De forma consciente y otras veces inconsciente tendemos a “etiquetar” a las personas y, por consiguiente, a presuponer su respuesta ante diferentes estímulos.
Esta realidad motiva a los medios de comunicación y a las administraciones públicas a lanzar mensajes para eliminar discriminaciones motivadas por la diversidad de las personas. Paralelamente, el tejido empresarial debe medir la satisfacción de las personas que integran su organización y visibilizar los diferentes tipos de diversidad, con el objetivo de crear entornos de trabajo inclusivos y, por ende, aprovechar el talento que la diversidad aporta a las organizaciones.
Según el artículo 35 de nuestra Constitución “Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo, a la libre elección de profesión u oficio, a la promoción a través del trabajo y a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia”. Actualmente, sólo el 23% de las empresas adheridas al Charter de la Diversidad gestiona tres tipos de diversidad en su organización, cuando de forma básica las personas de nuestra plantilla serán de diferente edad, género, capacidad, cultura, religión, tendencia sexual… Es decir, el conjunto de la diversidad gestionada en las empresas es menor que la que existe en realidad.
Entonces, ¿a dónde nos conduce esta ausencia de gestión integral y posible discriminación (consciente o inconsciente)?. Sin lugar a dudas, a la perdida de innovación, talento y oportunidad de las empresas, tres aspectos clave para su evolución y permanencia. Si las empresas no facilitan el acceso al empleo en igualdad de oportunidades o no velan por la calidad de vida en el entorno laboral, no podremos denominarnos una sociedad avanzada.
La calidad de vida en el trabajo debe tener como objetivo humanizar los entornos laborales, dando respuesta a las necesidades concretas de las personas y alejándose de las “etiquetas” que sólo nos llevan a presuponer, así como medidas del tipo “café para todos”, que solo otorgarán compromiso con una parte o ninguna de nuestra organización.
La batalla por la atracción y retención de talento debe marcar la diferencia, desarrollando entornos organizativos que faciliten aunar competitividad empresarial con expectativas en pos de la felicidad personal, ambas cuestiones determinantes para la creación de riqueza y bienestar.
Para formar estos ambientes, es preciso que las empresas inviertan en programas de Gestión de la Diversidad. Esta labor se hace necesaria, ya que favorece el rendimiento de los equipos de trabajo, la innovación en servicios, productos y procesos, el desempeño personal y la retención del talento, así como una mejora en la imagen interna y externa de la compañía.
Estos programas deben conjugar aspectos relacionados directamente con el empleo, pero también ajenos al mismo. Como ejemplo básico, estos planes deben contener al menos los siguientes aspectos:
- Reclutamiento y selección de personal basado en el perfil competencial, alejándonos de estereotipos que bloqueen la entrada de personas con diferentes diversidades.
- Un programa de diversidad que analice y visibilice las diferentes diversidades y permita entornos inclusivos = 0 discriminación, dónde todas las personas tienen voz.
- Un programa de conciliación “vivo” que atienda las necesidades reales de nuestro capital humano.
- Atención y promoción a la salud.
- Indicadores que midan la satisfacción laboral, el grado de motivación, el sentimiento de pertenencia, así como la idoneidad de las medidas y beneficios aplicados.
- Protocolos que detecten posibles discriminaciones o situaciones de acoso.
Derivado de los datos que proporcionaba al principio del artículo, somos conscientes de que aún queda mucho camino por recorrer y muchos condicionamientos inconscientes que eliminar, no solo en las empresas, sino en la sociedad en general. Necesitamos políticas gubernamentales que incidan positivamente y empresas con valores que quieran seguir siendo inclusivas, comprometidas, sostenibles y productivas, recibiendo contraprestaciones que ninguna empresa puede despreciar.
En definitiva, trabajando de forma sincronizada empresas, sociedad y gobiernos, construiremos buenos lugares donde trabajar y un entorno adecuado en el que vivir.