Casi medio millón de personas cuidadoras de familiares —fundamentalmente mujeres— están sometidas a grandes sobrecargas y no tienen apoyos suficientes —de formación, de respiro o de apoyo profesional— de lo que se deduce un impacto negativo de género, ya que se podría estar perpetuando la función cuidadora de la mujer a costa de su vida social y laboral.
El perfil de la persona cuidadora en cuanto a edad, sexo y parentesco se define de la siguiente manera: EL 74,4% son mujeres. EL 45,7% tienen entre 50 y 66 años y un 28,8% entre 16 y 49 años, hay un 7,5% de las personas cuidadoras que tiene más de 80 años. En cuanto al parentesco, el 35,6 son hijo/a, el 23,2 madre, el 19,7 cónyuge, el 4,7 hermano/a y un 3,1 padre.
Mas de dos años después de que se recuperase el derecho de las personas cuidadoras familiares a poderse dar de alta en el convenio especial de cuidadores no profesionales de personas en situación de dependencia de la seguridad social, solamente 65.461 se encuentran dadas de alta. Un 14 % del total de las personas cuidadoras.
Sigue sin evaluarse el impacto de género negativo que puede estar teniendo la feminización de los cuidados a las personas en situación de dependencia en la medida en que estos no son el resultado de una libre elección personal y sin perder de vista que las cuidadoras familiares han perdido el apoyo que conllevaban las cotizaciones a la Seguridad Social
Las prestaciones económicas por cuidados familiares tienen un importe medio mensual de 306 euros (percibidas actualmente por 450.000 personas). Por grados, estas cuantías son, de promedio, 138 €/mes para los Grado I; 242 €/mes para los Grado II y 335 €/mes para los Grado III. Todo ello, de nuevo, con importantes diferencias entre territorios.
Sería deseable vincular los cuidados familiares y no profesionales que financie el SAAD, a servicios profesionalizados de Ayuda a Domicilio o Centro de Día. Por lo que debería ser compatible con la prestación económica de cuidadores no profesionales. Además, así se permitiría por una parte el asesoramiento profesional en los cuidados que realizan los familiares y permite contemplar periodos de descanso para el cuidador habitual no profesional, así como el resto de apoyos que se establezcan para estos cuidadores. En consecuencia, proponemos que al elaborar un PIA pueda configurarse un cóctel completo de prestaciones y servicios que puedan incidir en el domicilio, un auténtico traje a medida.
Este artículo forma parte del Dosier Corresponsables: Día Internacional de las Personas Cuidadoras