Provengo de una familia matriarcal. Mujeres extraordinarias, valientes, decididas, de mente abierta y brillante que hicieron que para sus familias fuera fácil una época difícil.
He tenido la suerte de conocer a muchas de ellas y su legado lo han heredado claramente mi madre, mi hermana y, ojalá, mi hija.
De mi bisabuela aprendí a ser valiente y justo. Tuve la inmensa suerte de disfrutarla hasta que cumplí 12 años, cuando falleció de leucemia. Eso fue hace 30 años.
En esos 30 años su hija, que es mi abuela, ha superado un cáncer de pleura, un cáncer de útero y un cáncer de colon. Hoy, a sus 87 años, sigue siendo la persona más positiva y con más ganas de vivir intensamente la vida que conozco, y cada viernes sigue yendo al teatro y a tomar un café a la plaza de Oriente de la mano de mi abuelo.
Su hija, que es mi madre, ha superado en los últimos años un cáncer de mama. Lo detectaron en una etapa muy temprana y gracias a esa detección precoz y a los avances médicos, mi madre pudo convivir con el cáncer sin demasiadas disrupciones en su día a día. Fue un susto, pero no un trauma. Hoy, a sus 70 años, es una mujer joven y vital, que se siente como tal y disfruta cada día con intensidad y consciencia.
Las mujeres de mi familia han convivido con el cáncer, pero en tan sólo 30 años esa convivencia ha cambiado radicalmente. Mi bisabuela, fuerte y valiente por naturaleza, supo que moriría de leucemia en el momento en el que le dieron el diagnóstico. Mi abuela, todo vitalidad y positivismo estuvo a punto de morir por un cáncer de pleura hace 25 años, pero finalmente salió adelante. Superó de forma menos traumática un cáncer de útero y cuando llegó el cáncer de colon, me dijo que no me preocupara que de este salía seguro. Mi madre convivió con un cáncer de mama durante algo más de un año disfrutando de una buena calidad de vida incluso durante el tratamiento.
La vida ha cambiado mucho en estos últimos 30 años, y la manera en la que entendemos, afrontamos y convivimos con el cáncer también lo ha hecho.
Queda mucho por hacer, pero los avances médicos y sociales de estos años son realmente impresionantes. Son el fruto de años de investigación médica y avance social, gracias al compromiso de nuestros médicos y científicos, así como al apoyo de instituciones, particulares y empresas.
Yo me siento afortunado y orgulloso de formar parte de una de esas empresas que, además de hacer negocios, regala vida. Si hay algo que define el ADN de Avon es su compromiso con el bienestar de las mujeres, y ser parte de eso, no tiene precio.
Avon ha donado más de 1.000 millones de $ a la lucha contra el cáncer y me gusta pensar que, en cierto modo, gracias a empresas como Avon, mi abuela y mi madre siguen disfrutando de la vida y enseñándome a disfrutar de ella.
Este artículo forma parte del Dosier Corresponsables: “Día Mundial del Cáncer”, promovido por CRIS contra el cáncer.