Muchas veces hemos cometido (y muchas personas siguen cometiendo) el error de pensar que, cuando un producto tiene el apellido “accesible”, se debe a que su diseño está enfocado, específicamente, para cubrir una necesidad de un determinado colectivo. Erróneamente se asocia que su objetivo es dar solución a esa necesidad concreta, y se nos olvida por completo que, esa característica no solo nos beneficia a todos, sino que se convierte en un elemento importantísimo en la sociedad para lograr la igualdad de oportunidades.
El motivo de esta mala concepción del diseño universal viene dado por los tópicos o mitos que rodean al mundo de la accesibilidad. El desconocimiento por gran parte de la población de que el diseño universal se basa en la creación de productos, servicios y entornos que pueden ser usados por la gran mayoría de las personas, independientemente de sus capacidades, es tan obvio como la necesidad de formar e informar más sobre este ámbito.
La diversidad de usuarios y capacidades en muy amplia en la sociedad que vivimos hoy en día. No basta con cumplir lo básico, hay que ir más allá de la norma. Siempre suelo resumir todo esto en una frase: “Accesibilidad es que te inviten a una fiesta, inclusión es que te saquen a bailar”.
Todas las personas tienen derecho a usar y disfrutar de productos, espacios diferentes y servicios en igualdad de condiciones. No podemos crear productos distintos, espacios diferentes o servicios alternativos de peor calidad, pues la autonomía y la dignidad de las personas con necesidades específicas debe prevalecer en una sociedad que está tan llena de “etiquetas” y “señalamientos”.
Pero ¿cómo se consigue esto? Pues aplicando los siete principios del Diseño Universal de una forma fácil y sencilla, veamos cómo apoyados por ejemplos que, seguro, nos serán muy familiares.
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Uso equitativo. El entorno, servicio u objeto debe ser utilizado por cualquier persona, independientemente de su edad o capacidad. A todos nos gusta entrar a un sitio por la misma puerta. Si la entrada no está bien diseñada, muchas personas no podrán acceder o deberán hacerlo por otra puerta que, probablemente, se encuentre en la parte de atrás. A nadie le gusta eso, ¿verdad?
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Flexibilidad en el uso. El diseño se debe adaptar a las distintas capacidades de las personas, acomodando alternativas de uso. Las personas zurdas tienen la posibilidad, mediante una configuración del sistema operativo, de adaptar sus preferencias en el ratón del ordenador (clic principal y secundario) en función de su necesidad, pese a que el diseño del producto es el mismo que para una persona diestra. Un mismo diseño, dos usos diferentes.
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Uso simple e intuitivo. El diseño debe ser simple de entender, independientemente de la experiencia, conocimientos, idioma o nivel de concentración del usuario. Conocemos bien muchos pictogramas que nos rodean, ya sea para identificar un aseo, un extintor o la cercanía de un paso de cebra. Pues si no los identificamos correctamente, o nos crea confusión, es porque están mal diseñados.
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Información perceptible. El diseño debe comunicar la información independientemente de las capacidades sensoriales de los usuarios. El uso del móvil para ver videos virales que se mueven por las redes sociales está a la orden del día. Muchas veces se hace en sitios donde el audio puede molestar. Pues la incorporación de subtítulos, e incluso intérprete de lengua de signos, nos ayuda a que la información nos llegue por una vía alternativa al sonido. Si no, nos perderíamos el mensaje, y en muchos casos, las risas.
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Tolerancia al error. El diseño debe reducir los riesgos o consecuencias adversas de acciones accidentales. Cuántas veces hemos pulsado el botón apagar o salir sin querer y hemos perdido información no guardada de ese documento tan importante que estábamos haciendo. Pues la ventana de “¿seguro que desea salir?” cuando realizamos esta acción es un ejemplo de buena práctica, ya que nos permite corregir un error, o confirmarlo si es realmente lo que queremos hacer.
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Mínimo esfuerzo físico. El diseño debe contemplar un uso eficiente y confortable con el mínimo de fatiga. La de veces que hemos tenido que pedir ayuda para abrir el bote de las aceitunas, y la de golpes y trucos que hemos aprendido para no llenar de líquido la cocina al conseguir el objetivo. Pues las nuevas tapas “abre fácil” que vemos en algunos supermercados es un ejemplo para este principio. Si no habéis visto ninguna, investigad la próxima vez que vayáis a comprar.
- Tamaño adecuado de aproximación y de uso. El diseño debe considerar las medidas adecuadas para alcanzar, manipular y usar sin importar el tamaño corporal del usuario, su postura o su grado de movilidad. Pues ya que estamos en el supermercado, ¿no os cuesta alcanzar algunos productos que se encuentran en partes altas? El diseño universal promovería que un mismo producto se encontrara a diferentes alturas, de esa forma cualquier persona podría tenerlo al alcance de forma sencilla.
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