Hace 25 años nació Cooperación Internacional de la iniciativa de un grupo de jóvenes ilusionados por involucrar a otros en la mejora de nuestra sociedad. Gracias a ellos, y a la visión magnánima de algunas entidades juveniles y educativas que -más allá de su propio interés- pensaron que merecía la pena secundar su iniciativa.
La misión que se propusieron fue implicar a los jóvenes -fundamentalmente a través de entidades que trabajan con la juventud: colegios, asociaciones, institutos, colegios mayores, etc.- para ayudarles a cultivar un enfoque de servicio en la formación juvenil. No se trataba sólo de extender el voluntariado juvenil; de trabajar en la extensión del aprendizaje servicio; de fomentar la innovación y el emprendimiento social juvenil; de promover programas de cooperación en favor de la infancia y la juventud; de sensibilizar acerca de los principales problemas sociales, de encontrar sinergias con otros ámbitos como el del sector privado…
El objetivo era cultivar la visión de que la formación del talento juvenil es una tarea que nace, madura y cobra sentido en la medida en que se orienta hacia los demás. E ilusionar y formar a los jóvenes para que sean protagonistas en el logro de la mejora social, definida ahora a través de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Hemos visto que si a la juventud se le facilitan cauces de participación, suelen responder con fuerza y se implican en los problemas sociales.
La formación del talento juvenil con este enfoque es una tarea ardua pero posible. Empieza en cada uno y está al alcance de la mano en una variedad de detalles diarios capaces de configurar el propio carácter.
Nació así Cooperación Internacional: una entidad de jóvenes para jóvenes. Una asociación con un rasgo diferencial: fomentar una cultura de la solidaridad entre la juventud y facilitar e impulsar que puedan ayudar de forma concreta, práctica y asequible a su tiempo y capacidades. Y desde España se ha extendido a otros siete países europeos con la creación de International Youth Cooperation.
La experiencia de estos 25 años nos ha enseñado que los principales beneficiados de esta implicación son los propios jóvenes. Y no sólo en sus actitudes y en su responsabilidad social, que ya es mucho. La implicación y participación en acciones de promoción social fomenta capacidades interpersonales y habilidades muy útiles también para la vida laboral y social. Se podría decir que la mejor versión de la juventud es la que se descubre en la ayuda a los demás.