Hoy es el Día Internacional de las personas con Discapacidad en el que se busca, como en todos los días internacionales, la reivindicación. En este caso la reivindicación de una “minoría”- cerca de un 10% de la población española tiene algún tipo de discapacidad – que si ya lo tiene difícil de por sí, la sociedad se lo pone aún más complicado.
Hace unos meses, este verano, conocíamos el dato de que las agresiones a personas con discapacidad han crecido en el último año cerca del 70%, como si no tuvieran suficiente con las cifras de la tasa de desempleo que tras la pandemia han aumentado un 32%, con la brecha salarial que sufren que asciende al 17% o simplemente por el mero hecho de que la vida, las ciudades o las infraestructuras no son accesibles, en su mayoría, para personas con movilidad reducida.
No obstante, aunque todavía hay mucho camino por recorrer, sería un error no reconocer los avances que se han ido produciendo. Sería negar méritos y envolver la causa con una cortina de desesperanza y negativismo, que flaco favor haría a la lucha por la integración y la sensibilización, que sin duda, cada día llega a más personas gracias a la función que realizan cientos de entidades sociales a través de actividades de voluntariado, talleres y charlas para visibilizar una lucha constante que la mayor parte de la población ni siquiera nos podemos imaginar.
¿Cómo seguir avanzando? Desde mi posición privilegiada y alejada de la realidad que supone convivir con una discapacidad, solo puedo decir que la clave, como en casi cualquier causa, está en la educación. Educación no en la tolerancia, que a mi forma de ver no es la palabra adecuada para emplear cuando se trata de derechos humanos universales, sino en respeto. Si buscamos la palabra “tolerar” en el Diccionario de la Real Academia Española, en sus tres primeras acepciones, hace referencia a algo que está mal y que debemos permitir, llevar con paciencia, resistir o soportar.
Sobra decir que una persona con discapacidad no es algo que esté mal y que tampoco es la característica más distintiva, tener una discapacidad no define a un individuo, aunque haya todavía quien piense que sí. Por eso, es también importante el uso que damos al lenguaje y expresarnos con propiedad, no hablar de discapacitados o minusválidos, porque tener una discapacidad es un factor más, no la esencia.
Este artículo forma parte del Dosier Corresponsables: Día Internacional de las Personas con Discapacidad