El 22 de abril se celebra el Día Internacional de la Madre Tierra, una fecha clave para reflexionar sobre nuestro papel esencial en la conservación del planeta y el futuro que construimos a través de las decisiones de consumo diarias. ¿Qué sucede cuando estas resoluciones se toman en el entorno urbano? Gran parte de la población vive en ciudades, con una amplia oferta de servicios, en las que el ritmo de vida está marcado por la rapidez y un consumo constante y abundante de bienes, algunos de ellos de un solo uso. En este marco, el último informe de la Declaración de Ciudades Circulares (CCD), destaca que la mayoría de las urbes de Europa han puesto en marcha iniciativas para apoyar la transición hacia una economía circular. En esta línea, existen multitud de proyectos que buscan la sostenibilidad urbana por todo el continente, y en diferentes sectores.
Promoción de la economía circular
Un caso representativo es el de Lovaina, en Bélgica que está estableciendo plataformas digitales para respaldar los servicios de reparación. Por otro lado, destaca la localidad de Torres Vedras en Portugal, la cual utiliza la contratación pública para invertir en comidas escolares sostenibles, o Copenhague, en su búsqueda constante para encontrar soluciones alternativas en la gestión de residuos. Más allá, destacan los casos de diversos núcleos urbanos en Eslovenia y Finlandia, que impulsan a los ciudadanos a crear sus propias soluciones circulares frente a los retos diarios o permiten la redistribución de alimentos, generando sistemas alimenticios regenerativos a nivel local.
Las ciudades españolas también se encuentran en plena transformación y en Barcelona surge, como proyecto pionero, Simplr, una compañía que promueve la economía circular a través de una plataforma única, que pone a disposición del consumidor todos los productos y servicios necesarios para la vida diaria a través de suscripción de fácil activación y desactivación.
Gracias a este modelo, los ciudadanos y las empresas tienen la posibilidad de formar parte del cambio, que ya se gesta a nivel europeo, usando únicamente los productos y servicios que necesitan, en el momento requerido y durante un tiempo concreto, estimado por el propio usuario. De esta manera, el uso de productos se ajusta a las necesidades habituales, tanto de empresas como de individuos, y una vez que estas finalizan, permite devolver los productos elegidos para que otras personas puedan usarlos, elevando al máximo el ciclo de vida de los mismos y reduciendo el greenwashing en el caso de las compañías.
En palabras de Ángel Bou, CEO & Co-founder de Simplr: “Resulta evidente que las ciudades y el planeta no pueden continuar sosteniendo un modelo económico basado en el “take-make-waste. La transición hacia una economía sostenible no es una opción, sino algo absolutamente necesario. Con la colaboración de empresas, administraciones públicas y ciudadanos podemos llevar a buen puerto los propósitos marcados y entre todos mover esta rueda que permita un futuro más verde, próspero e integrador.”.