Cada 3 de diciembre se celebra, bajo el amparo de Naciones Unidas, el Día Internacional de las Personas con Discapacidad y desde organizaciones sociales como Envera nos sumamos para reivindicar los entornos Disfriendly (amigables con las personas con discapacidad) donde las capacidades estén siempre por encima de aquello que no podemos hacer y que, al fin y al cabo, depende de las circunstancias de cada uno de nosotros. Porque, piénsenlo detenidamente, ¿quién no tiene alguna discapacidad?
Con esta efeméride recordamos también los preceptos fundamentales de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, aprobada en 2006 y firmada por 180 países, que reconoce a las personas con discapacidad como ciudadanos de pleno derecho y que exige la puesta en marcha de los medios necesarios para garantizar su participación en la vida social, económica y política.
Cabe preguntarse si quince años después de la aprobación de dicha Convención, las personas con discapacidad disfrutan verdaderamente de estos derechos y oportunidades. Al menos en España, la respuesta parece clara: si bien en los últimos años las políticas públicas sobre discapacidad cada vez tienen más en cuenta las necesidades reales de las personas con discapacidad y de sus familias, aún queda mucho por hacer para que se implementen de forma eficaz con el objetivo de fomentar su vida independiente, garantizar el acceso al mundo laboral y cambiar la visión proteccionista y benéfica que la sociedad tiene de las personas con discapacidad.
Y es que más allá de la normativa legal sobre accesibilidad, debemos esforzarnos por derribar los prejuicios que aún perduran, especialmente cuando hablamos de discapacidad intelectual.
Así lo entendemos desde Envera, organización en la que llevamos 45 años trabajando para que las personas con discapacidad intelectual ocupen con dignidad su lugar en el mundo, firmemente convencidos, tal y como reza nuestro lema, de que todos podemos ser los mejores en algo. Porque la discapacidad solo lo es si no contamos con un entorno sin obstáculos en el que desenvolvernos.
En Envera demostramos cada día que cuando las personas con discapacidad intelectual cuentan con los apoyos necesarios, pueden ser los mejores profesionales para realizar trabajos tan especializados como la hangarización de aeronaves, la revisión de la tornillería de los motores de los aviones o la subsanación telemática de 2,5 millones de reservas de viajes que se realizan cada año de forma errónea.
Y si podemos demostrarlo es gracias a la apuesta de las más de 300 organizaciones públicas y privadas con las que trabajamos y que confían en la calidad y excelencia de nuestros 700 profesionales con discapacidad a los que damos empleo protegido.
El compromiso de las empresas es, por tanto, fundamental si tenemos en cuenta que la mejor política social es la creación de empleo. Una persona con discapacidad que trabaja se convierte en contribuyente y se acabará jubilando con una pensión contributiva. Una perspectiva que convierte la inclusión laboral de la discapacidad en un asunto de interés general, más aún cuando todos nos veremos irremediablemente abocados a la pérdida de nuestras capacidades, ya sea por enfermedad, un accidente o el mero paso de los años. Sin embargo, en pleno siglo XXI ni la sociedad ni la mayoría de las empresas son aún conscientes de la importancia de emplear a personas con discapacidad y, en muchos casos, la pérdida de talento por parte de los equipos de selección viene precedida por no saber ni identificar ni valorar las aptitudes y la formación de los candidatos por encima de su discapacidad física, sensorial o intelectual.
Resulta llamativo que aun cuando existe en España una legislación específica que obliga a las empresas de más de 50 trabajadores a reservar un dos por ciento de la plantilla a personas con discapacidad, en 2016 se estimaba que el 81 % de las organizaciones no cumplían con esta norma.
Además, más allá del cumplimiento de la ley, la contratación de personas con discapacidad como parte de los planes de responsabilidad social de las empresas les ayuda a ser más competitivas, mejorando su reputación y la experiencia de cliente, fomentando el sentimiento de pertenencia entre sus trabajadores y reduciendo el absentismo laboral.
Prácticamente podemos decir que en la contratación de personas con discapacidad son todo ventajas para las empresas, pero para ello es necesario un cambio de cultura corporativa que permita mirar a los trabajadores con discapacidad bajo la misma lupa con la que miramos al resto de empleados y, por supuesto, estar abiertos a ofrecer esas oportunidades laborales.
Esta infravaloración que debemos superar como sociedad también ocurre en otros ámbitos. A nadie se le escapa que seguimos hablando de plazas de aparcamiento para minusválidos (personas que valen menos que otras) o aseos para discapacitados (tener una discapacidad no supone la anulación total de la persona), entre otros ejemplos.
Como decíamos al principio, aún queda mucho por avanzar, pero alcanzar la igualdad de oportunidades nunca será posible si no somos capaces (quizás esta sea la discapacidad más extendida) de ponernos en el lugar del otro y aceptar la diversidad como un valor de la sociedad global en la que vivimos, donde el respeto al diferente nos enriquece y la inclusión de las personas con discapacidad se convierta en una cuestión de justicia social que, aunque sea por puro egoísmo, nos beneficia a todos.
Este artículo forma parte del Dosier Corresponsables: Día Internacional de las Personas con Discapacidad