Entrevistamos a Pablo Malo, psiquiatra y experto en psicología evolucionista. También es el autor del libro “Los peligros de la moralidad: Por qué la moral es una amenaza para las sociedades del siglo XXI”. El próximo 19 de octubre, a las 19:00 horas, Pablo participará en el evento “TEDxBarcelonaSalon – La moralidad y sus peligros”, de TEDxBarcelona, cuya ubicación es la CASA SEAT, Paseo de Gracia, 109.
Bueno, la psiquiatría como tal no tiene una definición de la moral, son la psicología moral y la filosofía moral las disciplinas que más se ocupan de ella. Y la novedad más importante en los últimos años ha sido la aplicación de la teoría de la evolución a la comprensión de la mente moral humana. Según este enfoque evolucionista, que es el más acertado desde mi punto de vista, la moralidad es la capacidad humana de distinguir entre bien y mal. Es una capacidad o facultad humana similar a la del lenguaje, que no existe en otros animales. Lo mismo que tenemos una capacidad para el lenguaje y luego en diferentes lugares del mundo se hablan diferentes lenguas, también tenemos una capacidad para distinguir entre bien y mal, una capacidad que es innata y que es resultado de la selección natural, de las presiones evolutivas a las que nuestra especie se ha visto sometida a lo largo de su evolución. La naturaleza es amoral pero nosotros vemos bien y mal ahí fuera; igual que en la naturaleza no hay colores, sólo longitudes de onda, pero nosotros vemos colores. Sobre esta capacidad innata compuesta por una predisposición para sentir y expresar emociones como la empatía, la indignación, la culpa, etc., actúa la cultura y la socialización. La moralidad es resultado tanto de los genes como del ambiente. El consenso actual apunta a que la moralidad es una herramienta para la cooperación en las sociedades humanas.
Con el concepto de hipermoralización me refiero a que la moralidad lo está invadiendo absolutamente todo, se está infiltrando en todas las esferas de la vida en nuestras sociedades occidentales actuales: la política y los partidos políticos, las universidades y la educación, las instituciones y organismos públicos, las empresas (Coca Cola da clases de antirracismo a sus empleados, Gillette hace anuncios contra la masculinidad tóxica…), la literatura, el arte, en las redes se montan cazas de brujas contra los que no tienen las ideas correctas y se llega incluso a despedir de sus trabajos a las personas cuyos actos o escritos se consideran que no son correctos moralmente. Mucha gente tiene miedo a hablar de cualquier tema (diferencias entre hombres y mujeres, política, cuestiones de sexo y género, etc. ) por miedo a las consecuencias. Dostoievsky dice en los Hermanos Karamazov que si Dios ha muerto todo está permitido.
Resulta que Dios ha muerto pero cada vez menos cosas están permitidas. Se podría decir incluso que vivimos un Nuevo Puritanismo. Parece que el ser humano no puede vivir sin religión y hacemos una religión de todo: del feminismo, del cambio climático, de la justicia social, de las medidas contra la pandemia Covid, etc. Todo lo estamos convirtiendo en una guerra entre los buenos y los malos.
Según su libro, las redes sociales han favorecido la “indignación moral”. ¿Cómo influyen las redes sociales en nuestro comportamiento?
Las redes sociales no nos han cambiado moralmente, lo que ocurre es que amplifican unas tendencias que están en nuestra naturaleza humana. Nuestra mente moral hace que sea muy importante para nosotros sentirnos moralmente buenos y señalar nuestra virtud a los demás. Con las redes sociales lo que ha cambiado es la forma en que señalamos esa virtud y la oportunidad que nos da para el postureo moral, para atacar moralmente a a alguien y así elevar nuestros estatus moral ante los demás.
También hacen más fácil las persecuciones contra los “herejes” o los considerados “malos” moralmente y también hace más difícil evadirse de esas persecuciones por la facilidad de acceder a compañeros de trabajo, jefes, etc., e influir en ellos. Las redes sociales tocan una tecla de nuestra naturaleza humana que es la de mostrarnos buenos a los demás y la de indignarnos y atacar a los que consideramos que cometen malas acciones.
¿Hasta qué punto puede considerarse la moral como un peligro para la sociedad?
Cuando un problema o un conflicto se convierte en moral es más difícil resolverlo, llegar a acuerdos o compromisos. Hay un ingrediente de la moral que es la obligatoriedad, y la universalidad, que hace muy complicado ponernos de acuerdo en un problema moral. Si yo creo que llevar minifalda es malo moralmente, no me voy a limitar a no llevar minifalda yo sino que voy a impedir que tú lleves minifalda. Si yo creo que estoy en posesión de la verdad moral, me veo legitimado -es más, obligado, con el deber- de recortar las acciones de los demás…sus derechos y libertades. Desde el momento en que estoy en posesión de la verdad tengo la superioridad moral y la superioridad moral me autoriza a imponer cosas a los demás. El problema es que diferentes personas o grupos creen estar en posesión de la verdad y con el derecho y la autoridad para imponerse a los demás …
Un problema gravísimo de la Moralidad es lo que se llama Violencia Virtuosa. La Violencia Virtuosa ocurre cuando se identifica a un grupo humano como un peligro o amenaza y, además, como culpable de malas acciones contra nosotros y se juzga como moralmente buena la violencia contra ese grupo de malvados. Suele haber un proceso de deshumanización o por lo menos de considerar que ese grupo no pertenece a nuestra comunidad moral y que la violencia contra él está justificada y es buena moralmente. Los perpetradores de esta violencia sienten genuinamente que la violencia es lo correcto, lo que deben hacer. Infligir dolor, sufrimiento, miedo, heridas, o la muerte es un medio necesario y deseable para los fines que se buscan. Ese grupo ha cometido maldades y debe ser castigado. Tenemos el ejemplo reciente del patriarca ortodoxo Kirill de Moscú que ha bendecido y glorificado la violencia contra los ucranianos. Este caso ilustra muy bien un peligro fundamental de la Moralidad, la capacidad para hacer que personas buenas cometan actos atroces como genocidios o asesinatos en masa pensando que están haciendo algo bueno. Estamos hablando de un sacerdote, un papa, un hombre “bueno”, una autoridad moral y está diciendo que es bueno cometer violencia extrema contra otros seres humanos. Dice Hans Georg Moeller en The Moral Fool: “Es mucho más fácil matar a un hombre si crees que es el mal, y que tú eres bueno.”
La moralidad es también un peligro para la democracia. Se supone que en un régimen democrático existen diferentes visiones de la realidad, todas ellas legítimas, y que votamos o elegimos entre ellas. La democracia implícitamente asume que yo puedo no tener razón y que otras personas tienen visiones o ideas que pueden aportar a la convivencia y la vida social. La democracia implica escuchar al otro. Pero si moralizamos la política (y no hace falta que insista en que esto está ocurriendo en todo el mundo occidental) entonces ya estamos votando entre unas opciones que son las “buenas” moralmente y otras que son “malas” y es evidente, por la regla de la obligatoriedad que explicaba antes, que con las opciones malas no puedo entenderme ni llegar a acuerdos de ninguna manera. La acción política queda bloqueada.
Pensar que hay una opción “buena” y otra “mala” es herir de muerte la democracia, es decir, si ya sabemos cuál es la opción buena y la que tiene que gobernar, pues nos sobra la democracia, sólo necesitamos un partido, el de los buenos (el mío, claro). La democracia requiere una humildad epistemológica que no es compatible con la superioridad moral que genera la moralización de los asuntos.
¿Cómo podemos educar a los jóvenes para prevenir los peligros de la moralidad?
Primero habría que educarles en estos peligros que estamos comentando para intentar que comprendan los riesgos y no se vean arrastrados por ellos. Que comprendan el riesgo de caer en la indignación moral cuando usan las redes, por ejemplo. Educarles para intentar evitar que caigan en ese postureo moral, en el señalamiento de virtud y para que no participen en persecuciones y cazas de brujas contra nadie. Los jóvenes quieren crear un mundo mejor y son muy vulnerables a estos cantos de sirena de la moralidad que les ofrecen estatus y una identidad moral satisfactoria, simplemente publicando en las redes sociales. Todos los estudios que se hacen sobre la felicidad humana coinciden en señalar que el hacer algo por los demás es el principal factor para sentirnos felices. Yo animaría a los jóvenes a que hagan algo por los demás en el mundo real, por ejemplo con trabajos de voluntariado para ayudar a colectivos que lo necesitan, y que eviten atacar a los demás en las redes como forma de sentirse bien consigo mismos.
También considero que es esencial educarles en el escepticismo. Debemos todos tomarnos en serio la idea de que cualquiera de nosotros, y todos nosotros, podríamos, en cualquier momento, estar equivocados. Si les ha ocurrido a tantas personas a lo largo de la historia, también podría ocurrirnos a nosotros. Debemos estar alerta siempre que nos sintamos indignados moralmente y siempre que vayamos a realizar juicios morales y a condenar y castigar basándonos en ellos. Tenemos que intentar vacunar a nuestros jóvenes contra el dogmatismo y el fanatismo.
¿Qué papel juegan las empresas a la hora de ayudar a avanzar a la sociedad?
Por supuesto es un papel muy importante en la sociedad en general pero no veo un papel para las empresas en este campo moral en concreto y creo que no es bueno que caigan en este juego. Creo que las empresas tienen que dedicarse a lo que es su objetivo: crear tecnología, ofrecer servicios, crear riqueza o los productos que cada una desarrolle. Lo mis o que los científicos tienen que dedicarse a hacer ciencia, las empresas tiene que dedicarse a las actividades que les corresponden. Creo que hay que evitar meter la moralidad en las empresas y en general creo que hay que intentar sacar a la moral de la vida pública. En las empresas tiene que convivir personas de diferentes religiones, por ejemplo, y de diferentes ideologías y no es buena idea adoctrinar a los empleados o trabajadores en ideologías determinadas o intentar imponer unas creencias determinadas. Creo que no les corresponde a las empresas ese rol. Con el respeto a las normas y leyes de convivencia que como sociedad nos hemos dado creo que es suficiente.