaciones.
En cambio, la escasez de capital no parece ser un obstáculo para la transición energética –menos del 20% así lo afirma–, ya que el sector cuenta con una gran capacidad en este sentido. Sin embargo, cada vez se destina un mayor porcentaje al pago de dividendos en lugar de reinvertirse en estrategias de crecimiento con bajas emisiones de carbono. Por ejemplo, la industria del petróleo y el gas solo reinvirtió el 43% del capital en este tipo de estrategias en 2022, frente al 58% en 2018.
La concesión de permisos para iniciar proyectos de transición energética parece ser otra de las principales preocupaciones, tal y como señalan más de la mitad de los directivos europeos consultados. En este sentido, la Unión Europea ha anunciado una propuesta regulatoria que pretende reducir los plazos para la aprobación de este tipo de proyectos a un máximo de 12 meses.
“La industria debe acelerar las inversiones y tomar, sin vacilar, decisiones estratégicas en la dirección de la innovación. La atención debe centrarse en la creación de nuevas relaciones con los consumidores, encontrando un compromiso entre la necesidad de un rendimiento adecuado de las inversiones y la oportunidad de liderar el proceso de transición ESG. Los consumidores, preocupados por el cambio climático pero poco dispuestos a pagar facturas más caras, necesitan construir nuevas vías de colaboración y confianza con las empresas, que sólo son posibles a través de propuestas marcadas por una lectura innovadora de las necesidades, la calidad de las soluciones y la máxima transparencia”, afirma Alessandro Cadei, Senior Partner y EMEA Leader of Energy & Utilities Practice de Bain & Company. “Las intervenciones regulatorias adecuadas y la aportación de instrumentos de financiación pública se convierten en factores clave que permiten la necesaria aceleración.”
Pablo Cornicelli socio Bain & Company y líder la práctica de Energía en la región ibérica dijo: “los objetivos de transición energética exigen una inversión sin precedentes en muchos sectores y, hasta ahora, no se están alcanzando estos niveles de compromiso. Tal y como podemos comprobar en nuestro estudio, esto no se debe a una escasez de capital, sino a la capacidad de los clientes de pagar un sobrecoste y al temor de las compañías de no obtener el suficiente retorno de la inversión. ”
Alvaro Polo, socio asociado de Bain & Company en Madrid añade “En esta transición hacia una industria más sostenible, la regulación debería contribuir a que Europa mantenga su competitividad frente a otras regiones que no aplican las mismas normas medioambientales”.
Respecto a las tecnologías para avanzar en la transición energética, los directivos apuntan a que las más importantes para 2030 serán las energías renovables, la inteligencia artificial, la digitalización y el almacenamiento de energía. En este sentido, la consultora prevé un déficit en el suministro de materias primas esenciales para el desarrollo de infraestructuras de energías renovables y considera que la producción de níquel y cobalto debe duplicarse, mientras que la de litio debe multiplicarse por siete. Para 2050, el hidrógeno podría situarse como la tecnología clave, ya que 4 de cada 5 directivos esperan que este tenga un impacto significativo en su negocio.