La cultura es un derecho fundamental. Sin embargo, no todas las personas tienen las mismas oportunidades para disfrutarla. En España, miles de niños y niñas con Trastorno del Espectro del Autismo (TEA) se enfrentan a barreras que les impiden acceder en igualdad de condiciones a museos, teatros, bibliotecas y otros espacios culturales. La pregunta no es si la cultura debería ser accesible para todos, sino por qué seguimos excluyendo a una parte de la población.
En un mundo que avanza hacia la diversidad y la inclusión, la accesibilidad cultural sigue siendo una asignatura pendiente. La falta de adaptación de los espacios, la ausencia de formación del personal y la escasez de propuestas diseñadas para atender las necesidades sensoriales, comunicativas y cognitivas de las personas con autismo convierten a la cultura en un territorio prohibido para muchas familias.
El acceso a la cultura como derecho, no como privilegio
El derecho a la cultura está reconocido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en la Convención sobre los Derechos del Niño de la ONU. Además, la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad establece la obligación de los Estados de garantizar el acceso en igualdad de condiciones a la vida cultural. Sin embargo, la realidad dista mucho de estos principios.
Para muchas familias con niños y niñas con autismo, visitar un museo o asistir a un espectáculo puede convertirse en un desafío abrumador. Ruidos intensos, iluminación inadecuada, normas inflexibles y la falta de información previa adaptada hacen que la experiencia sea frustrante, e incluso imposible. Como resultado, muchas familias optan por evitar estos espacios, privando a los niños de vivencias que enriquecen su desarrollo personal, educativo y social.
Esta exclusión no es solo un problema de acceso, sino una vulneración de derechos. Si la cultura es un bien común, debe diseñarse pensando en todas las personas, independientemente de sus capacidades o necesidades. La accesibilidad cultural no es un favor ni una medida extraordinaria, sino una responsabilidad de las instituciones.
Cultura accesible: un beneficio para todos
Diseñar espacios y experiencias culturales accesibles para la infancia con autismo no solo beneficia a este colectivo, sino que mejora la experiencia para todas las personas. Un museo con señalización clara, un teatro con funciones relajadas o una biblioteca con recursos adaptados no solo favorecen a los niños con autismo, sino también a otros grupos, como personas con diversidad funcional, mayores o familias con bebés.
La accesibilidad no debe entenderse como una serie de ajustes aislados, sino como un cambio de enfoque. Se trata de diseñar la cultura desde la diversidad, incorporando medidas como:
- Entornos sensorialmente amigables: reducción de estímulos sonoros y visuales para evitar la sobrecarga sensorial.
- Programas específicos y flexibles: visitas guiadas adaptadas, materiales visuales de anticipación y tiempos de descanso.
- Formación del personal: capacitación en accesibilidad y atención a la diversidad para que la experiencia sea acogedora y respetuosa.
- Participación de las familias y personas con autismo: diseñar las experiencias culturales contando con quienes las van a vivir.
Compromiso institucional: de la sensibilización a la acción
Aunque en los últimos años han surgido iniciativas que buscan hacer la cultura más accesible, la mayoría siguen siendo experiencias puntuales y dependientes de la voluntad de personas concretas dentro de las instituciones. Para garantizar un acceso real y sostenido en el tiempo, es imprescindible un compromiso estructural que transforme las políticas culturales.
Esto implica que la accesibilidad debe ser una prioridad en la agenda de museos, teatros, bibliotecas y centros culturales. No basta con organizar actividades aisladas; es necesario un enfoque transversal que incluya la accesibilidad desde la concepción de las exposiciones y espectáculos hasta la formación de los equipos y la comunicación con el público.
Las administraciones públicas tienen un papel clave en este proceso. Es fundamental que las políticas culturales incorporen medidas de accesibilidad y que existan incentivos y apoyo para que las instituciones culturales implementen cambios reales.
Hacia una cultura inclusiva y equitativa
Un futuro en el que todos los niños y niñas puedan disfrutar plenamente de la cultura no es solo un deseo, sino una obligación social. La cultura inclusiva no es una cuestión de caridad, sino de derechos. Si queremos construir una sociedad más justa y equitativa, debemos garantizar que ningún niño o niña quede fuera de la experiencia cultural por falta de accesibilidad.
Es el momento de pasar del discurso a la acción. De diseñar espacios que abracen la diversidad. De transformar la cultura en un lugar donde todas las infancias, con o sin autismo, sean bienvenidas. Porque solo entonces podremos decir que la cultura pertenece realmente a todos.
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